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Capítulo 4. Aún no me puedes besar

Inclino mi mano para unirla con la suya, aceptando su ayuda para salir del auto, como todo un caballero.

—Gracias —le agradezco con una sonrisa.

No me suelta, contrario a eso entrelaza nuestros dedos con firmeza, su mano le brinda calor a la mía, sólo ruego por no ponerme a sudar y arruinarlo.

Entramos al restaurante y se escucha un pitido, supongo que anunciando un nuevo cliente, el lugar es espacioso, las mesas son de color caoba, hay flores por fuera del local que resalta el aura del lugar, hay una pequeña cantidad de personas, unos hablando, otros comiendo.

Hugo elige nuestra mesa y va por nuestra comida, hay una pequeña fila, no tan larga, desde mi lugar puedo observarlo, la cocina está al fondo y como si formara el número 7 está conectado a donde sirven la comida.

El moreno de ojos cafés regresa con una pizza mediana y dos jugos naturales en una bandeja, me sirve y luego busca mis ojos.

—Hablaré con Mary —amenazo.

—La sobornaré si es necesario —advierte tranquilamente.

Lo miro atónita, éste hombre no tiene límites y mucho menos se rinde fácil. Ríe al ver mi cara.

—Sólo bromeaba, babeaba por la comida, no por mí —abro la boca de la impresión.

¡Que descarado!

—Sólo porque estamos en público no te estampo la pizza en tu bonita cara —aclaro llevando un trozo de pizza a mi boca.

—Voy a comer lo que puedo, no lo que veo, buen provecho —dice, dejando de mirarme al fin.

Tapo mi rostro al entender sus palabras, niego una y otra vez, sacando esas imágenes que me obligó a imaginar por su comentario tan descarado. Si por mi cuenta pensaba en como usaría sus dientes para morder mi labio, ahora imaginaba el uso que le podía dar a esa boquita tan hermosa que tiene.

Agacho la cabeza avergonzada de mis propios pensamientos, quito los vegetales de la pizza, raro, si tanta información le da Mary de mí, debió elegir otro tipo de pizza, ni modos, es capaz de hacerlo para molestarme, sonrío con malicia, recojo todos los vegetales y los echo en su plato, y me pongo a comer ignorándolo.

Después de comer, de las gradas que llevaban a un parque, terminamos en el césped de aquel parque, no nos importó tirarnos ahí, el momento estaba siendo especial.

—Dos, uno en la preparatoria, y el otro fue algo así como un juego —ambos estamos acostados de lado, con una mano debajo de la cabeza frente a frente mirándonos a los ojos.

—Ohh, la chica es mala —dice riendo.

—No, todo lo contrario —me defiendo.

—Yo tuve tres; bueno, contando sólo lo estable —lo miro con más atención. —. La que me marcó fue la última, Ana, para su cumpleaños le compré un departamento y al otro día la encontré con otro ahí, eso no fue lo peor, lo peor fue que me echó la culpa y luego, buscó todos los pretextos para estar conmigo, y lo más bajo que llego hacer, fue decirle a sus padres que yo había sido el primero...

—Para que te casaras con ella —concluyo, y él asiente. —. Sinceramente, ustedes los hombres a veces se meten con mujeres bien locas, aunque también le pasa a mujeres, sino la golpea, puéis les pone los cachos — suelto un sonoro suspiro.

—Pero también pasa que encuentras a tu compañera ideal, no la que te complementa, o la que tiene muchas cosas en común contigo, puede ser con la que no paras de pelear, la que tiene pocas cosas en común contigo —dice, mirándome fijamente a los ojos, inclina su mano y toca mi mejilla suavemente.

—Como tú y yo ¿no?

—Gracias por decirlo —exclama dramáticamente. Se para del césped y yo me incorporo mirándolo desde el suelo.

—¿Nos vamos?—pregunto.

—No, compraré algo —dice alejándose.

—No te creo —exclamo, volteando a verlo.

—Tienes razón en no hacerlo —comenta sin detenerse.

Me paro abruptamente, tomo mi bolso y echo a correr detrás de él mientras abrocho el bolso a mi cintura.

—¡Te voy a matar Hugo, créeme que sí! —grito sofocada, pero no me detengo.

Él en vez de detenerse echa correr, hasta ahora es que siento que mis botas pesan   y eso estorba.

>Te va a costar esto, Hugo< pienso con malicia.

Me detengo al perderlo de vista, acomodo mi cabello y tranquilizo mi respiración, miro alrededor desorientada, hay un grupo de adolescentes cerca del lago con la canción “Destino” de Greeicy_Nacho, se escucha lejana pero claro.

