Final

Samantha no salió ni un solo segundo de mi cabeza y de mis oraciones, aunque trataba de mantener la calma y pensar en positivo. El asesinato no tiene perdón de Dios, pero ahora que el mundo se ha abierto ante mis ojos de una forma que antes no conocía, puedo entender mejor a las personas que cometen algún delito o crimen en sus vidas.

Ellos no lo hacen por deporte o porque despertaron con ganas de hacer daño; detrás de toda consecuencia hay un atroz pasado que muchos no nos detenemos a pensar. La justicia no ayuda a que los crímenes se paguen como es debido y muchos otros esperan que sea Dios el que castigue en vida a un ser despiadado y sin alma; no obstante, cuando no se obtiene ninguna de las dos justicias, otros pocos deciden actuar bajo a bruma del dolor y la impotencia y hacer pagar una sentencia justa que los libre de ataduras para siempre.

Samantha entra en ese grupo de personas que toman justicia por mano propia. No creo que se trate de venganza, pues ella solo busca resarci
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