De verdad que lo intento, en serio, pero mi vida no deja de ser algo demasiado complejo, muy difícil de manejar al menos para mí, aunque mi mejor amigo de pago, llamado profesionalmente como terapeuta o psiquiatra como se prefiera, intenta guiarme con pautas sencillas impresas en los manuales o basadas en experiencias de otros pacientes, para que pueda seguir el ritmo que impone este universo que no cuenta conmigo, pues nunca consigo coger el paso, voy siempre atosigado, fustigándome por no poder cambiar mi entorno, a sabiendas que es una misión imposible.
El mundo está empeñado en que me adapte, pero a mí nadie me ha preguntado que opino al respecto, con tantas normas sociales y protocolos preestablecidos con los que, en verdad no comulgo. Por eso siempre acabo tachado de rarito, el inadaptado, el loco, pero si oyen mi verdad sobre el tema, para mí, los locos sois los demás que actuáis por inercia repitiendo patrones sociales impuestos que dais por correctos, ¿y si no fuese
Y pasó lo que tenía que pasar, entre sesión y sesión de terapia, teniendo ya pasados los dieciocho, mi terapeuta fue probando en mis carnes, ya con mi consentimiento de adulto el aumento de psicotrópicos, de los que hoy día no tengo muy buen recuerdo. Pues, aunque mi primera reacción al entrar en contacto con ellos fue positiva, llegando a reducir el eco insistente de la voz interior que nunca cesa, junto con mis cuadros de ansiedad y angustia provocados siempre por las incoherencias del mundo que tanto me irrita. Me notaba mucho más relajado, llegaría a afirmar sin dudas, que no es que repararan la raíz del problema, sino que, en realidad, vas tan drogado que no llegas a verlo. Todo tu entorno se hace extraño, no te cuestionas las cosas como antes, y en mi caso al menos, ese entorno difuso camuflada el dolor del rechazo paterno que tenía arraigado tan adentro. Así que, de momento al menos, h**o un tiempo en que me hacía sentirme mejor. Pude centrarme en los estudios y termi
De un brusco salto me senté de golpe en la cama, desarmando por completo las sábanas que me daban cobijo, para intentar serenarme poniendo en pie lo sucedido. Mientras veo los primeros tímidos rayos de sol del nuevo día que comienzan a filtrarse por la abertura de la ventana. Controlando poco a poco la respiración aún agitada, junto al palpitar decreciente de mi pecho, asumí de aquella extraña forma dar por finalizado un surrealista y vívido sueño. Todo vuelve a estar en su sitio, o al menos eso es lo primero que imaginé. De no ser por un insistente escozor que brotaba sin cesar de mis brazos, mientras bajaba la vista poco a poco buscando el lugar de la molestia que aún quedaba bajo las sábanas, sin esperar ni un segundo más, poco a poco saqué ambos brazos viendo según los descubría, algo que no tenía sentido alguno. ¡Unas marcas recientes de uñas clavadas! ¡Es imposible! No tiene sentido, pensé de nuevo, quizás, me las hice yo mientras dormía. Pero, ¿en ambos brazos?, y ent
Y avanzando por la calle mientras trotaba inmerso en la música relajante que llegaba a mis oídos, con sonidos melódicos que necesitaba ese día más que nunca que calmasen las dudas que lanzaba al aire mi alma inquieta, en las que mi yo interior me robaba la paz interior por no lograr encontrar las respuestas a lo sucedido en la anterior noche. Al hacer deporte, aparte de distraer mis pensamientos, deambulaba inmerso en mi música intentando encontrar el agotamiento necesario para bajar un poco al menos, la intensidad de mi mente. Me cruzaba con las gentes de aquel pueblo que siempre me miró como el bicho raro al que había que respetar porque era el hijo de unos padres muy influyentes en la economía local, al tiempo ellos atendían sus rutinas como cualquier otro día del año. Por allí no era muy frecuente cruzarse con quien como yo hiciera deporte por las mañanas, era un municipio tradicional con la mentalidad totalmente chapada a la antigua, en el que eso de corre
Esa misma mañana al llegar a casa después de estar largo rato corriendo, mi mente no dejaba de pensar en lo sucedido la noche anterior, intentando usar el mecanismo fallido de una lógica que no siempre me funciona, sin encontrar ninguna reflexión que fuese capaz de unir de algún modo cuerdo el velo que une el mundo de los sueños con el de la realidad, porque, aunque tengo la certeza de que la experiencia tuvo lugar mientras dormía, para mí al menos, real sí que parecía. Pero aquella vez llegué más lejos que otras que he tenido, sobre todo porque, sin llegar a entender bien cómo, en este podía oler café. Quizás sean los primeros síntomas de que estoy perdiendo definitivamente la cordura, o lo poco que me quede ya de ella, no dejo de comprender que estaba bajo el efecto de un fuerte cóctel químico, eso es comprensible, pero ¿y las lesiones?, para eso tampoco tengo explicación, igual me las hice yo, pero no me acuerdo ¿seré sonámbulo?, razoné discutiendo las reflexiones conmigo mismo.
