Sonó el teléfono en la recepción de la consulta del Doctor que intenta mantener a raya los trastornos de Guzmán desde siempre, y la servicial secretaria que organiza la apretada agenda de un reconocido especialista de la mente humana, previa rápida consulta a su jefe por el interfono que había sobre la mesa, enseguida le pasó la llamada, en la que pudo oírse un dialogo escueto, pero totalmente entendible desde el interior de un cómodo y bien decorado despacho.
— ¡Señor James Quirón, cuanto tiempo! Dígame, ¿a qué se debe…? —y no consiguió acabar de formular su pregunta, cuando el tono alterado de la persona al otro lado del cable podía oírse farfullando casi a gritos un monólogo que el Doctor que observa la pared cargada de diplomas, ni siquiera intentó atreverse interrumpir, oyendo con atención como vomitaba todo tipo de improperios respecto al comportamiento de alguien que le estaba ocasionando más de un serio dolor de cabeza. Y tras unos segundos, según iba decreciendo el
El chico sujetó el vaso, como había hecho otras tantas veces, solo que esta vez lo hizo mirando al terapeuta como preguntándole donde debía ponerlo, en una situación tan extraña como incómoda, entonces este, fingió ser simplemente un despiste y le invitó a beberlo mientras le decía.—¡Perdón por mi torpeza! Bebe, no te preocupes, ahora sacaré el vaso. —El chico sujetaba el vaso sin entender bien que es lo que pasaba, y en la espera incómoda se vio casi forzado a beberlo, mientras el Doctor ojeaba unas notas apuntadas en la agenda que había sobre la silla, en un más que ensayado juego, donde le hizo un gesto para poder llevarse el recipiente de cristal hasta la sala contigua, entonces Guzmán apuró de un sorbo el poco líquido que quedaba, haciendo una extraña mueca en la que arrugó por completo el entrecejo, saboreando mientras gesticulaba con los labios, como si en verdad aquella agua le hubiese sabido de un modo extraño.De regreso del despacho principal, García traía consigo
En estas líneas quiero rendir un homenaje muy especial a Guzmán, un peculiar personaje que nació de lo más profundo de mis pensamientos, en algún rincón olvidado de mi mente, ahí, justo ahí es donde él aguardaba escondido el momento de hacerme saber que realmente existía. Y aunque no lo creas me insistió durante mucho tiempo, de una forma muy sutil, lanzándome señales que incluso alteraban mi comportamiento, para que comprendiera de ese modo como se siente y así me aventurara a contar sus hazañas. Insistió hasta el punto de acabar siendo el protagonista principal de mi primera novela " Un mundo irreal". Donde este sujeto pasó por lo suyo, intentando integrarse a su peculiar manera y sin lograrlo del todo, en una sociedad que lo tacha unas ocasiones de excéntrico y otras veces de loco, dándole todos de lado sin tratarlo como realmente se merece. Todos tenemos nuestros propios demonios dentro, solo que muchos saben disfrazarlos demasiado bien para que no salgan afuera, aparentando
Cuarenta y dos, cuarenta y tres, cuarenta y cuatro, cuarenta y cinco, cuarent.... M*****a sea, no puede ser, siempre fueron cuarenta y cinco, estoy seguro de que algo hice mal. Y entonces, este gesto sin sentido para el resto de mortales que siempre me miran como a un bicho raro al frenarme en seco en mitad de la calle, me lleva de nuevo a ser el centro de atención una vez más sin poder hacer nada por evitarlo. Ellos jamás llegarán a comprender que, para mí al menos, esto es realmente una cosa importante. Pues sí, este camino que llevo haciendo desde hace años, lo tengo medido al milímetro, juraría poder hacerlo sin problemas incluso con los ojos cerrados. A diario, camino como el resto de mortales, solo que yo lo hago de una forma algo distinta, donde cada paso que doy está más que medido y estudiado. No puedo hacerlo como todo el mundo, en mi caso la forma correcta es siguiendo un perfecto trazado que nunca jamás cambio, teniendo en cuenta todas las dificultades que entrañ
