Habían sido las rabietas de mi esposo, por quien yo creía, casi fielmente qué Edmond Leblanc, era quizás, la persona más terrible del mundo, pero después de ver la terrible verdad de Alistair y descubrir qué era un maldito mentiroso, ya no sabía que pensar de él, aunque por la manera en como me miraba y sostenía mi cuerpo, lo primero que pensé fue qué era encantador.
Nuestras miradas no se separaron en los siguientes tres segundos, quizás porque yo seguía preguntándome qué clase de hombre era él y porque Alistair lo odiaba tanto. —Disculpa, no te vi—dijo con una voz profunda y varonil, una voz qué iba acorde con su cuerpo, alto y por lo poco que dejaba ver su traje, musculoso. Estuve a poco de suspirar, pero me contuve porque recordé que estábamos en un lugar público. —Yo tampoco te vi, disculpa—me atreví a decir sintiéndome como una adolescente, nerviosa y sin saber qué decir o hacer en un caso así porque se suponía qué por ser la persona que Alistair más odiaba, yo también debía sentir algo parecido, pero en vez de eso, ese hombre había logrado ruborizar mis mejillas. Pensé que ahí acabaría nuestra pequeña conversación ya qué yo no lo conocía y no había razón para seguir charlando, así que me di la vuelta para seguir mi camino hacia el jardín, sin martini, claro, pero cuando comencé a caminar, me di cuenta de que ese hombre me seguía o al menos escuche sus pasos detrás de mí, así que me detuve frente a un pasamanos de mármol, fingiendo qué observaba el paisaje de la ciudad y fue ahí qué mire de reojo qué en efecto, ese hombre me observaba y aunque él qué lo hiciera, me halagaba, en realidad no entendía por qué lo hacía. —Tú eres su esposa ¿Cierto?—preguntó y aunque mi primera reacción fue sonreír después de volver a escuchar su voz, estaba mucho más curiosa por saber que se suponía qué él estaba haciendo aquí. —Aún lo soy, pero eso va a cambiar pronto— declaré sin la tristeza que había estado sintiendo las últimas horas, quizás porque gracias al cielo, lo mío con Alistair solo habían sido sentimiento alimentado por mi estupidez e ignorancia, más no por él. —Se nota—manifestó aproximándose a un lado mío, para fingir qué también veía algo en la ciudad. —¿Disculpa?—dije no ofendida, pero sí aún más interesada en él porque parecía conocer a mi esposo mejor que yo. —Alistair no es el tipo de hombre que perdura en una relación, al menos no con una mujer como tú—manifestó y fue ahí donde sentí una espina qué lastimo por un momento mi ego, así que gire en su dirección, para decirle ciertas cosas que Alistair había mencionado de él, pero antes de poder abrir los labios, añadió—él prefiere las rubias sin cerebro. Solté una pequeña carcajada porque era cierto o al menos en cuanto a la rubia qué había follado en nuestra cama. —¿Cuál es tu tipo de mujer?—salieron esas palabras de mis labios, fue como si le estuviera coqueteando y aunque no debía importarme lo que Alistair pensara de él, en realidad, había algo en su persona que me hacía sentir pequeña y diminuta, quizás porque era un hombre imponente y además atractivo, quizás mucho más que Alistair. —Creo que no tengo exactamente un tipo de mujer en específico, pero si hay algo que me interesa cuando pretendo conocer a alguien—manifestó con cierto aire misterioso qué seguramente debía saber que despertaría en mí cierto interés. —¿Y eso qué es?—sonreí. —Sus ojos—declaró en un tono seductor qué por poco me erizo la piel—y los tuyos me gustan mucho. Solté una pequeña risita porque no solo era atractivo, sino también todo un don Juan. —Tal vez eso te funcione con chicas solteras, pero yo estoy casada—exprese dándole a entender que yo más que nadie estaba fuera de su alcance. —¿No acabas de decir que pronto eso cambiaría?—me recordó y para evitar que viera que me había sorprendido, reí un poco. —¿Y eso qué?—cuestione con cierto aire de reto— Sé bien qué solo me has hablado por mi esposo, él te odia con su vida y te puedo asegurar que tú también sientes lo mismo, así que mi pregunta es esta ¿Seguirías interesado en mí, aunque yo ya no estuviera al lado de Alistair? —Mi interés en ti aumentaría considerablemente—manifestó. —Lo dices como si a él fuera interesarle—dije con un aire de burla mientras volvía la mirada hacia el paisaje de la ciudad y sus edificios. —Es un idiota si no lo hace—aludió dando un paso acortando la distancia qué nos separaba—pero si te acercas a mí sé que lo hará. Gire el rostro hacia él, extrañada por sus palabras, él se mostraba confiado, tanto así que no tuvo ninguna pena o vergüenza en tocar la piel desnuda de mi brazo. Llevaba un vestido largo, de tirantes delgados y escote pronunciado en la espalda. Lo había comprado esa mañana, esperando seducir a mi esposo y así hacer de mi matrimonio más que solo una mentira, pero había sido víctima de mis propias ilusiones, pero no esperaba que ese vestido terminara por llamar la atención de alguien a quien no debía, el enemigo de mi esposo.—¿Qué quieres decir con eso?—manifesté entre confundida y al mismo tiempo interesada.
