Cuarenta y dos, cuarenta y tres, cuarenta y cuatro, cuarenta y cinco, cuarent.... M*****a sea, no puede ser, siempre fueron cuarenta y cinco, estoy seguro de que algo hice mal. Y entonces, este gesto sin sentido para el resto de mortales que siempre me miran como a un bicho raro al frenarme en seco en mitad de la calle, me lleva de nuevo a ser el centro de atención una vez más sin poder hacer nada por evitarlo. Ellos jamás llegarán a comprender que, para mí al menos, esto es realmente una cosa importante.
Pues sí, este camino que llevo haciendo desde hace años, lo tengo medido al milímetro, juraría poder hacerlo sin problemas incluso con los ojos cerrados. A diario, camino como el resto de mortales, solo que yo lo hago de una forma algo distinta, donde cada paso que doy está más que medido y estudiado. No puedo hacerlo como todo el mundo, en mi caso la forma correcta es siguiendo un perfecto trazado que nunca jamás cambio, teniendo en cuenta todas las dificultades que entraña de por sí un recorrido que para cualquier persona que no se cuestione las cosas hasta el nivel extremo en que lo hago yo, sería pan comido.
Hablaríamos del simple hecho de ir andando por un trayecto sin grandes obstáculos, esto, para los que no están atentos al suelo sobre el que caminan, sin prestar la atención suficiente a un entorno que, para mí, se vuelve totalmente estresante. Porque no alcanzo a saber cómo pueden hacer todos para simplemente avanzar calle abajo caminando en línea recta.
Porque este odioso barrio, tiene entre otras cosas incomprensibles, el suelo lleno de imperfecciones, que quizás los demás no reparen en verlas, otra explicación no le encuentro, y no me refiero a vastos agujeros provocados por la dejadez de un sufrido uso, grandes desniveles entre baldosas, o un piso en mal estado, sino a las asimetrías que me desesperan grandemente, en las que el suelo adoquinado y gris sobre el que camino es cruzado, y no comprendo el por qué, por líneas que lo atraviesan innecesariamente, compuestas por piedras largas y rectangulares de un tono más oscuro que acaban formando un inútil y gran mosaico que me desespera.
Mi principal misión cada vez que bajo a la calle, es esquivar esas malditas rayas, las cuales tengo más que localizadas, evitando con gran recelo el posar la suela de mis zapatillas sobre ellas, que según mi lógica, afean el pavimento y al menos a mí, me acaban por sacar de quicio.
Y otro motivo aparente que hace que note la presión constante de los ojos ajenos clavándose sobre mi nuca, es cuando quiero hacer el recorrido como de costumbre, y algún transeúnte inconsciente, se para a saludar a cualquier vecino, ¡en mitad de la acera! ¡Me parece perfecto!, obligándome a improvisar en mi trayecto, sabiendo yo que me conozco, lo que me irrita variar mi estudiado itinerario, acabando por esquivar barreras prácticamente infranqueables para mí, haciéndome pisar donde realmente no quiero, o lo que es peor, perder la cuenta mental de los pasos que me llevan de un sitio a otro. Donde no me queda otra cosa que hacer, refunfuñando siempre hacia dentro, que maldecir en silencio a quién me fuerza a cambiar mis rutinarias costumbres, esas que me otorgan la paz que el caótico mundo en que vivimos acaba por arrebatarme a diario. Me miran susurrando entre ellos, como si yo fuera realmente el bicho raro, como si no supiesen que es lo que me ocurre, siendo ellos y sus incívicas conductas, los que acaban provocando el estallido de mi ira, esa indiferencia es lo que en verdad más me irrita.
Tengo asumido que para ellos soy el rarito del barrio, para ellos, y para el resto del vecindario, lo que quizás desconozcan es que, yo opino algo totalmente distinto y sé, y reconozco, que a veces me desespero cuando las cosas, al menos para mí, no son como deben de ser.
Pero así soy yo, camino esquivando a la gente, vivo absorto en mis pensamientos en los que desde que me conozco, entre otras manías, por llamarla a esta de algún modo, no puedo evitar la de contar mentalmente siempre los pasos de un sitio a otro. En mi cabeza tengo grabadas a fuego las cifras que tanto me desesperan, en las que mis rutinas para salir lo estrictamente necesario, en numerosas ocasiones, por culpa de la gente o un despiste mío, terminan por sacarme de quicio.
Y en este momento el detonante, tan solo ha sido el simple hecho fortuito y cotidiano de sacar la bolsa de b****a, tan solo eso, desde la puerta de casa al contenedor que hay junto al bloque de modestos apartamentos en donde vivo. Y aunque parezca una tontería carente de sentido, para mí no lo es, es lo suficiente desesperante como para crearme un serio conflicto interno, que por supuesto no termina aquí.
De pie y sin moverme, permanezco bloqueado delante de un gran objeto inmóvil de color verde, que descansa sobre el pavimento, mientras sujeto la carga maloliente de una bolsa con los restos de comida de ayer, que ya comienza a gotear un poco, pues el jodido plástico que la conforma apenas si aguanta un corto recorrido como este.¿Y a qué no sabes qué? Pues sí, pienso volverme hasta la puerta de casa, al lugar exacto desde el que comencé a contar mentalmente mis pasos, y por supuesto, hacerlo otra vez de nuevo hasta que el resultado final sea la cifra correcta, porque mi pobre mente nunca descansa cuando sabe que algo no está bien, y sé, que no estaré en paz hasta que las cosas sean como realmente deben de ser. En este caso en concreto, el problema ha sido ocasionado simplemente por una cifra incorrecta, cuarenta y cinco pasos, ni uno más ni uno menos, tampoco es tan complicado. Y conociéndome, soy capaz de repetir el camino las veces que haga falta, ahora eso sí, la bolsa la tiro porque tengo el contenedor enfrente, porque pesa bastante, gotea, y porque tampoco estoy tan loco.
Pues tampoco es tan complicado, yo lo tuve claro desde siempre. En casa, hay que seguir varias normas básicas de convivencia, y si todos las respetan, al menos yo, me encuentro un poco más tranquilo. De entre las cuales, os nombro algunas, que para mí son muy importantes y os explico por qué siento la obligación y la necesidad de llevarlas a cabo. Aparte de estas, yo tengo mi propio repertorio de rituales especiales de cosecha propia, que no vienen a cuento ir contando en todo momento a todos, y tampoco creo que os incumban, pues yo no me he metido jamás en la vida privada de nadie. Norma de convivencia número uno. Y quizás una de las más importantes es la limpieza, y aclaro el motivo. El entorno debe por necesidad fisiológica mía, tener una higiene y desinfección absoluta, porque, aunque no lo veamos con nuestros propios ojos, estamos invadidos por bacterias y microbios de todo tipo que proliferan por todos lados, multiplicá
Y aunque parezca extraño, después de mucho tiempo, ahora ya me encuentro bastante mejor. Hace meses que dejé el maldito tratamiento, todavía recuerdo el efecto que esas pastillas hacían en mí, y puedo decir con total seguridad que no me estaban haciendo ningún bien. Si que es verdad, que conseguían de algún narcótico modo aplacar la voz persistente que susurraba sin descanso dentro de mi cabeza, pero nada más. Seguro que habrá quién me tache de loco, pero es lo más parecido a sentir compañía que tuve durante años, ustedes tal vez sientan lo mismo solo que lo nombran de diferente modo, como consciencia, o tal vez es simplemente se muestra como una voz amable que les susurra pensamientos, o recuerdos. Pienso que todos convivimos con uno, solo que mi oscuro pasajero dista mucho de ser algo así. La única misión de mi subconsciente, es la de ponerme las cosas cada día un poco más difíciles que el anterior, no me deja dar un paso por mi cuenta, me juzga en todo lo qu
Y aquí estoy, otro día más intentando saber qué fue lo que me trajo hasta este sitio, caminando siempre solo con la única compañía de mis pensamientos y unos recuerdos que me llegan bastante difusos, dictados con redundancia por la voz de siempre. Puedo notar como la gente que pasa a mi lado apenas percibe mi presencia, y en verdad es algo que me da igual, pues tampoco los necesito. Tan solo avanzo a lo largo de los años, quizás por inercia, echando a mis espaldas un cúmulo de días vacíos, que en verdad, no me aportan nada.Dando pasos calle abajo, esquivando mis propios peligros, incomprendidos por un montón de extraños, yo soy feliz a mi manera, con mis rituales y por supuesto su peculiar orden. Desde pequeño seguramente he sido así, al menos eso es lo que creo, no es que vivan en mí muchos recuerdos, pues tal vez mi narcotizada memoria me esté jugando ya malas pasadas. Quizás, según mi terapeuta, debiera salir de mi entorno controlado, y forzar situaciones en l
