CAPITULO VI

Reira estaba sola en su aula, sentada en su escritorio con la mirada fija en el papel frente a ella, pero sin realmente verlo. Afuera, los niños jugaban, sus risas y gritos de emoción se filtraban por las ventanas abiertas, llenando el aire con la vitalidad propia de la infancia. Pero ella apenas lo notaba.

Su mente seguía atrapada en la escena de la iglesia, en la opresión en su pecho cuando se dio cuenta de que el hombre que la había escuchado no era el padre Miguel.

¿Lo había visto bien?

Sus manos se apretaron sobre su regazo, recordando el instante en que su mirada se cruzó con la de aquel hombre. Su silueta era más grande, más imponente. La figura recortada contra la luz de las velas no tenía la fragilidad del sacerdote, sino una presencia diferente… algo que, incluso en su angustia, la hizo estremecerse.

Pero su visión había estado borrosa por las lágrimas. Tal vez su mente le estaba jugando una mala pasada, tal vez el padre Miguel solo estaba más cansado de lo usual y e
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