Samantha no salió ni un solo segundo de mi cabeza y de mis oraciones, aunque trataba de mantener la calma y pensar en positivo. El asesinato no tiene perdón de Dios, pero ahora que el mundo se ha abierto ante mis ojos de una forma que antes no conocía, puedo entender mejor a las personas que cometen algún delito o crimen en sus vidas.Ellos no lo hacen por deporte o porque despertaron con ganas de hacer daño; detrás de toda consecuencia hay un atroz pasado que muchos no nos detenemos a pensar. La justicia no ayuda a que los crímenes se paguen como es debido y muchos otros esperan que sea Dios el que castigue en vida a un ser despiadado y sin alma; no obstante, cuando no se obtiene ninguna de las dos justicias, otros pocos deciden actuar bajo a bruma del dolor y la impotencia y hacer pagar una sentencia justa que los libre de ataduras para siempre. Samantha entra en ese grupo de personas que toman justicia por mano propia. No creo que se trate de venganza, pues ella solo busca resarci
Se puede amar de muchas maneras, se puede calentar la piel con muchos cuerpos, incluso se puede traicionar el corazón tratando de hacerle entrar en razón con muchos otros corazones que no laten al mismo ritmo que el nuestro; pero nunca se podrá dejar de amar a nuestra más grande perdición, esa que al oído susurra palabras de amor cada noche y clama en vida el tacto de su piel; esa que llora de felicidad cada que se encarniza entre los tejidos y los huesos y no se cansa de danzar en el aire con su largo cabello revuelto; esa que ordena adoración y entrega adoración en cada beso; esa que el corazón no buscaba, pero que encontró entre las tinieblas para ser salvada y amada hasta que deje de latir por ella. La vida tiene su ciencia, a veces comprendemos que el acto de amor es solo en base del sexo; no obstante, el amor se construye con sueños, honestidad y de genuino amor para con la otra persona. En el camino de tranquilidad y soledad que vivía antes de ella, una mujer y un amor no form
PrólogoLa tentación siempre estuvo al acecho, rodando mi alma cuando me detenía a pensar en mi propia vida y siguiendo cada uno de mis pasos sin importar cuán largos podrían ser, pero bien pude librarla con mi buena fe y mis oraciones; no obstante, mi amor por Dios se vio en tela de juicio cuando ella apareció en una noche tan fría y solitaria en medio de mi camino; tan hermosa como un ángel, tan frágil como una rosa y tan malherida como una pequeña palomita que busca a como dé lugar protección.Me perdí en sus labios rojos y carnosos, en sus curvas perfectas y bien pronunciadas, en el aroma dulce y putrefacto de su sangre y su alma; pero, sobre todo, en la pureza de su ser cuando la muerte estaba a poco de llevársela bajo su abrigo.La cuidé, la curé, la protegí y la mantuve conmigo hasta que sus alas se abrieron y me mostraron la oscuridad que en ellas habita listas para atrapar a todo aquel buen samaritano para destruirlo en sus abrazos pasionales y maquiavélicos.Ella es el ángel
—Siempre es un honor contar con su santa presencia, padre.—Sabe que lo hago con el mayor de los gustos, Srta. Collins.—Espero que pronto pueda regresar.—Cuando tenga mi día libre, cuente una vez más con mi presencia. Ahora si me permite, debo irme. El camino es largo.—Tenga mucho cuidado, padre.—Lo tendré. Hasta pronto.—Bendición, padre.—Que Dios te bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo — marqué la señal de la cruz en su frente, mientras cerraba sus ojos.—Gracias, padre.Me despedí con la mano antes de salir del orfanato donde crecí e irme en mi auto en dirección a la iglesia.Durante el camino decidí escuchar un poco de música clásica, de esa manera no me siento tan solo a tan altas horas de la noche.Mientras la música suave infestaba mis oídos, me perdí en los recuerdos de mi niñez. Desde pequeño tenía claro que quería servir a Dios, supongo que la Sra. Collins, la madre de la actual propietaria del lugar, fue quien me guio por ese camino del bien, p
