Y avanzando por la calle mientras trotaba inmerso en la música relajante que llegaba a mis oídos, con sonidos melódicos que necesitaba ese día más que nunca que calmasen las dudas que lanzaba al aire mi alma inquieta, en las que mi yo interior me robaba la paz interior por no lograr encontrar las respuestas a lo sucedido en la anterior noche.
Al hacer deporte, aparte de distraer mis pensamientos, deambulaba inmerso en mi música intentando encontrar el agotamiento necesario para bajar un poco al menos, la intensidad de mi mente.
Me cruzaba con las gentes de aquel pueblo que siempre me miró como el bicho raro al que había que respetar porque era el hijo de unos padres muy influyentes en la economía local, al tiempo ellos atendían sus rutinas como cualquier otro día del año. Por allí no era muy frecuente cruzarse con quien como yo hiciera deporte por las mañanas, era un municipio tradicional con la mentalidad totalmente chapada a la antigua, en el que eso de corre
Esa misma mañana al llegar a casa después de estar largo rato corriendo, mi mente no dejaba de pensar en lo sucedido la noche anterior, intentando usar el mecanismo fallido de una lógica que no siempre me funciona, sin encontrar ninguna reflexión que fuese capaz de unir de algún modo cuerdo el velo que une el mundo de los sueños con el de la realidad, porque, aunque tengo la certeza de que la experiencia tuvo lugar mientras dormía, para mí al menos, real sí que parecía. Pero aquella vez llegué más lejos que otras que he tenido, sobre todo porque, sin llegar a entender bien cómo, en este podía oler café. Quizás sean los primeros síntomas de que estoy perdiendo definitivamente la cordura, o lo poco que me quede ya de ella, no dejo de comprender que estaba bajo el efecto de un fuerte cóctel químico, eso es comprensible, pero ¿y las lesiones?, para eso tampoco tengo explicación, igual me las hice yo, pero no me acuerdo ¿seré sonámbulo?, razoné discutiendo las reflexiones conmigo mismo.
Y aunque me tachen de loco, yo también puedo haceros lo mismo, cada cual tiene lo suyo, aunque me veas distinto. Para mí todo esto es necesario, yo no juzgo que hace el resto, aunque yo apenas los entienda, los observo, y los respeto. ¿Qué daño puedo hacer yo haciendo las cosas que hago? Es un pensamiento que siempre retumba en mis adentros, pues muchas de mis rutinas, por darles algún nombre que se me haga cómodo, estoy seguro de que son prácticamente imperceptibles por los demás, y como
La abrumadora oscuridad lo abarcaba absolutamente todo, con tanta quietud en el ambiente, que hasta asustaba. Permanece entonces un personaje totalmente inmóvil, oyendo tan solo el palpitar insistente de su pecho entremezclado con una respiración agitada, esperando poder percibir algo a su alrededor que fuese calmando la angustia acumulada de una vida que cada vez se hace mucho más difícil. Estando con los ojos cerrados, respira un par de veces profundo, intentando al hacerlo mantener un ritmo constante, pero un poco más suave, sabiendo ya de antemano, que es tan solo cuestión de segundos que sea presa del sueño. En situaciones así, se agudizan los sentidos, oyendo lo que antes podía ser imperceptible para nosotros, pero en esta ocasión, el silencio lo es tanto que hasta se hacía molesto, creando un desagradable pitido lejano, que se acabó convirtiendo en la única banda sonora. Ningún ruido furtivo en la calle, ni un repentino crujir de muebles que le sobresalte o distraiga, tan sol
Como cualquier otra mañana, John Taylor se incorporaba de la cama para comenzar un nuevo día. El necesita mantener en cierto modo su independencia así que, su cuidadora, una chica de poco más de treinta años de piel morena y cabello largo negro azabache se centraba en prepararle el desayuno, intenta con ello dejar el suficiente espacio para que él pueda hacer sus rutinas. En las que solo participa si es solicitada su ayuda.El señor de la casa desde siempre necesitó alguien a su lado que le asistiera, de pequeño estuvieron sus padres, que con el paso del tiempo poco a poco se fueron marchitando, pues los años no pasan en balde para nadie, y más todavía para quien tiene que dar pasos con el lastre de una enfermedad o deficiencia que achaca sin compasión a un ser querido. Quizás fue su complicado carácter lo que le hizo vivir prácticamente solo, nunca se le conoció pareja alguna, pues, aunque desprovisto de vista desde que nació, eso para nada es un impedimento para estar rodeado d
