Capítulo 3

Habían sido las rabietas de mi esposo, por quien yo creía, casi fielmente qué Edmond Leblanc, era quizás, la persona más terrible del mundo, pero después de ver la terrible verdad de Alistair y descubrir qué era un maldito mentiroso, ya no sabía que pensar de él, aunque por la manera en como me miraba y sostenía mi cuerpo, lo primero que pensé fue qué era encantador.

Nuestras miradas no se separaron en los siguientes tres segundos, quizás porque yo seguía preguntándome qué clase de hombre era él y porque Alistair lo odiaba tanto.

—Disculpa, no te vi—dijo con una voz profunda y varonil, una voz qué iba acorde con su cuerpo, alto y por lo poco que dejaba ver su traje, musculoso. Estuve a poco de suspirar, pero me contuve porque recordé que estábamos en un lugar público.

—Yo tampoco te vi, disculpa—me atreví a decir sintiéndome como una adolescente, nerviosa y sin saber qué decir o hacer en un caso así porque se suponía qué por ser la persona que Alistair más odiaba, yo también debía sentir algo parecido, pero en vez de eso, ese hombre había logrado ruborizar mis mejillas.

Pensé que ahí acabaría nuestra pequeña conversación ya qué yo no lo conocía y no había razón para seguir charlando, así que me di la vuelta para seguir mi camino hacia el jardín, sin martini, claro, pero cuando comencé a caminar, me di cuenta de que ese hombre me seguía o al menos escuche sus pasos detrás de mí, así que me detuve frente a un pasamanos de mármol, fingiendo qué observaba el paisaje de la ciudad y fue ahí qué mire de reojo qué en efecto, ese hombre me observaba y aunque él qué lo hiciera, me halagaba, en realidad no entendía por qué lo hacía.

—Tú eres su esposa ¿Cierto?—preguntó y aunque mi primera reacción fue sonreír después de volver a escuchar su voz, estaba mucho más curiosa por saber que se suponía qué él estaba haciendo aquí.

—Aún lo soy, pero eso va a cambiar pronto— declaré sin la tristeza que había estado sintiendo las últimas horas, quizás porque gracias al cielo, lo mío con Alistair solo habían sido sentimiento alimentado por mi estupidez e ignorancia, más no por él.

—Se nota—manifestó aproximándose a un lado mío, para fingir qué también veía algo en la ciudad.

—¿Disculpa?—dije no ofendida, pero sí aún más interesada en él porque parecía conocer a mi esposo mejor que yo.

—Alistair no es el tipo de hombre que perdura en una relación, al menos no con una mujer como tú—manifestó y fue ahí donde sentí una espina qué lastimo por un momento mi ego, así que gire en su dirección, para decirle ciertas cosas que Alistair había mencionado de él, pero antes de poder abrir los labios, añadió—él prefiere las rubias sin cerebro.

Solté una pequeña carcajada porque era cierto o al menos en cuanto a la rubia qué había follado en nuestra cama.

—¿Cuál es tu tipo de mujer?—salieron esas palabras de mis labios, fue como si le estuviera coqueteando y aunque no debía importarme lo que Alistair pensara de él, en realidad, había algo en su persona que me hacía sentir pequeña y diminuta, quizás porque era un hombre imponente y además atractivo, quizás mucho más que Alistair.

—Creo que no tengo exactamente un tipo de mujer en específico, pero si hay algo que me interesa cuando pretendo conocer a alguien—manifestó con cierto aire misterioso qué seguramente debía saber que despertaría en mí cierto interés.

—¿Y eso qué es?—sonreí.

—Sus ojos—declaró en un tono seductor qué por poco me erizo la piel—y los tuyos me gustan mucho.

Solté una pequeña risita porque no solo era atractivo, sino también todo un don Juan.

—Tal vez eso te funcione con chicas solteras, pero yo estoy casada—exprese dándole a entender que yo más que nadie estaba fuera de su alcance.

—¿No acabas de decir que pronto eso cambiaría?—me recordó y para evitar que viera que me había sorprendido, reí un poco.

—¿Y eso qué?—cuestione con cierto aire de reto— Sé bien qué solo me has hablado por mi esposo, él te odia con su vida y te puedo asegurar que tú también sientes lo mismo, así que mi pregunta es esta ¿Seguirías interesado en mí, aunque yo ya no estuviera al lado de Alistair?

—Mi interés en ti aumentaría considerablemente—manifestó.

—Lo dices como si a él fuera interesarle—dije con un aire de burla mientras volvía la mirada hacia el paisaje de la ciudad y sus edificios.

—Es un idiota si no lo hace—aludió dando un paso acortando la distancia qué nos separaba—pero si te acercas a mí sé que lo hará.

Gire el rostro hacia él, extrañada por sus palabras, él se mostraba confiado, tanto así que no tuvo ninguna pena o vergüenza en tocar la piel desnuda de mi brazo. Llevaba un vestido largo, de tirantes delgados y escote pronunciado en la espalda. Lo había comprado esa mañana, esperando seducir a mi esposo y así hacer de mi matrimonio más que solo una mentira, pero había sido víctima de mis propias ilusiones, pero no esperaba que ese vestido terminara por llamar la atención de alguien a quien no debía, el enemigo de mi esposo.

—¿Qué quieres decir con eso?—manifesté entre confundida y al mismo tiempo interesada.

—Él siempre desea todo lo que yo tengo—explico con una sonrisa y luego soltó un suspiro como si estuviera recordando algo—la rubia con la que se acuesta era mi novia porque... ¿Sabías que tiene una amante, no es así?

Fruncí el ceño, algo desconcertada de que él lo supiera, pero al final asentí con la cabeza.

—Veo que no eres tonta y sabes quién es el tipo con el que te casaste—manifestó y pensé que sus palabras eran algo así como un halago.

—En realidad recién estoy comenzando a conocerlo, aunque es una ironía que lo haga ahora que vamos a divorciarnos—me digne a decir por qué quizás nada de lo que dijera en ese momento importaba, al menos no le importarían a Alistair, ya que planeaba cederle mi lugar a esa rubia tonta con la que me había sido infiel de alguna forma.

—¿Puedo hacerte una pregunta?—dijo y me pareció ver un brillo en sus ojos, tal vez pretendía sacarme información sobre mi esposo, pero fuera cual fuera la pregunta que quisiera hacerme, seguramente no podría responderla porque Alistair era ajeno a mí cuando se trataba de su empresa, él simplemente se encerraba en su oficina y no salía de ahí hasta que terminaba de trabajar y claro, me tenía prohibida la entrada y como la buena esposa que era, no me había atrevido a entrar a ese sitio para evitar problemas con él.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo