Capítulo 1

Era nuestro aniversario. Iba de camino a casa, había estado toda la mañana de compras buscando el regalo indicado porque tenía algo que decirle a Alistair. Estaba enamorada de él.

El día de la boda, al verlo quedé un tanto fascinada por su atractivo, pero lo que logro qué mi corazón latiera desenfrenadamente fue qué él no me pidió que cumpliera mis obligaciones maritales, era su esposa, claro, pero había decidido respetarme y desde aquel día habíamos empezado a llevarnos bien.

Por primera vez en mucho tiempo me sentía bien, me sentía libre y por supuesto enamorada de sus atenciones. Viviendo en casa de mi padre, había vivido angustiada de que él decidiera no pagar mi universidad y me echara a la calle por ser una inútil, pero estado con Alistair, eso ya no era ningún problema para mí, lo tenía todo.

Ya qué era un día especial, quería decírselo y quizás tal vez comenzar a tener una relación con él, después de todo estábamos casados y el papel de esposa ya me lo sabía muy bien, así que tenía muchas esperanzas de que así fuera.

Había salido temprano y le había dicho que estaría fuera durante todo el día porque necesitaba comprar un vestido para el evento de su empresa esa noche y él, como siempre, me había despedido con una sonrisa sin hacerme más preguntas; sin embargo, ya me dirigía a casa luego de cuatro horas de compras en las que había adquirido un perfume, una corbata, un par de gemelos para su camisa y un pastel.

—Hemos llegado—anuncio Thomas, el chofer. Alce la mirada hacia afuera de la ventanilla para comprobar lo que decía y en efecto, ahí estaba el lugar que había sido mi hogar durante todo un año. Sonreí luego de contemplar su majestuosidad, así que baje del auto con mis bolsas en las manos, esperando poder sorprender a Alistair al llegar, aunque en mi camino hacia la entrada observe que teníamos visitas porque estaba aparcado un auto deportivo rojo.

—¡Señora!—expreso el ama de llaves al verme cruzar por la puerta.

—¿Qué tal Sophie?—la salude y me acerque a ella para que me ayudara con la bolsa del pastel que llevaba en las manos—¿Y mi esposo?

—É-él...—expreso con cierto nerviosismo y miro de reojo las escaleras. Ya era muy tarde para que siguiera durmiendo, pero anoche había estado en una llamada bastante larga y se había acostado tarde, así que pensé que tal vez podía sorprenderlo con mis regalos, justo después de despertar. Así que tome la bolsa de pastel de las manos de Sophie y subí escaleras arriba hacia su habitación.

—¡Señora, por favor, no vaya!—me siguió el ama de llaves y la expresión en su rostro, tan angustiada de que yo continuara mi camino, me hizo sospechar que algo estaba pasando.

—¿Qué sucede?—cuestione sintiendo que algo no estaba bien—¿Acaso no está allá arriba?

—Si quiere seguir viviendo tan alegre como siempre, señora. Por favor no vaya a verlo—me dijo. Sophie era quizás la única empleada con la que me había atrevido a contarle muchas cosas que había vivido a causa de mi padre, por eso había tanta confianza de parte de ella hacia mí, pero sus palabras solo me hicieron recordar el auto que estaba en la entrada de la casa.

Extrañada, subí las escaleras ignorando a Sophie y siguiendo mi propio instinto hasta llegar a nuestra habitación y solo al tocar la perilla de la puerta comencé a escuchar sonido que provenían del interior.

—¡Fóllame más duro! ¡Sí! ¡Así!—gemía una voz femenina en el interior de la habitación que ocasiono que un escalofrío horrible subiera por mi espalda hasta mi nuca. Gire la perilla con lentitud, ignorando la voz de mi interior que me decía que si continuaba con esto, todo mi mundo se vendría abajo, no quería mirar, pero tampoco quería seguir viviendo, ilusionada, así que empuje la puerta y lo que vi me hizo soltar las bolsas que llevaba en la mano.

Alistair estaba montado encima de una mujer que llevaba puesto un baby doll, la tenía en cuatro sobre nuestra cama, con su miembro en el interior de ella, pero cuando me vio para justo sobre la puerta, apenas alzo la ceja.

—¡Mierda!—dijo la mujer cuando se percató de mi presencia. Al menos ella tuvo la decencia de salir de la verga de mi esposo y cubrirse el cuerpo, mientras que Alistair, solo se dio la vuelta para guardársela y una vez que la dejo dentro de sus pantalones, camino en mi dirección.

—Espera un momento— le dijo casi con pena y cuando estuvo lo suficientemente cerca de mí, me tomo del brazo con brusquedad para llevarme al pasillo y cerra la puerta para darle la privacidad suficiente para vestirse—¿Qué diablos haces aquí?

—Es mi casa. ¿Qué diablos voy a estar haciendo yo aquí? ¿Tú qué diablos estabas haciendo con esa piruja?—le recriminé tratando de aguantar las ganas de llorar, pero era inútil, mi vista ya estaba casi nublada de tantas gotas, las cuales terminaron deslizándose por mis mejillas.

—¡No hables así de ella!—grito tomándome con fuerza por el mentón y acorralándome contra la pared—mira estúpida, mocosa. Vamos a poner las cosas claras sobre la mesa. Tú no eres más que una fachada, la qué necesitaba para que mi abuelo dejara de molestarme, pero tú no eres nada para mí. ¿Entendiste?

El agarre de su mano perdió fuerza en ese instante, se dio la vuelta y empezó a caminar de vuelta hacia la habitación, pero yo no tuve fuerzas para sostenerme con mis propias piernas, así que me deje caer y por supuesto, mis lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas, no podía creer lo que Alistair acaba de hacer y decirme. Yo no significaba nada para él.

Me llevé la mano hacia la boca para que ningún gemido emergiera de mis labios, pero en ese instante, la puerta de la habitación se abrió y de ahí salió una figura esbelta, con curvas pronunciadas, de cabellera rubia y ojos verdes, quien me miro con obvio desdén y desagrado.

—No puedo continuar con esto, Alistair—manifestó la mujer dirigiéndome una mirada mordaz mientras mi esposo salía de la habitación donde había estado revolcándose con ella.

—¡Alice, ya ha pasado un año!— dijo Alistair tomándola del brazo para tratar de detenerla—¡Finalmente puedo divorciarme!

—No pienso seguir con esto hasta que no lo hagas oficial, no puedo vivir a la sombra de esa...— giro a verme— simplona a la que tomaste por esposa.

—Pero, Alice...

—Pero nada, Alistair. Háblame cuando tomes nuestra relación en serio en vez de seguir anteponiéndola a ella antes que a mí— dijo aquella mujer volviéndome a dirigir una mirada mordaz antes de lograr zafarse del agarre de Alistair para caminar a paso firme y escapar de ahí

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