Apresurada camino por los pasillos de la universidad rumbo a la salida.
—Tienes que esforzarte más —comenta el chico que está a mi lado.
—¿Y quién eres tú para decirme lo que tengo que hacer?—pregunto, deteniendo mis pasos para enfrentarle.
—Vine a...
Alzo mi palma para que se detenga.
—Viniste porque ellos te lo pidieron, conmigo no te hagas, y no me sigas, tú y yo somos simples conocidos, no vengas a opinar de si me esfuerzo o no, que te quede claro —me doy la vuelta, dando zancadas hacia la salida.
Estoy ardiendo en rabia, hoy no es un buen día que digamos, estuve trabajando tanto para ese proyecto y resultó ser un fracaso, como mis padres nunca asisten a nada que tenga que ver con mis estudios desde pequeña, no tendré que darles ninguna explicación.
Sacudo la cabeza echando mi melena hacia atrás, miro hacia el frente buscando a mi chófer, pero se me escapa el aire de la impresión, jadeo sorprendida, doy varios pasos hacia atrás, y me pego de espaldas a una pared.
¡¿Qué está haciendo él aquí?!
Respiro agitada, sin poder asimilar aún que él esté ahí, y con un ramo de flores, siendo tan cursi como en las películas, Dios, en serio no piensa rendirse.
Acomodo mi cabellera sobre mis hombros y soplo mis palmas por el sudor, suelen sudarse por mis nervios, respiro hondamente y salgo de mi escondite, llena de nervios y con las piernas hechas gelatinas, es demasiado para mí tenerlo en frente, es que es tan guapo, y tan misterioso también.
Avanzo, nerviosa y jugando con mis manos entrelazadas. Cuando chocamos miradas, sucede algo extraño, como si una conexión entre nosotros hiciera chispas, ni siquiera parpadeamos durante el rato que nos quedamos mirándonos intensamente.
Sus ojos son de un café oscuro que hasta podía confundirse con negro, sus labios tienen un tono morado, su barba está bien recortada, y sus cejas sacadas perfectamente, su postura y en la manera en la que mira se podía decir que era de un depredador muy peligroso, es alto y grande, delante de él, soy un pinguino.
—Estás aquí —suspiro, sosteniendo con fuerza la tira de mi mochila.
—¿Ujum?—inquiero, acercándose. Desvío la mirada tragando grueso. —. ¿Te pongo nerviosa?
Suelto una pequeña risa temblorosa.
—Ya quisieras.
Sonríe travieso, alejándose un poco, cosa que agradezco, no sé por cuánto tiempo podía aguantar la respiración.
—Te traje éstas flores —me extiende las flores blancas.
Las tomo un poco nerviosa, ¿en serio? ¿un poco? Estoy que mis piernas ya no son seguras.
—Gracias, eso ya no es tan común —vuelvo a mirarlo a los ojos.
—Yo menos —me guiña un ojo.
—No seas cursi —me balanceo oliendo las flores, me encantan las flores blancas, tengo varias favoritas, y raramente no me gusta una más que otra.
—¿Qué? No me digas que eso te derrite —dice divertido
—¡Ey! —lo tomo del brazo alejándonos del lugar.
—Ya —alza las manos en defensa. —. Te propongo dos cosas, es una o la otra, no se vale ninguna, te llevo a casa o a comer helado —se coloca frente a mí, deteniendo mis pasos.
—Eso es trampa —chillo, bajito a penas. —. Mary tuvo que haberte dicho algo, sabes que no te dejaré llevarme a casa y que tampoco negaría una invitación a comer helados —me cruzo de brazos fulminándolo con la mirada.
—Vale, lo acepto —entra sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón. —. Pero, no te me escaparás.
—Ni modos, no eres de aceptar un no —me encojo de hombros.
—Déjame ayudarte, sólo espero que no lleves piedras ahí —retira de mis hombros mi mochila y la lleva a la suya. —. Vamos que el helado no vendrá a nosotros —empieza a alejarse.
—Muy gracioso —ruedo los ojos caminando junto a él.
No pasa ni diez minutos y ya estamos en una heladería, mientras como de mi helado de fresa con mermelada encima me desahogo con él sobre mi proyecto, de hecho sino me hubiera preguntado por como iba con la universidad ni me acordaba.
