Mi nombre es Adeline Loyd, aunque hoy en día me conocen con el apellido Crown. Adeline Crown.
Debería sentirme feliz o al menos eso es lo que me han dicho, que yo entre miles de mujeres, me case con Alastair Crown, el famoso millonario, que revolucionó la era digital, pero detrás de mi matrimonio, de los lujos y las joyas, esto es una mentira. Desde pequeña, yo siempre supe que era diferente y no exactamente porque me sintiera una extraña en mi cuerpo o algo parecido, sino que las personas a mi alrededor me hacían sentir así. Sobre todo mi padre. Mi padre trabajaba como CEO en una empresa de seguros desde que tengo uso de razón y mi madre, bueno, ella era la amada hija de una prominente familia. Ambos se amaban o eso me cuentan ya qué mi madre falleció cuando yo nací y su muerte selló mi destino. Mi padre me rechazo culpandome por la muerte de mi madre, me dejo al cuidado de varias niñeras qué a lo largo de mi vida se hicieron cargo de mi, pero en cuanto a mi familia, estaba sola. Tuve un medio hermano, aunque yo no me enteré de su existencia hasta cierto día en que él y su madre llegaron a mi casa. Mi padre me había dejado en una vieja casona, con algunos sirvientes qué me atendían y cumplían mis necesidades, pero no eran mi familia. Cuando mi padre y su nueva esposa llegaron a vivir a ese lugar, supe que mi padre había sido desplazado por alguien más joven, alguien quién no solo le había quitado el empleo de sus sueños, sino también su forma de vida, porque aquel joven se trataba de Alastair Crown, quien había adquirido la empresa donde mi padre trabajaba para convertirla en una empresa de ciberseguridad Mi nueva madrastra, Kassandra, no estaba dispuesta a rebajarse a tener un modo de vida diferente al qué ya tenía cuando mi padre era CEO y aunque no sé como lo hizo, un día simplemente llegó con un vestido de bodas de mi talla para obligarme a casarme con ese hombre para que mi padre trabajará para él, en un puesto donde podía ganar lo suficiente para seguir teniendo la vida que vivían. —¡No lo haré!—proteste arrojando el vestido al piso porque el hecho de que estuviera casada con mi padre no le daba ningún derecho a forzarme hacer lo que ella deseaba. —¡Eres una m*****a desagradecida!—vociferó dándome una bofetada qué me hizo tropezar y caer al suelo. —¿Qué diablos sucede aquí?—entro mi padre y enseguida me dirigió una mirada de reproché y luego miró a su mujer y se acercó a ella—¿Hizo algo? Kassandra miró el vestido y mi padre, confundido lo levanto del suelo. —¿Qué es esto?—le cuestiono, pero si tono de voz no era precisamente el de un padre indignado. —Vamos a recuperar nuestra vida, Joseph. El dueño de la compañía dijo que podía devolverte tu empleo siempre y cuando ella se casara con él—dijo señalándome y mi padre arrojó el vestido hacia la cama. —¿No me crees lo suficientemente bueno para conseguir un empleo igual de bueno?—le recriminó mi padre ignorándome por completo y el asunto del vestido. —¿A cuantas personas has llamado, Joseph?—le recordó su esposa con ojos de ira e indignación—¿Quién te ha tendido la mano en este último mes? ¿Acaso quieres que terminemos al tope de deudas si sigues esperando a que alguien voltee a mirarnos? Mi padre no dijo nada, pero giró la cabeza y agachando la mirada, tal vez aceptando las crueles palabras de su odiosa esposa. —¿Por qué ella?—al fin respondió mi padre mirándome y yo fruncir el ceño no solo enfadada sino atónita. —¡No voy a casarme con nadie!—dije con los ojos llenos en lágrimas y por supuesto, con la piel de mi mejilla con un dolor ardiente gracias a mi madrastra. Me levante de mi sitio y caminé hacia la puerta porque no quería seguir escuchándolos. —Si te vas, espero que no vuelvas porque yo no voy a seguir manteniendote—vociferó y yo me quedé paralizada, no siquiera alcance a tocar la perilla de la puerta porque, para mi desgracia, no tenía a nadie más que a mi padre. Por un momento, pensé en la idea de irme sin importar nada, pero hasta el momento yo no sabía hacer nada y si bien mi padre me había ignorado todos estos años, yo había vivido bien sin tener que preocuparme si había o no un techo sobre mi cabeza. Me volví hacia ellos, pero no sin antes limpiarme la cara para que ninguno de los dos viera mis lágrimas. —Ven acá—me ordenó y yo hice lo que dijo. Me acerqué y él simplemente puso el vestido sobre mis manos—vas a casarte. —No puedes estar hablando enserio—proteste extrañada de que me dirigiera la palabra de esa forma, que me ordenará, cuando por mucho tiempo simplemente había decidido ignorarme sin importar cuan mal me sintiera, cual mal estuviera, yo para él no era nada, eso había quedado muy claro para mi. —Si tanto te molesta, vete—dijo señalándome la puerta y al volver la vista vi la expresión de satisfacción de Kassandra—ahora si vas hacer algo bueno después de quitarme a tu madre este sería el momento adecuado. Fue el tono qué voz qué utilizó, el qué me hizo sentir como si fuera una asesina, aunque en realidad no fuese así. Sabía que yo no tenía la culpa, una de mis nanas me lo había dicho, pero aun así dolía porque se suponía qué a pesar de todo él era mi padre y debía protegerme, pero nunca lo había hecho y después de diecinueve años yo seguía esperando