—Él siempre desea todo lo que yo tengo—explico con una sonrisa y luego soltó un suspiro como si estuviera recordando algo—la rubia con la que se acuesta era mi novia porque... ¿Sabías que tiene una amante, no es así?
Fruncí el ceño, algo desconcertada de que él lo supiera, pero al final asentí con la cabeza.
—Veo que no eres tonta y sabes quién es el tipo con el que te casaste—manifestó y pensé que sus palabras eran algo así como un halago.
—En realidad recién estoy comenzando a conocerlo, aunque es una ironía que lo haga ahora que vamos a divorciarnos—me digne a decir por qué quizás nada de lo que dijera en ese momento importaba, al menos no le importarían a Alistair, ya que planeaba cederle mi lugar a esa rubia tonta con la que me había sido infiel de alguna forma.
—¿Puedo hacerte una pregunta?—dijo y me pareció ver un brillo en sus ojos, tal vez pretendía sacarme información sobre mi esposo, pero fuera cual fuera la pregunta que quisiera hacerme, seguramente no podría responderla porque Alistair era ajeno a mí cuando se trataba de su empresa, él simplemente se encerraba en su oficina y no salía de ahí hasta que terminaba de trabajar y claro, me tenía prohibida la entrada y como la buena esposa que era, no me había atrevido a entrar a ese sitio para evitar problemas con él.
—Haz tu pregunta— lo incité, pero no sin antes mirar de reojo a nuestro alrededor solo para cerciorarme de que no había oídos chismosos atentos a nuestra conversación.—¿Cómo fue que terminaste casada con un tipo como él?—cuestiono y vi que en sus labios se formaba una sutil sonrisa, de hecho, me pareció genuinamente interesado en saberlo, tal vez por todas las pistas que le había dado sobre el estado de nuestro matrimonio.—Con lo que he dicho sobre él. ¿Crees que estaría a su lado por voluntad?— dije sin dar muchos detalles, esperando que mi respuesta fuera suficiente para que entendiera el trasfondo que había entre los dos— podría explicártelo, pero supongo que no lo entenderías.Me di la vuelta dispuesta a irme, pero él me tomó de la mano con una sutil gentileza que le hizo girar de la impresión.—Lo entiendo, pero la verdadera pregunta es ¿Por qué lo has tolerado?—Porque no tengo a donde ir—me sincere y aparte mi mano de la suya, el taco de su piel contra la mía fue un duro golp
Dude si debía entrar o no al ascensor con él, no exactamente por la rivalidad qué Edmond tenía con Alistar, sino por la extraña e inusual propuesta qué me había hecho en el jardín.Mire de reojo hacia atrás, quizás lo hice instintivamente, creyendo qué tal vez podría irme, por otro lado, pero en ese momento vi a Alistar caminar en mi dirección y claro que yo aún no estaba preparada para escucharlo hablar, así que sin dudarlo dos veces, entre junto a Edmond Leblanc mientras veía como Alistair acostaba la distancia qué había entre los dos.—¿¡Qué diablos te sucede!?—bramó sin percatarse de la presencia de su antiguo enemigo y cuando lo hizo ya era muy tarde para arrepentirse de sus palabras—¿Edmond? ¿Tú que haces aquí?Se ajustó su traje y aparento qué las palabras llenas de desdén qué me había dirigido había sido tan solo una ilusión.—¿Así que aún no dejas las malas costumbres, Crown?—era obvio que por el tono qué Edmond había transmitido, se estaba burlando del infantil y caprichoso