Paso un mechón detrás de mi oreja mientras siento su mirada como fuego sobre mí.
—Me gusta poder ver tus expresiones, por teléfono sólo puedo imaginar tus facciones, gestos y eso —expresa, mirándome confuso.
Sonrío sin poder evitarlo.
—En cambio yo siempre tengo presente tus ojos —confieso tímidamente.
—OHH —jadea, haciéndose el impresionado. —. Eso es lindo.
Mira su teléfono por unos segundos y bufa.
—¿Todo bien?—pregunto, no quiero sonar metiche, pero la curiosidad no me deja.
—Los tórtolos —rueda los ojos.
—¿Se pelearon?—pregunto, con cierto interés.
Niega con la cabeza, y me encojo de hombros ya que no entiendo.
—¿Tú crees que ese matrimonio funcione?—su pregunta me sorprende, aunque debo admitir que también pensé en eso.
—No lo sé, tal vez un milagro de amor los salve a ambos.
Me mira sin parpadear y sonríe.
—La niña cree en el amor —dice divertido.
—Todo aquel que ama en este mundo, a quién sea que ama, cree en el amor —tomo la última cucharada de mi helado.
Nos quedamos mirando a los ojos sin parpadear ninguno de los dos, él me mira de una manera intensa como si me retara con la mirada, yo no le agacho la cabeza a nadie, y ese placer ni al poderoso de mi padre se lo doy.
—Que seguridad —dice con orgullo en la voz.
—¿Debería tenerle miedo señor?—junto mis manos debajo mi barbilla.
—No, pequeña, de hecho sólo doy miedo cuando mi territorio se ve amenazado —guiña un ojo, ese gesto se ve tan sexy en él.
—Me tengo que ir —le aviso, tomo mi mochila del respaldo de la silla y me paro.
—Te... Olvídalo —sonrío bajito, se para y me deja caminar delante, como si me cuidara la espalda.
Al estar fuera del local volteo para despedirme.
—Te seguiré robando hasta que tengamos otra cita, ya tuvimos una antes, ¿Por qué no otra?—me mira con tristeza. —. Esto no ha sido una cita, no lo uses como pretexto.
—Puede ser —me acerco y beso su mejilla fugazmente antes de darle la espalda.
Al llegar a casa, le pido disculpas a mi chófer quien por suerte no se pasó el rato esperándome ya que me vio marcharme con el moreno.
Me pongo en contacto con mis compañeros para realizar otro proyecto, no me queda de otra, termino la lista de cosas y se las envío.
—Señorita —escucho el chillido de la puerta.
Giro sobre mi asiento y veo a la ama de llaves en mi puerta.
—¿Qué sucede?—pregunto mirándola.
—Los señores solicitan de su presencia en la sala —me avisan con serenidad.
La miro sin saber que decirle, no tengo ganas para tener una conversación con ellos, lo único seguro y bueno es lo que ellos digan, mi opinión no vale.
—Diles que me siento indispuesta —giro regresando mi vista al ordenador.
—La solicitan sí o sí —aclara.
—Vale, ya voy —gruño molesta, ella no tiene la culpa de nada, pero no estoy de humor para soportar a mis padres.
Cierro de golpe el ordenador y bajo a la sala para ver de que se trata su llamado.
—Pueden ahorrarse las disculpas, estoy haciendo esa carrera por mí, no por ustedes y no espero a que me apoyen —hablo mientras paso a sentarme frente a ellos.
—¿Qué pasó con Manuel? —pregunta mi padre.
Río.
—No sabía que tenía un niñero, saben perfectamente que no me agrada, y no quiero tener esta conversación, tengo muchísimas cosas más importantes que hacer —exclamo parándome.
—Siéntate —demanda mi padre.
Ruedo los ojos, y me siento de mala gana.
—Eres una dama de sociedad, y te comportas como tal —dice con molestia, mirándome como si fuese de lo peor. —Manuel es...
—Sí, sí, hijo de tus socios, amigos, lo que sea, no me interesa, estoy segura de que el hecho de que me apoyen con mi carrera tiene un precio y no son ideas mías —sin darles tiempo a que comenten algo regreso a mi habitación.