Realmente me faltan detalles sobre mi propia historia, pues hasta donde sé, desconozco el paradero de mis padres biológicos, sí, lo reconozco, soy adoptado y posteriormente, abandonado. Mis padres no tuvieron reparo alguno en confesarme desde muy niño, que ellos nunca planearon mi existencia. Más bien creo que soy un cúmulo de desdichadas coincidencias, donde el abandono de un pequeño coincidió por azar, con uno de los tantos viajes de mis padres, en los que se alinearon las cosas para bien o para mal, haciendo que yo cayera en esta familia, bueno, familia por llamarla de algún modo.Todo hasta donde sé, comenzó en un recóndito y pequeño pueblo de Sudamérica, donde mis padres en esa ocasión, por mano del destino, hicieron acto de presencia para conseguir los permisos necesarios para iniciar la construcción de una de sus fábricas. Parte de la infraestructura de la red de negocios de la familia está basada en la fabricación textil, donde el primer paso siempre es, localizar
Y quizás fue por eso que prácticamente siempre he estado solo, fui creciendo acompañado desde la distancia por unos padres que en verdad nunca estuvieron ahí, o al menos no lo estaban para mí. Recuerdo de pequeño largas horas jugando en solitario, donde a veces inventaba amigos que llenarán los huecos de quienes no estaban. Pero en verdad de poco me servía, la única compañía real de aquel tiempo, era la de quién cuidaba la casa por esos años y que hacía poco más que alimentarme, asegurándose que cumplía en los estudios, lo justo y necesario para mantener a salvo su trabajo, informando a los dueños de su contrato de cómo iba todo cuando se lo pidiesen, cosa que tampoco tengo constancia que se repitiera con mucha frecuencia. Porque desde siempre me he sentido como una posesión más, un capricho pasajero, juguete de carne y hueso que acabó por el azar, abandonado a su suerte. Pues al fin y al cabo mi madre adoptiva terminó haciendo con el paso del tiempo lo que siempre s
De verdad que lo intento, en serio, pero mi vida no deja de ser algo demasiado complejo, muy difícil de manejar al menos para mí, aunque mi mejor amigo de pago, llamado profesionalmente como terapeuta o psiquiatra como se prefiera, intenta guiarme con pautas sencillas impresas en los manuales o basadas en experiencias de otros pacientes, para que pueda seguir el ritmo que impone este universo que no cuenta conmigo, pues nunca consigo coger el paso, voy siempre atosigado, fustigándome por no poder cambiar mi entorno, a sabiendas que es una misión imposible. El mundo está empeñado en que me adapte, pero a mí nadie me ha preguntado que opino al respecto, con tantas normas sociales y protocolos preestablecidos con los que, en verdad no comulgo. Por eso siempre acabo tachado de rarito, el inadaptado, el loco, pero si oyen mi verdad sobre el tema, para mí, los locos sois los demás que actuáis por inercia repitiendo patrones sociales impuestos que dais por correctos, ¿y si no fuese
Y pasó lo que tenía que pasar, entre sesión y sesión de terapia, teniendo ya pasados los dieciocho, mi terapeuta fue probando en mis carnes, ya con mi consentimiento de adulto el aumento de psicotrópicos, de los que hoy día no tengo muy buen recuerdo. Pues, aunque mi primera reacción al entrar en contacto con ellos fue positiva, llegando a reducir el eco insistente de la voz interior que nunca cesa, junto con mis cuadros de ansiedad y angustia provocados siempre por las incoherencias del mundo que tanto me irrita. Me notaba mucho más relajado, llegaría a afirmar sin dudas, que no es que repararan la raíz del problema, sino que, en realidad, vas tan drogado que no llegas a verlo. Todo tu entorno se hace extraño, no te cuestionas las cosas como antes, y en mi caso al menos, ese entorno difuso camuflada el dolor del rechazo paterno que tenía arraigado tan adentro. Así que, de momento al menos, h**o un tiempo en que me hacía sentirme mejor. Pude centrarme en los estudios y termi
De un brusco salto me senté de golpe en la cama, desarmando por completo las sábanas que me daban cobijo, para intentar serenarme poniendo en pie lo sucedido. Mientras veo los primeros tímidos rayos de sol del nuevo día que comienzan a filtrarse por la abertura de la ventana. Controlando poco a poco la respiración aún agitada, junto al palpitar decreciente de mi pecho, asumí de aquella extraña forma dar por finalizado un surrealista y vívido sueño. Todo vuelve a estar en su sitio, o al menos eso es lo primero que imaginé. De no ser por un insistente escozor que brotaba sin cesar de mis brazos, mientras bajaba la vista poco a poco buscando el lugar de la molestia que aún quedaba bajo las sábanas, sin esperar ni un segundo más, poco a poco saqué ambos brazos viendo según los descubría, algo que no tenía sentido alguno. ¡Unas marcas recientes de uñas clavadas! ¡Es imposible! No tiene sentido, pensé de nuevo, quizás, me las hice yo mientras dormía. Pero, ¿en ambos brazos?, y ent