Annabelle.
Una lluvia torrencial cae sobre la campiña, mis pies están empapados y mi uniforme está echándose a perder. Intento levantar mi falda larga color marrón, pero me resulta imposible seguir sosteniéndola, debo sostener la linterna con la mano derecha y con la otra necesito cubrirme de las gotas de lluvia que nublan mi visión.
–¡Padre nuestro! – exclamo mientras la luz de mi linterna se hace cada vez más débil – no me abandones ahora – suplico, pero es completamente en vano. Porque tras un par de chispas de luz la linterna deja de funcionar.
Me quedo completamente a oscuras, gracias al cielo que me sé de memoria el camino de regreso al convento, sin embargo, debo aceptar que la oscuridad, la lluvia y los árboles meciéndose alrededor de la campiña le dan un aire espeluznante al sitio.
– Señor, llévame con bien y permíteme hacer mi trabajo – le rezo a Dios, la hermana superiora me encargó esta semana la vigilancia del convento, debo asegurarme de que no haya nada inusual alrededor de nuestro hogar, y por supuesto no quiero hacer mal mi tarea.
Termino de revisar los alrededores del convento, hasta que siento una presencia detrás de mí, al principio creo que me estoy enloqueciendo, que solo son supersticiones, pero aun a pesar de la lluvia puedo escuchar el sonido de un par de botas pesadas caminando en mi dirección.
Un rayo cae a lo lejos sobre las montañas, haciéndome sobresaltar, el sonido de los pasos se detiene y entonces yo volteo a ver a mi espalda.
–¿Quién está ahí? – grito con fuerza y miro a mi alrededor, pero no soy capaz de divisar absolutamente nada – ¿Quién está ahí? – insisto, pero no recibo ninguna respuesta.
Escucho el sonido de una carcajada de burla y siento que un escalofrió me recorre todo el cuerpo. Entiendo que debo regresar al convento antes de seguir perdiendo mi tiempo, asi que recojo mi falda con mi mano ahora libre y me dispongo a marcharme. Pero algo me lo impide.
– Eh tú – me grita una voz masculina, demasiado profunda para mi gusto.
Yo me fijo un poco más a mi alrededor y me doy cuenta de que hay alguien aquí. La silueta del hombre es extremadamente alta y fuerte, pero ¿Qué hace un hombre a las afueras de un convento de monjas?
–¿Cuál es tu nombre? – me pregunta.
Lo pienso mucho para responder, pero al final lo hago: – Annabelle, mi nombre es Annabelle.
– Irónico – dice burlándose.
Algo me dice que no debo hablar con aquel desconocido, sé que lo mejor es alejarme y volver al convento, pero hay algo que no me deja hacerlo, algo que me dice que responda a todas sus dudas. Ese fue mi primer gran error, no correr en la dirección contraria a él.
–¿Qué es irónico?
– Que siendo una novicia tengas el nombre de un espíritu satánico.
Yo frunzo el ceño y cubro mis ojos para ver si consigo verlo bien, pero me es imposible, él está prácticamente escondido y la lluvia no está muy a mi favor.
–¿Quién eres tú? ¿y qué haces aquí? ¿Acaso pretendes tentar mi fe? ¿Eres el diablo? – pregunto de forma ingenua.
Veo la forma en la que el hombre se aleja de los establos, en donde estaba recostado, y entonces se pone de pie frente a mí, a unos pocos metros de distancia.
–¡Oh no, Annabelle! Créeme, soy peor que el diablo, y si quisiera tentarte no sería precisamente tu fe.
Un rayo vuelve a iluminar la campiña, yo miro al cielo de Lacock que esta noche está enfurecido, la lluvia comienza a cesar y entonces vuelvo a poner mi vista en el hombre, pero cuando quiero verlo nuevamente él ya se ha dado la vuelta y ha empezado a caminar lejos de mí.
–¡Cancerbero! – lo escucho gritar y enseguida un perro alto y un poco flaco se une a él y comienza a caminar a su lado.
Trago saliva y relamo mis labios fríos mientras observo fijamente la forma en la que se aleja de mí, quiero detenerlo, quiero preguntarle quien es él y de donde salió, pero algo me dice que él no va a responder a mis cuestionamientos. Y quiza eso habría sido lo mejor, porque esa noche dio comienzo a una serie de eventos desafortunados que me hicieron caminar descalza por el infierno, y darme cuenta de que quiza y solo quiza, el infierno está en las manos de la persona a la que le entregamos todo. Por completo.