Bufando me vuelvo a sentar frente a mi ordenador, todo enojo desaparece cuando veo un mensaje de él, sonrío como boba.
Con mis estudios me es fácil ignorar a mis padres, tampoco es que pasaran mucho tiempo en casa, mi padre se la pasaba de viaje haciendo negocios, mi madre algunas veces se iba con él, otras se encargaba de que todo estuviera bien con la empresa. Mi padre la respeta y todo, pero le gusta ejercer demasiado control sobre las personas y eso no me gusta, me quieren, no lo dudo, pero no me gusta que controlen mi vida, me choca.Hoy es sábado y aunque estoy libre de los deberes de la universidad ya que me desvelé el jueves para terminarlo todo, no tengo ánimos de mucho, aparte de eso tomo cursos de idioma, mi madre y Mary dicen que no estará nada mal para mi carrera y me convencieron.Mi celular vibra sobre la mesa y lo tomo. Contesto sin mirar de quien se trata y llevo el aparto cerca de mi oído.—Hola —contesto parándome de la mesa.—No miraste de quien se trata —esa voz...Alejo el aparto de mi oído y gruño bajito.Ash, ¡que tonta!—¿Qué desea señor?—pregunto juguetona.Escucho su risita
Inclino mi mano para unirla con la suya, aceptando su ayuda para salir del auto, como todo un caballero. —Gracias —le agradezco con una sonrisa. No me suelta, contrario a eso entrelaza nuestros dedos con firmeza, su mano le brinda calor a la mía, sólo ruego por no ponerme a sudar y arruinarlo. Entramos al restaurante y se escucha un pitido, supongo que anunciando un nuevo cliente, el lugar es espacioso, las mesas son de color caoba, hay flores por fuera del local que resalta el aura del lugar, hay una pequeña cantidad de personas, unos hablando, otros comiendo. Hugo elige nuestra mesa y va por nuestra comida, hay una pequeña fila, no tan larga, desde mi lugar puedo observarlo, la cocina está al fondo y como si formara el número 7 está conectado a donde sirven la comida. El moreno de ojos cafés regresa con una pizza mediana y dos jugos naturales en una bandeja, me sirve y luego busca mis ojos. —Hablaré con Mary —amenazo. —La sobornaré si es necesario —advierte tranquilamente. Lo
—Las cosas tienen que cambiar, más ocupaciones, fíjate que tu papá nos alcanzará para irnos por una semana a Australia, ésta noche abandona San Adrián —dice, moviéndose hacia mí, pero no la dejo tocarme.—No te preocupes si viniste a convencerme, yo obedezco señora —le digo sin mirarle.La escucho suspirar y sé que no sabe que más decir.—¿Qué te hace falta? Es como si no fueras feliz, hay personas que pagarían por ser hijos de tu padre, lo tienes todo, tienes a tus padres, ejerces tu carrera...—Ya —exclamo para que se detenga. —. El problema es que soy muy diferente a ustedes, el dinero no me hace feliz, corazón y billetes no se llevan de la mano, no se le puede dar más prioridad que eso se vuelve ambición, haber mamá, la última vez que tuvimos una conversación íntima fue a mis quince años, cuando me gustaba Geraldo, papá siempre fue ambicioso pero esperaba que tu no cambiaras, que siguieras siendo mi mejor amiga, pero de estar conmigo pasaste a estar con gente fina, señoras lengua
Loúnico divertido fue hacerle la vida imposible al inepto de Manuel, pues tenía que ser mi guardaespaldas por la semana completa, y pues, no se la puse nada fácil. No sé porque no se quedó a donde había ido, pero ni modos, se había ido a estudiar, no a quedarse.Salgo del baño secando mi cabeza, estoy muy emocionada ya que pronto volveré a casa, a quien engaño, estoy emocionada por volver a ver a Hugo.—¿Qué carajos estás haciendo en mi habitación? —pregunto, mirando desconcertada al hombre que está frente a mí mesa.Voltea con mi celular en su mano, mi corazón se encoge de sólo pensar que pudo adivinar la clave.—Mmm, ¿Qué ocultas pequeña? Un noviecito, mejor dicho, un morenazo —dice, jugueteando con mi celular.