Pues tampoco es tan complicado, yo lo tuve claro desde siempre. En casa, hay que seguir varias normas básicas de convivencia, y si todos las respetan, al menos yo, me encuentro un poco más tranquilo. De entre las cuales, os nombro algunas, que para mí son muy importantes y os explico por qué siento la obligación y la necesidad de llevarlas a cabo. Aparte de estas, yo tengo mi propio repertorio de rituales especiales de cosecha propia, que no vienen a cuento ir contando en todo momento a todos, y tampoco creo que os incumban, pues yo no me he metido jamás en la vida privada de nadie. Norma de convivencia número uno. Y quizás una de las más importantes es la limpieza, y aclaro el motivo. El entorno debe por necesidad fisiológica mía, tener una higiene y desinfección absoluta, porque, aunque no lo veamos con nuestros propios ojos, estamos invadidos por bacterias y microbios de todo tipo que proliferan por todos lados, multiplicá
Y aunque parezca extraño, después de mucho tiempo, ahora ya me encuentro bastante mejor. Hace meses que dejé el maldito tratamiento, todavía recuerdo el efecto que esas pastillas hacían en mí, y puedo decir con total seguridad que no me estaban haciendo ningún bien. Si que es verdad, que conseguían de algún narcótico modo aplacar la voz persistente que susurraba sin descanso dentro de mi cabeza, pero nada más. Seguro que habrá quién me tache de loco, pero es lo más parecido a sentir compañía que tuve durante años, ustedes tal vez sientan lo mismo solo que lo nombran de diferente modo, como consciencia, o tal vez es simplemente se muestra como una voz amable que les susurra pensamientos, o recuerdos. Pienso que todos convivimos con uno, solo que mi oscuro pasajero dista mucho de ser algo así. La única misión de mi subconsciente, es la de ponerme las cosas cada día un poco más difíciles que el anterior, no me deja dar un paso por mi cuenta, me juzga en todo lo qu
Y aquí estoy, otro día más intentando saber qué fue lo que me trajo hasta este sitio, caminando siempre solo con la única compañía de mis pensamientos y unos recuerdos que me llegan bastante difusos, dictados con redundancia por la voz de siempre. Puedo notar como la gente que pasa a mi lado apenas percibe mi presencia, y en verdad es algo que me da igual, pues tampoco los necesito. Tan solo avanzo a lo largo de los años, quizás por inercia, echando a mis espaldas un cúmulo de días vacíos, que en verdad, no me aportan nada.Dando pasos calle abajo, esquivando mis propios peligros, incomprendidos por un montón de extraños, yo soy feliz a mi manera, con mis rituales y por supuesto su peculiar orden. Desde pequeño seguramente he sido así, al menos eso es lo que creo, no es que vivan en mí muchos recuerdos, pues tal vez mi narcotizada memoria me esté jugando ya malas pasadas. Quizás, según mi terapeuta, debiera salir de mi entorno controlado, y forzar situaciones en l
Realmente me faltan detalles sobre mi propia historia, pues hasta donde sé, desconozco el paradero de mis padres biológicos, sí, lo reconozco, soy adoptado y posteriormente, abandonado. Mis padres no tuvieron reparo alguno en confesarme desde muy niño, que ellos nunca planearon mi existencia. Más bien creo que soy un cúmulo de desdichadas coincidencias, donde el abandono de un pequeño coincidió por azar, con uno de los tantos viajes de mis padres, en los que se alinearon las cosas para bien o para mal, haciendo que yo cayera en esta familia, bueno, familia por llamarla de algún modo.Todo hasta donde sé, comenzó en un recóndito y pequeño pueblo de Sudamérica, donde mis padres en esa ocasión, por mano del destino, hicieron acto de presencia para conseguir los permisos necesarios para iniciar la construcción de una de sus fábricas. Parte de la infraestructura de la red de negocios de la familia está basada en la fabricación textil, donde el primer paso siempre es, localizar
Y quizás fue por eso que prácticamente siempre he estado solo, fui creciendo acompañado desde la distancia por unos padres que en verdad nunca estuvieron ahí, o al menos no lo estaban para mí. Recuerdo de pequeño largas horas jugando en solitario, donde a veces inventaba amigos que llenarán los huecos de quienes no estaban. Pero en verdad de poco me servía, la única compañía real de aquel tiempo, era la de quién cuidaba la casa por esos años y que hacía poco más que alimentarme, asegurándose que cumplía en los estudios, lo justo y necesario para mantener a salvo su trabajo, informando a los dueños de su contrato de cómo iba todo cuando se lo pidiesen, cosa que tampoco tengo constancia que se repitiera con mucha frecuencia. Porque desde siempre me he sentido como una posesión más, un capricho pasajero, juguete de carne y hueso que acabó por el azar, abandonado a su suerte. Pues al fin y al cabo mi madre adoptiva terminó haciendo con el paso del tiempo lo que siempre s