Decido seguir de largo a ver si encuentro a mi cita por algún lado, lo veo salir entre unos árboles cerca del lago, corro para pegarle un manotazo pero mi mano queda en el aire al ver que trae dos conos de helados en manos, justo en ese momento pasa el vendedor de largo cerca del lago, éste lugar es más grande de lo que creía.

Hugo se encoge de hombros sonriendo.

—Te salvas —digo quitándole uno de los conos de helado.

Agranda su sonrisa, y me indica con la cabeza que vayamos hacia el fondo, pasamos cerca de los árboles que desde allí me tapaban la vista, nos quedamos mirando la nada comiendo helado, hasta que mi alarma sonó, era hora de irme, que rápido pasa el tiempo, claro, cuando te diviertes es así.

Miro a Hugo y él asiente.

—No será la última —me sonríe. Él siempre convierte lo negativo en algo sin importancia y me saca una sonrisa, es como si moldeara lo malo, y lo usara a nuestro favor.

Caminamos de regreso al restaurante donde dejamos el auto estacionado, nos montamos y tomamos rumbo de regreso.

Hago que me deje frente a la Heladería, no pueden verlo cerca de mi casa, no quiero darles sorpresas a los controladores de mis padres, yo les diré en su debido momento, dependiendo de lo que pase.

—Mientes si te atreves a decir que no te divertiste —dice sacándome de mis pensamientos.

Sonrío.

—No me puedo negar —admito.

—No puedes poner en duda de mis habilidades —dice, haciéndose el importante.

—Me divertí —confieso mirándolo a los ojos.

Él sonríe satisfecho, corta la distancia entre nosotros acercándose, tiene una mano apoyada al auto mientras yo apoyo mi cuerpo cerca de la puerta de atrás.

—Me alegra —dice, sin dejar de aproximarse, cosa que me preocupa.

—Hugo, esper... —no me deja continuar la frase y frota sus labios sobre los míos suavemente, la mano con la que pretendía alejarlo, ahora sostiene con fuerza su camisa de los nervios, me siento como una adolescente enamorada. Me besa, el beso es casto, suave y lento que sabe a poco, por instinto separo nuestros labios antes de intensificar las cosas. —. Aún no me puedes besar —comento, mirándole avergonzada.

—¿Acaso hay una lista de cosas que deben pasar o que debo cumplir?—pregunta con normalidad, sigue siendo el mismo, ¿Qué acaso él no siente nervios? Tal vez es bueno ocultándolo.

—Algo así, mentira, no lo es —tartamudeo. —. Me tengo que ir —me mira con tristeza. Me alzo un poco y beso su mejilla para alejarme.

[...]

Inmediatamente que entro a mi cuarto, suelto un grito de emoción, seguido me lanzo a la cama mirando el techo embelesada, Dios, ¡me besó! Y estoy segura de que no se pudo contener, pues siempre se mantuvo al margen y todo.

Saco mi teléfono de mi bolso con algo de rapidez para escribirle a Mary, no me cabe la emoción en el pecho aunque, a él le demostré otra cosa, pero Dios, me encantó, aún siento la suavidad de sus labios sobre los míos, ash, ahora me arrepiento de haberle cortado el beso.

>¡Me besó! Besa increíble, y sólo fue un casto beso<

Aunque sé que tiene muchos problemas, me extraña que no me conteste al instante, tal vez está en la empresa, ay, me preocupa tanto su situación, espero que termine bien por el bien de todos.

Me paro de la cama y me meto al baño a cambiarme, salgo cambiada y regreso a la cama mientras recojo mi cabello, tomo mi celular para ver si tengo mensajes y me encuentro con un mensaje de Hugo, pero Mary aún no me contesta, abro el mensaje de Hugo para contestarle.

“¿Llegaste bien?”

“Sí, ¿tú?”

“Feliz como una lombriz”

“Claro, chistoso”

Escucho varios toques en mi puerta por lo que dejo a un lado mi celular.

—Adelante —exclamo confundida, pero luego suspiro al ver que es mi madre.

—Hola —saluda con una sonrisa.

—Hola —respondo seca, acomodo la almohada y me acuesto dándole la espalda, a veces actúa como la mejor mamá y otras veces parece como si fuera mi madrastra o peor, nunca me defiende de mi papá, ni hablar de apoyarme.

Siento su peso al borde de la cama y la miro.

—Ya manda, sólo me hablan para darme órdenes y las estoy esperando —le reprocho molesta, yo no soy hipócrita, a quien sea le digo lo que le tengo que decir.

—Yo sé que eres buena, y serás una gran doctora —toca mi pierna.

—Lo soy, tal vez porque lo sabes no te interesa saber como me va, ¿sabes?—me incorporo para estar frente a frente con ella. —. Me di cuenta que entre más dinero haya, menos amor queda —vuelvo a acostarme con la mirada en mi ventana.

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