–¡Pero niña! Mira como has llegado – la madre superiora me ve entrar por la vieja cocina del convento y entonces se horroriza al verme completamente empapada – vamos a quitarte esto o te dará un resfriado – ella se acerca corriendo a donde yo estoy y comienza a desvestirme de mi habito, me quita el escapulario, haciendo que mi melena oscura se revele, me quita el resto de la túnica y me da una toalla para que pueda envolverme.
Yo atiendo a sus órdenes y voy a mi habitación, una vez allí dejo que la toalla caiga al suelo y me acerco desnuda al espejo, me observo de los pies a la cabeza y entonces recuerdo su voz, como si se hubiera metido dentro de mi cabeza, puedo escuchar su risa y el sonido de su voz acariciando cada una de las letras de mi nombre.
El corazón del hombre está inclinado al mal, pues bien, después de esa noche el mío se inclinó y se postro a los pies de Bastián Jones. El hombre que logro destrozar mi vida en solo un par de días, el mismo que me llevo al cielo y me dejo caer al más profundo de los infiernos.
Tal vez debí haberle hecho caso a esa voz en mi cabeza que me decía que me olvidara de ese hombre al que conocí una noche de tormenta de noviembre. Pero no lo hice. Bastián me enseño que incluso aunque lo neguemos todos somos pecadores. Él me convirtió en pecadora, y después se burló en mi cara.
Mi nombre es Annabelle Maxwell y está es mi historia.
Bastián.Camino de regreso al centro penitenciario de Lacock solo con cancerbero a mi lado, hasta que Billie se une a mí en medio de la noche y la lluvia.–¿Con quién estabas hablando, viejo? – me pregunta dándome una palmada en la espalda.– Con una monja. La estaba seduciendo – bromeo.Billie suelta una carcajada y me acompaña en el camino de regreso al que ha sido mi casa los últimos dos años de mi vida.– Sostén la reja – le pido a Billie. Él la sostiene con sus dos manos, haciendo fuerza mientras yo meto mi cuerpo adentro.Yo hago lo mismo por él, y veo como cancerbero se da media vuelta y se larga a otro lado. Esa es su vida, siempre va y vuelve, nunca se queda, creo que por eso quiero tanto a cancerbero, por lo mucho que me identifico con él. Después de todo, la única diferencia entre a
Annabelle.– Las invito a todas ustedes hijas mías a que hagan una obra de caridad, a que ayuden a un pobre y que guíen a un pecador por el camino del bien, es nuestro deber llevar por el santo camino a aquellos que se han desviado, es nuestra responsabilidad, la responsabilidad que nuestro señor Dios nos dio – dice de manera solemne la madre superiora mientras termina con el sermón del día – recuerden que la bondad y la solidaridad son nuestros valores más importantes – concluye – ahora pueden irse hijas mías – la madre superiora da la señal y después de habernos persignado todas salimos de la pequeña capilla del convento.Yo no voy a mi habitación como el resto de las novicias, porque esta noche debo volver a hacer la ronda de vigilancia nocturna, asi que me amarro bien los zapatos y cojo mi vieja lampara de vidrio, mi linterna se rompi&oa
Annabelle. Bastián suelta una carcajada y se burla en mi cara.–¿Qué pasa? ¿Qué es lo que te parece tan gracioso? – le pregunto con algo de rabia, ¿Es que no piensa dejar de burlarse de mí?– No creo que tu seas capaz de jugar con mis reglas.–¿Por qué no?– Pareces alguien demasiado inocente como para estar conmigo – yo trago saliva y él se acerca ligeramente a mi – no me conoces Annabelle – susurra cerca de mi rostro.– Tu tampoco me conoces a mí, no sabes lo que he hecho en mi vida, no conoces mi historia ni mi pasado.– Eres una monja, eso no deja mucho a la imaginación que digamos.– No toda mi vida fui una novicia – cierro los ojos porque Bastián está demasiado cerca de mí, y mi cuerpo esta temblando de necesidad. Nunca habí