Y aunque me tachen de loco, yo también puedo haceros lo mismo, cada cual tiene lo suyo, aunque me veas distinto. Para mí todo esto es necesario, yo no juzgo que hace el resto, aunque yo apenas los entienda, los observo, y los respeto. ¿Qué daño puedo hacer yo haciendo las cosas que hago? Es un pensamiento que siempre retumba en mis adentros, pues muchas de mis rutinas, por darles algún nombre que se me haga cómodo, estoy seguro de que son prácticamente imperceptibles por los demás, y como
La abrumadora oscuridad lo abarcaba absolutamente todo, con tanta quietud en el ambiente, que hasta asustaba. Permanece entonces un personaje totalmente inmóvil, oyendo tan solo el palpitar insistente de su pecho entremezclado con una respiración agitada, esperando poder percibir algo a su alrededor que fuese calmando la angustia acumulada de una vida que cada vez se hace mucho más difícil. Estando con los ojos cerrados, respira un par de veces profundo, intentando al hacerlo mantener un ritmo constante, pero un poco más suave, sabiendo ya de antemano, que es tan solo cuestión de segundos que sea presa del sueño. En situaciones así, se agudizan los sentidos, oyendo lo que antes podía ser imperceptible para nosotros, pero en esta ocasión, el silencio lo es tanto que hasta se hacía molesto, creando un desagradable pitido lejano, que se acabó convirtiendo en la única banda sonora. Ningún ruido furtivo en la calle, ni un repentino crujir de muebles que le sobresalte o distraiga, tan sol
Como cualquier otra mañana, John Taylor se incorporaba de la cama para comenzar un nuevo día. El necesita mantener en cierto modo su independencia así que, su cuidadora, una chica de poco más de treinta años de piel morena y cabello largo negro azabache se centraba en prepararle el desayuno, intenta con ello dejar el suficiente espacio para que él pueda hacer sus rutinas. En las que solo participa si es solicitada su ayuda.El señor de la casa desde siempre necesitó alguien a su lado que le asistiera, de pequeño estuvieron sus padres, que con el paso del tiempo poco a poco se fueron marchitando, pues los años no pasan en balde para nadie, y más todavía para quien tiene que dar pasos con el lastre de una enfermedad o deficiencia que achaca sin compasión a un ser querido. Quizás fue su complicado carácter lo que le hizo vivir prácticamente solo, nunca se le conoció pareja alguna, pues, aunque desprovisto de vista desde que nació, eso para nada es un impedimento para estar rodeado d
Pues porque como sé cómo soy, ya que me conozco demasiado bien, fue a raíz de eso, que llegué a darme cuenta que alguien no hacía las cosas como realmente debía. Al visitar rutinariamente al Doctor García para contarle como de costumbre, todos mis trapos sucios, hablé con él de mis cosas como siempre, con total naturalidad, sin tapujos ni reparo alguno. Describiéndole paso a paso cada movimiento de un día cualquiera en mi vida, mientras el anotaba apuntes sobre mí en su cuaderno de campo, estando sentado a escasos centímetros. Puedo a día de hoy, recordar con todo lujo de detalles los detalles de aquella consulta, analizados por mi visión crítica mientras charlaba recostado en ese cómodo sillón, estuve largos ratos exponiéndole en cada visita los detalles de una vida atípica que nadie comprendía, como si fuese un comediante que relata un monólogo, mientras mirando de reojo, podía ver como éste anotaba sin cesar apuntes en su libreta, incluso pude llegar a apreciar que,