Pues porque como sé cómo soy, ya que me conozco demasiado bien, fue a raíz de eso, que llegué a darme cuenta que alguien no hacía las cosas como realmente debía. Al visitar rutinariamente al Doctor García para contarle como de costumbre, todos mis trapos sucios, hablé con él de mis cosas como siempre, con total naturalidad, sin tapujos ni reparo alguno. Describiéndole paso a paso cada movimiento de un día cualquiera en mi vida, mientras el anotaba apuntes sobre mí en su cuaderno de campo, estando sentado a escasos centímetros. Puedo a día de hoy, recordar con todo lujo de detalles los detalles de aquella consulta, analizados por mi visión crítica mientras charlaba recostado en ese cómodo sillón, estuve largos ratos exponiéndole en cada visita los detalles de una vida atípica que nadie comprendía, como si fuese un comediante que relata un monólogo, mientras mirando de reojo, podía ver como éste anotaba sin cesar apuntes en su libreta, incluso pude llegar a apreciar que,
Eso es lo primero que pensaba cada vez que regresaba de uno mis viajes nocturnos, con esos sueños tan extraños, pero que a la vez parecían tan reales, son experiencias que todavía hoy me hacen cuestionarme la lógica de todo lo que conozco.En aquellos años de mi vida todo pasaba demasiado deprisa, aun viviendo en plena adolescencia y prácticamente en la soledad absoluta, nunca tuve mayor problema en sobrellevarlo. Tenía como única compañía el asedio diario y constante de la voz que siempre estaba conmigo, que desde el interior de mi cabeza forjó sin preguntarme previamente, un vínculo que hoy todavía perdura, asumiendo ella sola el papel de amistades por aquellos lejanos días.Aparte de tolerar como podía unas insistentes rutinas, que en gran medida me incitaba a llevar a cabo mi amigo imaginario, con tal insistencia que en ocasiones agotaba, en esos años me mantenían ocupado prácticamente todo el tiempo. Después de haber pasado por tantas cosas, prácticamente casi todas esas
Realmente más bien fue una idea conjunta, porque, aunque no tenga cuerpo físico, la persistente compañía del eco de mi cabeza, cuando se le antoja algo, sabe bien como conseguirlo.En esa ocasión quise hacerlo bien, así que, sumido en un alarde de valentía, empujado por el ansia de saber, me dispuse a aventurarme en buscar respuestas. Pero eso sí, he de admitir que con un poco de inquietud, por las dudas que me generaba el meterme en un lugar tan extraño como ese, por eso quise averiguar a mi manera lo que escondían los rincones de aquel extraño mundo.A sabiendas de lo que podía encontrar no fuese de mi agrado, quise esa misma noche hacer una incursión un poco más profunda, porque mi subconsciente, siempre metódico, insistía en aclarar aquellas dudas, pero a su vez como yo, también temía a lo desconocido, por eso quizás me sintiera tan nervioso y agobiado, porque pensaba que pudiera llegar a encontrarme con algo desagradable o acabar metido en problemas.Repitiendo el ritu
El borroso entorno no ponía nada fácil dejar atrás el miedo junto a la maraña de dudas que colapsaba mi atormentada mente, a sabiendas que necesitaba despejar de algún modo la colorida y cambiante bruma que jugaba con mis nervios, ocultando tras ella las respuestas que tanto me inquietaban. Y entonces sucedió de nuevo, el ambiente enrarecido comenzó otra vez a regalar mis sentidos con inexplicables experiencias, esta vez agradables. Siendo el primero en hacer acto de presencia un embriagador y delicado aroma a tortitas de trigo recién hechas, que en verdad olía que alimentaba. Extrañado y sin poder ubicar la procedencia del mismo, puesto que continuaba envuelto dentro de la electrizante y absorbente nube desde que llegué a aquel misterioso lugar. Avancé como pude, intentando sin éxito mirar por donde caminaba para poder continuar abriéndome paso de una forma torpe. Tras pocos pasos, comencé a percibir la procedencia de donde creía que emanaba aquel olor que se hacía presente