Mauricio quedó muy sorprendido con los adelantos llevados a cabo en relación a la televisora pero no dejaba de pensar y de imaginar cómo sería Reishel junto a él, participando en todo.Se incorporó al trabajo del equipo con mucho entusiasmo, colaborando junto con Lorenzo y Kathlyn sin ningún complejo; si había que instalar alguna lámpara o chequear el funcionamiento de algún sistema lo hacían juntos, se entendían muy bien trabajando en equipo. Había mucho movimiento y pequeñas tareas que completar, detalles que eran necesarios para que el resultado no fuera menos que prolijo.Llegó la hora de la tarde, estaban tan entretenidos con el trabajo que no se dieron cuenta, se les pasó la hora del almuerzo y eran casi las tres. Román hace un alto para preguntarle a su hermana...—¡¿Kathlyn qué te parece si encargamos unas hamburguesas y unos refrescos, sería lo más práctico, y podríamos trabajar un poco más?!—¡Excelente, me parece genial!Lorenzo seguía pensando en lo mismo que lo preocupa
No quiero renunciar Al escuchar esa melodía, Mauricio siente ganas de llorar, pero contiene ese deseo y siente una presión en su pecho y un sabor amargo en su boca que no desea pasar por su garganta, le da una señal, en medio de tanta inquietud y desasosiego, que no resultó lo que esperaba; sacude sus piernas y su rostro de ángel lo sube y mira hacia arriba, nota cómo se va oscureciendo todo; y se encienden los faroles de la calle le indican que la noche llegó, y llegan más y más vehículos; comenzó a lamentarse y se levanta de repente, mira el banco que siempre los ha recibido e inútilmente marca el número de Reishel que nunca más atendió, solo la voz de la operadora suena para decirle que está fuera de servicio; ya la nostalgia dejó de ser y ahora siente tristeza, tristeza porque él se ha dado cuenta que Reishel no llegará y que no tiene forma de justificar su ausencia y quisiera hacerlo,quisiera pensar, que fue que no pudo llegar a tiempo, porque tuvo un percance, qui
Kathlyn abre los ojos de par en par y siente un extraño temor...—¿Qué dijiste?Román, alterado, alza la voz...—¡Que Rubén, tu papá, se fue para un crucero! ¡Sin decirnos nada!—¿Pero qué es eso, Román? ¿Qué le pasa a papá con nosotros? ¿Y no nos dijo nada? ¿Por qué? ¿Y qué hizo?Román temblaba de disgusto.—¡Se fue para un crucero! Le pidió a Aurora que no nos dijera nada porque no quería perder permiso.—¡¿Y su tratamiento?! ¡Qué irresponsable es Aurora! ¡Ahora la voy a descargar yo!—¡No! —la interceptó Román—. ¡No la podemos tener de enemiga! ¡Yo ya hablé con ella!—¡Pero no te puedes quedar así, tan tranquilo! Él tiene que tomarse su tratamiento con seriedad. ¡Qué irresponsable es Aurora! ¿Para qué le estamos pagando?—¡Déjala, hermana! ¡Espera a que mi papá nos llame! Si tú la llegas a ofender, no nos va a atender más, ¡piensa!Y en la paz del hogar de Mauricio, están muy felices esperando a dos novios reconciliados.Marcela y Regina tenían un gran plan para recibir a Mauricio,
Juan José mira a Reishel y no lo puede negar. Esa chica lo hace suspirar. La señora Eloisa su mamá, no solo se ha dado cuenta de eso, sino que a los tres les interesa. Están como locos y hasta discuten por ella. Paul, fue el que se atrevió durante la merienda a preguntar lo que todos querían saber. —¿Reishel y tú no estás casada? Reishel se sonroja y sonrie. —No...— respondió de forma seca, y no dio lugar a que la siguieran interrogando. Eloisa se dio cuenta de la incomodidad de ella e intervino para ayudarla a salir de la situación.—Chicos, Reishel tiene que irse. No la atosiguen. Además, ella está muy ocupada con su profesión. Reishel sonríe agradecida…—¡Gracias, señora Eloisa,!...estuvieron deliciosos sus pastelillos y sus galletas. Y sí, ya es hora de partir. Ya saben, Juan, te envié todo por mensajería para que sigan mis recomendaciones. —Que bien, así lo haremos Reishel, y ya te envié tu pago móvil. —¡Excelente Juan, gracias! ¡Son buenas noticias!... Entonces, chicos, no