Una vez llegué a la iglesia, dejé a la chica en mi cama y me dispuse a preparar toallas limpias, alcohol, vendas y una aguja esterilizada para suturar, lo que en efecto, es una herida de bala. Tenía muchas preguntas, entre ellas: ¿por qué una mujer tan joven se encontraba en esta situación en medio de la carretera? Tal vez sea alguien importante y quisieron robarla, o quizás es alguien a quien debo dejar en manos de las autoridades. No sabía qué hacer, pero tampoco tengo tiempo para juzgar su proceder, más cuando su vida pende de mí.Limpié toda la sangre con la ayuda de las toallas y el alcohol, dejando su piel limpia para proceder a realizar el siguiente paso. La bala la pude apreciar, brillando en el medio de su carne, por lo que, con mucho cuidado de no hacer ningún movimiento en falso, la logré retirar con un par de pinzas que encontré en el botiquín de los primeros auxilios. Ella se quejó, más no abrió los ojos.—Padre, salva a tu hija de la muerte, aún no es momento para que la
—Lamento interrumpir — escuché la voz de Adela y me alejé un poco de la chica, lo que menos quiero es que vaya a pensar cosas que no son de mí—. He traído el vestido, aunque no sé si sea de su talla, pues yo soy delgada y la señorita es...—No te preocupes, preciosa. Así está más que perfecto.Por poco padezco de un infarto cuando se apartó de mis brazos, quitó la túnica de su cuerpo y se puso el vestido bajo la mirada mía y de Adela. Nunca había visto el cuerpo desnudo de una mujer, aunque en la noche quité su vestido para limpiar toda la sangre, lo hice con el total de los respetos y no vi nada que no debía. Ahora fue inevitable y tampoco me dio tiempo de no ver más allá. Sus senos redondos, firmes y perfectos, las curvas bien proporcionadas de su cuerpo, su cabello que, ahora me percato, cae húmedo a su espalda baja. Los tatuajes que adornan la mayor parte de su piel, y la forma exacta en la que su feminidad se pierde en el medio de sus muslos...¡Dios mío! ¿Qué me pasa? Me aparté
La traje conmigo a mi despacho y le ofrecí el teléfono de mi escritorio en completo silencio. Siento que me estoy hundiendo en un pozo oscuro y sin salida con cada uno de esos pensamientos que he tenido en cadena.—Gracias, padre.—Puedes hablar con tranquilidad, estaré preparando un té mientras tanto— salí de inmediato de mi despacho, no podía permanecer un segundo más bajo esa mirada tan cargada.Preparé té para los dos mientras esperaba con manos temblorosas que terminara su llamada y se uniera a la mesa conmigo. Aunque hace poco dejé de ayunar, tendré que volver a hacerlo a partir de mañana a raíz de esos malos pensamientos que me están azotando la cabeza. Un mes no es penitencia justa, pero será lo suficiente para recapacitar sobre mis malas acciones. El mal no puede ser más fuerte que el bien; Dios siempre ilumina los caminos más oscuros y vacíos, dejando su gran luz a la vista de quién la necesita.Estaba sumido en mis pensamientos, recordando y dejándome en claro que las prov
—N-no sé de qué me habla. Por favor, está en la casa de Dios. ¡No puede irrespetar lo sagrado de esta manera!—No me haga perder la poca paciencia que tengo, padre — presionó el arma en mi cabeza con mucha fuerza—. Usted decide si hablar o callar para siempre.—Es que no entiendo a lo que se refiere...—¡Le daré un solo segundo para que me traiga a esa maldita perra de rodillas ante mí!—¿Qué es ese escándalo? — Samantha apareció en el umbral de la puerta, luciendo tan tranquila e incluso con una sonrisa ladeada plasmada en los labios.—Eres una maldita cucaracha, casi imposible de erradicar — gruñó el sujeto, dejando ir mi cabeza para apuntar a ella.—Multiplicarnos para joder la existencia humana es el mayor de nuestros placeres — le apuntó su arma de la misma forma en la que el hombre le apuntaba—. Y solo para que estemos claros; yo no me arrodillo ante ningún hijo de perra. Me encontraba en el medio de dos personas armadas, no sabía qué hacer ni qué decir, ni siquiera podía gesti