Bastián. Cuando vuelvo a la correccional ya se ha hecho de madrugada, yo corro hacia mi habitación y camino en puntillas una vez que estoy adentro, me quito el mono negro, me pongo el pijama y salgo de la habitación,–¡Bastián! – susurra Billie acercándose a mí.–¿Qué hay hermano? – le pregunto sin detenerme.– Bastián, ¿Dónde demonios estabas? Me toco mentir por ti y decir que estabas en enfermería – me recrimina.– Como si eso fuera algo nuevo – yo ruedo los ojos y suelto un bufido – creo que a estas alturas ya deberías estar costumbrado a cuidarme el culo.–¡Maldita sea Bastián, no me digas que estabas con las jodidas monjas! – dice muy bajito, pero aun asi puedo p
Annabelle. Bastián se aleja de mi y se acerca al rincón donde están las cosas de trabajo, saca una lija y comienza a trabajar sobre la pared, yo me quedo viendo la forma en la que los músculos de su espalda se contraen a medida que hace fuerza con la lija contra la pared, veo como su espalda se flexiona y vuelve a su estado original. La piel de Bastián es trigueña, como bronceada, no puedo dejar de observarlo, sobre todo por el montón de tatuajes que recorren casi cada centímetro de su tórax.En la espalda tiene un tatuaje que le cubre toda la piel, es un bosque lleno de arboles frondosos del cual comienzan a desprenderse formas, de una de las ramas sale una ruleta de la suerte, de la otra sale un arcoíris, pero no uno de los bonitos, no de esos que nos enseñan a pintar cunado somos muy pequeños, es un arcoíris roto a la mitad, a media que la luz avanza parece q
Bastián. Annabelle es tan idiota que cayó redondita en toda la mentira de la gasolina, de verdad creo que no me equivoqué al haberla elegido a ella, es tonta como nadie que yo haya conocido antes.–¿Qué vamos a hacer ahora? – me pregunta aterrorizada mientras mira a su alrededor donde solo se ve oscuridad. Literalmente.Yo sonrío sin que ella se de cuenta, me gusta que este asustada, porque eso le demuestra que lo único que tiene en este momento soy yo. Es una lastima que mis intenciones no sean tan nobles como ella piensa.– No sé, pero no voy a quedarme a ver como me congelo en la noche – me salgo del auto, me subo la cremallera del mono y comienzo a caminar hacia el noreste.¡por supuesto que tengo un plan! Lo de la gasolina no fue una coincidencia, yo hice mis cálculos y sabía que no íbamos a alcanzar a llegar a Lacock es
Annabelle. Intento cubrirme del frio que hace afuera, no quiero volver a entrar en la casa, no quiero tener que verle la cara de nuevo a Batían, no después de lo que acaba de suceder entre los dos, pero sé que en algún momento tendré que enfrentarlo nuevamente, no solo porque no puedo quedarme afuera a morirme de hipotermia, sino porque prometí que lo iba a ayudar y yo nunca rompo una promesa.Escucho los pasos de Bastián que se acerca en mi dirección y después oigo su voz – Annabelle, debes volver.– Lo sé – respondo sin mucho ánimo.–¿Entonces porque no lo has hecho?– Porque necesito un poco mas de tiempo.Bastián suelta un suspiro – debes entrar antes de que vayas a pillar un resfriado y me toque cargar contigo estando enferma – Bastián es tan poco amable, enserio, cada una de sus p
Annabelle. Siento mi cuerpo completamente entumecido, lo que me obliga a despertarme y a estirar todas mis extremidades dormidas. Suelto un bostezo, me rasco los ojos con las manos, me incorporo en el sofá que resultó siendo más cómodo de lo que yo habría creído y entonces miro a mi alrededor, estoy complemente sola.Por un momento me cuesta recordar que fue lo que pasó anoche, mi mente se siente como nublada, como si una gran bruma hubiera nublado todos los recuerdos de ayer. Sinceramente habría preferido quedarme con la bruma, porque de un momento a otro las ráfagas de las imágenes de ayer se proyectan en mi cabeza. El auto sin gasolina, la casa abandonada, el viejo sofá, la suciedad, el olor a humedad, y el beso. El jodido beso que me dio Bastián anoche, ese beso que me llevo mas lejos de lo que he estado nunca con un hombre.Me siento en el sofá y nie