No tenía nada que perder, así que tome la tarjeta y llame al número que el mismo Edmond Leblanc me había proporcionado, espere dos tonos diciéndome a mí misma que si al tercero no respondía, ya no insistiría en ello y continuaría con mi vida, pero... ¡Oh sorpresa!—Leblanc—respondió con un tono de voz singular que me hizo cerrar los ojos por un momento para tratar de guardar la calma porque por un momento estuvo a poco mojarme las bragas.—¿Qué tal?— intenté sonar casual, aunque claramente estaba muy nerviosa por hablar de nuevo con él en tan poco tiempo, pero quizás lo que me apenaba era que, al hablar, mi voz sonaba un tanto ebria—¿Te acuerdas de mí?No respondió, al menos no los primeros segundos, luego escuche una especie de gemido.—¿Debería?—expreso, esta vez con un tono un tanto serio y quizás hasta severo, seguramente no hablaba con muchas mujeres, pero había sido muy astuto al hablar conmigo antes.Solté un suspiro un tanto hastiada de esta situación, en primer lugar porque
Mi nombre es Adeline Loyd, aunque hoy en día me conocen con el apellido Crown. Adeline Crown. Debería sentirme feliz o al menos eso es lo que me han dicho, que yo entre miles de mujeres, me case con Alastair Crown, el famoso millonario, que revolucionó la era digital, pero detrás de mi matrimonio, de los lujos y las joyas, esto es una mentira. Desde pequeña, yo siempre supe que era diferente y no exactamente porque me sintiera una extraña en mi cuerpo o algo parecido, sino que las personas a mi alrededor me hacían sentir así. Sobre todo mi padre. Mi padre trabajaba como CEO en una empresa de seguros desde que tengo uso de razón y mi madre, bueno, ella era la amada hija de una prominente familia. Ambos se amaban o eso me cuentan ya qué mi madre falleció cuando yo nací y su muerte selló mi destino.Mi padre me rechazo culpandome por la muerte de mi madre, me dejo al cuidado de varias niñeras qué a lo largo de mi vida se hicieron cargo de mi, pero en cuanto a mi familia, estaba sola.
Era nuestro aniversario. Iba de camino a casa, había estado toda la mañana de compras buscando el regalo indicado porque tenía algo que decirle a Alistair. Estaba enamorada de él. El día de la boda, al verlo quedé un tanto fascinada por su atractivo, pero lo que logro qué mi corazón latiera desenfrenadamente fue qué él no me pidió que cumpliera mis obligaciones maritales, era su esposa, claro, pero había decidido respetarme y desde aquel día habíamos empezado a llevarnos bien. Por primera vez en mucho tiempo me sentía bien, me sentía libre y por supuesto enamorada de sus atenciones. Viviendo en casa de mi padre, había vivido angustiada de que él decidiera no pagar mi universidad y me echara a la calle por ser una inútil, pero estado con Alistair, eso ya no era ningún problema para mí, lo tenía todo. Ya qué era un día especial, quería decírselo y quizás tal vez comenzar a tener una relación con él, después de todo estábamos casados y el papel de esposa ya me lo sabía muy bien, así q
—Puedes quitar esa cara, por favor—manifestó Alistair mientras me ofrecía su mano para bajar del auto, pero por primera vez desde que nos casamos, lo ignore. Estaba destrozada no solo por la forma en como me había tratado, sino que mi corazón, mis ilusiones, mi amor lo había aplastado como si fuera nada. Baje del otro lado mientras las cámaras apuntaban la inusual escena entre los dos.Ahora entendía que todas esas atenciones que tenía para mí, en realidad siempre las solía hacer cuando había alguien cerca observándonos o fotografiándonos, pero nunca lo hizo con sinceridad, pero... ¿Por qué? ¿Que tenía esa mujer que yo no tuviera? Camine hasta llegar al lado de Alistair, quien mantuvo una sonrisa en todo momento a pesar de mi desplante. El muy hipócrita debía seguir fingiendo ante las cámaras mientras este matrimonio durara y por lo que había escuchado, solo tenía que soportarme un año y ese tiempo finalmente había pasado. ¿Qué iba a ser de mí?Tome el brazo de Alistair quizás por in