No tengo un lugar un favorito con exactitud, pero me encanta todo que tenga que ver con la naturaleza, bosques, ríos, playas, zoológicos, pero sobre todo el mar. —Hay algo que aún no me has dicho, es sobre la llamada que tuvimos —comenta, caminando junto a mí. De sólo recordar aquello me molesto, pero no lo hago notar. —Cuando llamaste le había terminado de decir sus verdades a mi madre, estaba algo molesta —explico sin detalles.Estamos caminando tomados de la mano cerca de unos arboles, vivir en la ciudad es hermoso, pero no es tan hermoso como vivir en el campo, u en lugares no tan desarrollados, donde hayan arboles,contrario a la ciudad, la cual está llena de edificios y construcciones. —¿Por qué estabas molesta? —pregunta, y no me sorprende, lo quiero saber todo. —Literalmente sólo están para darme órdenes, las cosas estaban muy bien entre nosotras, con mi padre nunca tuve tanto apego, pero desde que se volvieron multimillonarios, menos amor quedó, le dije a mi madre que mie
¿De que estará hablando? Luchando en contra de mi orgullo logro bajar, la tomo de la mano para llevarla a su habitación. —Necesitas descansar, a pesar del ogro que es tu marido, no creo que te sea infiel —le digo, ayudándola a subir las escaleras. Luego de dejarla en su habitación entro a la mía, confundida y llena de dudas. “Se te cumplió el deseo” esa frase resuena en mi cabeza. Me meto a darme una ducha para luego empezar a hacer mis tareas. Unas horas más tardes, intento concentrarme pero no lo logro, unos gritos desde la recamara de mis padres no me dejan, no entiendo que rayos les pasa, no suelen discutir así, ya el dinero se les subió a la cabeza. Para mí siempre fue suficiente lo que teníamos antes, pero ni modos, mi padre es ambicioso en cuanto a sus sueños y en el fondo estoy orgullosa de lo mucho que ha logrado, y limpiamente. Me levanto para ir a ver que sucede ya que no soporto sus gritos. —¡Estamos en un gran lío y tu me vienes con tus estúpidos celos!—grita mi p
El viento sopla fuertemente contra mi rostro desordenando mi cabello, estoy sentada sobre el baúl de su auto, y él está parado entre mis piernas, con los brazos apoyados a mis costados. —Me enteré de lo que pasó —comenta, lo supuse. —No me han querido decir nada, sólo sé lo que dicen las redes —digo molesta. —Hacen bien, necesitas concentrarte en tus estudios —dice con tanta seriedad que no me lo creo. —¿Es en serio? ¿Acaso tienes hijos? Tengo derecho —reclamo. —No he dicho lo contrario, ellos no quieren que lidies con eso, yo en su lugar haría lo mismo, te mantendría lejos de aquello, imagina él que es tu padre. Poso mis manos sobre sus hombres. —¿Sabes? A pesar de todo ellos siempre fueron felices, y no quiero que eso cambie, no se que motivos tendrá mi madre pero ella cree que mi papá le es infiel, y los instintos de mujer no fallan —ríe por lo último. —Mira pequeña, eres su hija, sí, pero quiero que sepas que en los problemas de pareja nadie se mete, sobre todo si están ca
Por más que quisiera pensar lo mejor de mi padre, no puedo, simplemente no puedo, siento que por algún motivo está así, algo quiere de mí, no me culpo porque perdí la confianza en ambos, y no es que hicieran gran cosa para recuperarla. Sólo espero que resuelvan pronto el lío que hay con la empresa, prefiero que estén metidos en la empresa a que estén tristes en casa, por aquello que han logrado con mucho esfuerzo. Debo admitir que fue un gesto muy bonito de su parte tomarse el tiempo de ir a verme dando la clase, dijo que lo hice bien, espero ver ese bien en mis calificaciones y que no lo haya dicho por ser mi padre. Siento a alguien posarse detrás de mí y darme un beso en el cuello, giro sobre mi asiento confundida, si es Manuel, lo saco a patadas.—¡Hugo! Por Dios, ¿Cómo entraste? ¿Qué haces aquí? Mis padres no pueden verte —farfullo asustada, me paro para asechar por la ventana pero el me toma de la muñeca y me pega a su cuerpo. —No me aguante las ganas de verte —me besa, litera