inútilmente qué algún día lo hiciera. —Lo haré—me digne a decir no solo porque no tenía otra alternativa, sino porque ya no quería seguir siendo despreciada por mi padre y si esta era la única forma de escapar lo haría sin importarme nada.Era nuestro aniversario. Iba de camino a casa, había estado toda la mañana de compras buscando el regalo indicado porque tenía algo que decirle a Alistair. Estaba enamorada de él. El día de la boda, al verlo quedé un tanto fascinada por su atractivo, pero lo que logro qué mi corazón latiera desenfrenadamente fue qué él no me pidió que cumpliera mis obligaciones maritales, era su esposa, claro, pero había decidido respetarme y desde aquel día habíamos empezado a llevarnos bien. Por primera vez en mucho tiempo me sentía bien, me sentía libre y por supuesto enamorada de sus atenciones. Viviendo en casa de mi padre, había vivido angustiada de que él decidiera no pagar mi universidad y me echara a la calle por ser una inútil, pero estado con Alistair, eso ya no era ningún problema para mí, lo tenía todo. Ya qué era un día especial, quería decírselo y quizás tal vez comenzar a tener una relación con él, después de todo estábamos casados y el papel de esposa ya me lo sabía muy bien, así q
—Puedes quitar esa cara, por favor—manifestó Alistair mientras me ofrecía su mano para bajar del auto, pero por primera vez desde que nos casamos, lo ignore. Estaba destrozada no solo por la forma en como me había tratado, sino que mi corazón, mis ilusiones, mi amor lo había aplastado como si fuera nada. Baje del otro lado mientras las cámaras apuntaban la inusual escena entre los dos.Ahora entendía que todas esas atenciones que tenía para mí, en realidad siempre las solía hacer cuando había alguien cerca observándonos o fotografiándonos, pero nunca lo hizo con sinceridad, pero... ¿Por qué? ¿Que tenía esa mujer que yo no tuviera? Camine hasta llegar al lado de Alistair, quien mantuvo una sonrisa en todo momento a pesar de mi desplante. El muy hipócrita debía seguir fingiendo ante las cámaras mientras este matrimonio durara y por lo que había escuchado, solo tenía que soportarme un año y ese tiempo finalmente había pasado. ¿Qué iba a ser de mí?Tome el brazo de Alistair quizás por in
Habían sido las rabietas de mi esposo, por quien yo creía, casi fielmente qué Edmond Leblanc, era quizás, la persona más terrible del mundo, pero después de ver la terrible verdad de Alistair y descubrir qué era un maldito mentiroso, ya no sabía que pensar de él, aunque por la manera en como me miraba y sostenía mi cuerpo, lo primero que pensé fue qué era encantador. Nuestras miradas no se separaron en los siguientes tres segundos, quizás porque yo seguía preguntándome qué clase de hombre era él y porque Alistair lo odiaba tanto. —Disculpa, no te vi—dijo con una voz profunda y varonil, una voz qué iba acorde con su cuerpo, alto y por lo poco que dejaba ver su traje, musculoso. Estuve a poco de suspirar, pero me contuve porque recordé que estábamos en un lugar público. —Yo tampoco te vi, disculpa—me atreví a decir sintiéndome como una adolescente, nerviosa y sin saber qué decir o hacer en un caso así porque se suponía qué por ser la persona que Alistair más odiaba, yo también debía
—Haz tu pregunta— lo incité, pero no sin antes mirar de reojo a nuestro alrededor solo para cerciorarme de que no había oídos chismosos atentos a nuestra conversación.—¿Cómo fue que terminaste casada con un tipo como él?—cuestiono y vi que en sus labios se formaba una sutil sonrisa, de hecho, me pareció genuinamente interesado en saberlo, tal vez por todas las pistas que le había dado sobre el estado de nuestro matrimonio.—Con lo que he dicho sobre él. ¿Crees que estaría a su lado por voluntad?— dije sin dar muchos detalles, esperando que mi respuesta fuera suficiente para que entendiera el trasfondo que había entre los dos— podría explicártelo, pero supongo que no lo entenderías.Me di la vuelta dispuesta a irme, pero él me tomó de la mano con una sutil gentileza que le hizo girar de la impresión.—Lo entiendo, pero la verdadera pregunta es ¿Por qué lo has tolerado?—Porque no tengo a donde ir—me sincere y aparte mi mano de la suya, el taco de su piel contra la mía fue un duro golp
Dude si debía entrar o no al ascensor con él, no exactamente por la rivalidad qué Edmond tenía con Alistar, sino por la extraña e inusual propuesta qué me había hecho en el jardín.Mire de reojo hacia atrás, quizás lo hice instintivamente, creyendo qué tal vez podría irme, por otro lado, pero en ese momento vi a Alistar caminar en mi dirección y claro que yo aún no estaba preparada para escucharlo hablar, así que sin dudarlo dos veces, entre junto a Edmond Leblanc mientras veía como Alistair acostaba la distancia qué había entre los dos.—¿¡Qué diablos te sucede!?—bramó sin percatarse de la presencia de su antiguo enemigo y cuando lo hizo ya era muy tarde para arrepentirse de sus palabras—¿Edmond? ¿Tú que haces aquí?Se ajustó su traje y aparento qué las palabras llenas de desdén qué me había dirigido había sido tan solo una ilusión.—¿Así que aún no dejas las malas costumbres, Crown?—era obvio que por el tono qué Edmond había transmitido, se estaba burlando del infantil y caprichoso