Han pasado los días y el detective Barry Sugma ya tiene confirmada la rutina de las comadres. Sabe que por costumbre se van a caminar los martes y los jueves, antes del mediodía, para ir al mercado popular. A la vez, realizan relaciones sociales, saludan a los vecinos y amigos del pueblo que conocen a Marisol, se quedan en la plaza, se comen su helado, se sientan a conversar y, aunque no son muy religiosas, los domingos están asistiendo a la parroquia para hacer oraciones y, además, sociabilizar un poco más.El señor Santillano está conversando con el detective y le pregunta:—¿Cómo estás?El detective responde:—Bien, señor Santillano. Lo llamo para decirle que ya tengo una lista de las actividades de sus amigas aquí en el pueblo. Se las voy a pasar por correo y creo que por los momentos ya he cumplido con mi parte.Santillano responde:—Excelente, señor Sugma. Voy a leer su correo y voy a tomar mis decisiones. Después que lo lea, le paso el pago móvil.El detective dice:—Excelente
Marisol y Amapola salieron de la casa muy animadas como todos los domingos, vestidas muy arregladas para ir a la misa de siempre y venían conversando de todo un poco. Y de repente Marisol vio a un hombre muy raro y le dijo ay comadre me acordé del señor Santillano. Ay ni lo nombre comadre por favor. Qué susto llevamos nosotras con ese señor. Yo pensé comadre de verdad se lo digo, pensé que ese hombre se nos iba a morir. Me dio un tremendo susto. Sí comadre a mí también me asustó muchísimo. Imagínense esos mafiosos en la casa buscando a ese señor. Menos mal que se levantó de esa cama. Bueno le deseo lo mejor dice Amapola. Fue el amor de mi vida, es verdad, lo amé toda mi vida y hoy estoy tratando de olvidar el pasado. Eso es lo que importa comadre, que usted borre ese pasado y empiece su vida nuevamente. Con esa hija que Dios le dio, Dios la bendijo.Ay es verdad mi hija, es un amor de ser humano, un tremendo ser humano diría yo. Y prosiguieron el camino hasta la iglesia. Ahora comienz
¡Truena fuerte!, aguas abajo, está lloviendo a cántaros y parece que no escampará, sin embargo, nada puede detener el torrencial aguacero; como tampoco la campal discusión tan estruendosa como la tormenta, que azota la casa humilde de una abnegada mujer compungida por la batalla emocional que tiene con el que fue y ha sido el amor de su vida; en estos momentos la acaba de sorprender la vida…no puede ser posible…no puede ser posible lo que está viviendo…. Fred Limver mira hacia atrás por última vez, con los ojos llenos de pesar. Su hija, Reishel, lo observaba con lágrimas en los ojos, sin comprender por qué su padre se iba. Fred gira, retrocede para acercarse a ella y acarició su cabello pelirrojo con ternura. —¡Papito!...¿Estás enojado?...¿Porque dices que te vas? —Reishel, cariño, ¡no llores!. Papá tiene que irse, porque tengo mucho trabajo, pero te prometo que volveré para leerte tus cuentos favoritos antes de dormir!,— susurró Fred, sintiéndose cobarde más que nunca, hablando
Mauricio Villacastín al entrar en contacto con Reishel olvidó muchas cosas, no solo el mal momento que acababa de pasar, sino muchas otras situaciones que lo agobiaban y de las que escapa con facilidad. Está casado con una persona realmente difícil pero a la que le tiene mucho que agradecer. Alguien que es mejor no permita Dios nunca se le cruce alguno, en ningún camino. Reishel está en peligro, pero está acostumbrada a el, pero no tiene idea de la amenaza que corre precisamente hoy, que acaba de conocer a Mauricio. Un hombre no solo bello de físico, sino interesante y terriblemente atractivo y que no pierde ninguna oportunidad de pasarla bien. Así vive la vida, sin desaprovechar las buenas oportunidades, como ahora que tuvo la gran suerte que alguien saliera en su defensa, una mujer joven, guapa y realmente hermosa…. El camino se hizo muy ameno, Mauricio ponía música de los artistas que él estaba patrocinando y Reishel se sorprendía de saber que por él, ese artista ahora era famoso.