Bastián.
–¿Volvemos a Londres, señor? – me pregunta el chofer.
– No, ni de coña voy a volver sin llevármela a ella conmigo – me tiro en el asiento trasero y me acomodo como puedo, me duele cada jodido hueso del cuerpo.
–¿Entonces a donde quiere que lo lleve?
– A cualquier buen hotel que haya en la zona.
Él asiente y yo estiro el brazo para agarrar la botella de licor, le doy un sorbo más porque no creo que haya forma de que yo pueda embriagarme más de lo que ya estoy, me recuesto, miro por la ventana y poco a poco me empiezo a quedar dormido.
Sueño con ella, sueño que la tengo a mi lado, que ella me perdona por todas las estupideces que he hecho, sueño que la abrazo y que ella no intenta detenerme, pero cuando quiero decirle lo que siento, cuando esas dos palabras están a punto de salir de mi
Annabelle. Busco una chaqueta en el armario, afuera hace un poco de frio y no quiero arriesgarme a una lluvia Londinense sin nada que me cubra. Saco un abrigo medianamente largo de color negro y me lo pongo sobre los hombros, bajo las escaleras de casa de mi tío, quien esta almorzando en la cocina, últimamente pasa mas tiempo en la casa que de costumbre, quiza tiene miedo de que Bastián pueda volver a aparecerse en la puerta para intentar convencerme de que lo perdone.Pero yo creo conocer a Bastián, sé que es demasiado cobarde como para volver a acercarse por lo menos a veinte kilómetros a la redonda.– Hola tío – paso a su lado y le doy un beso en la mejilla. – Cariño, ¿Vas a la universidad? – cuestiona.– Si, estuve mirando un programa que parece interesante – saco el folleto que imprimí anoche y se lo doy para que l
Annabelle. –¿Esto se trata de una broma? – pregunto después de recuperar el ritmo normal de mi agitado corazón. Bastián me mira serio, no tiene esa expresión picara en su rostro, ¿Esto de verdad está sucediendo?–¡Bastián! – lo llamo.– Si, es enserio – asiente y suelta un suspiro – hace unos días, contraté a un investigador – suelta como si nada, como si eso fuera la cosa mas obvia que pudiera decírsele a una persona.–¿Para indagar sobre mí? – pregunto sintiendo nauseas.– Si, pero no es lo que crees…–¡Oh no! No, tu no sabes que es lo que yo estoy creyendo en este momento – me alejo ligeramente de él y respiro profundo para no matarlo aquí mismo, después de todo, ya estamos en el cementerio, ¿Qu
Annabelle. No me doy cuenta de que me están temblando las piernas si no hasta que intento caminar, estoy en la mitad de un jodido cementerio, con un boleto de avión en mi mano al lugar al que siempre he querido ir, y con la propuesta de Bastián sonando en mi oído, ¿Irnos juntos? Es una locura. Pero ya tendré tiempo de pensar al respecto, por ahora debo concentrarme en la tumba de mi madre.Nunca creí que este momento fuera a llegar, una parte de mi se había resignado a no saber dónde estaba ella, la parte cobarde mi siempre quiso dejar las cosas como estaban, olvidarlas y no volver a abrir nunca más ese baúl de los recuerdos, pero Bastián lo hizo por mí, y en este momento sinceramente no sé si debo agradecerle por eso, o si por el contrario debería odiarlo.¡Joder! Es que Bastián siempre me empuja al límite, no sé
Annabelle. No he podido pegar el ojo en toda la noche, he estado en vela pensando que es lo que debo y lo que en realidad quiero hacer, miles de posibilidades se han pasado por mi cabeza, miles de escenarios en donde a pesar de todo, él y yo logramos salir adelante, incluso con nuestras diferencias abismales y cada una de las cosas en nuestra contra.Ya ha amanecido, el sol se pone al horizonte de Londres, lo cual es muy raro teniendo en cuenta que aquí llueve la mayor parte del año. Yo suelto un suspiro y miro por la ventana de mi habitación, afuera todo parece estar en calma, pero sobre todo, en orden, la imagen me hace sentir extraña por dentro, y no sé que es lo que me obliga, pero sin darle demasiadas vueltas al asunto, voy al baño de mi habitación, me quito la ropa y me meto bajo el caudal del agua tibia.Me unto el cuerpo de cremas, jabones y exfoliantes y me enjuago perfectamente,
Bastián. El auto me deja frente al aeropuerto, yo respiro profundo, agarro la pequeña maleta que he traído conmigo y me meto dentro del aeropuerto, donde la gente camina de un sitio a otro esperando llegar a su destino. Miro para todos lados, la estoy buscando, es obvio y no necesito negarlo, quiero saber si está aquí, quiero saber si es capaz de perdonarme y de darme otra oportunidad o si por el contrario ya no hay nada que hacer para salvar esto que nunca tuvimos, pero que a pesar de todo, aun podemos tener.No hay rastro de ella, yo sería capaz de reconocerla en cualquier rincón del mundo, podría distinguir sus ojos grandes y claros mirándome en medio de toda una multitud, podría encontrarla, aunque se tratara de una aguja en un pajar, pero Annabelle no está.Hago todo el proceso en el aeropuerto y me meto en la sala de espera de abordaje, antes de tomar asiento, la
Annabelle. Bastián me aprieta contra su cuerpo como si yo fuera la única cosa en el mundo de la que pudiera aferrarse, yo sonrió contra su cuello y siento que mi corazón comienza a latir al mismo ritmo del de él. ¡Dios! Lo amo, lo adoro más de lo que he querido nada nunca, creo que en este momento yo perfectamente podría definir a Bastián como mi religión, me encantaría poder adorarlo, besarlo, y amarlo todos los días de mi vida.– Pensé que no ibas a venir – me dice al oído – no creí que fueras a perdonarme.–¡Yo jamás he dicho que vaya a perdonarte! – lo molesto y me alejo un poco de él para poder mirarlo a esos bonitos ojos que tiene.–¿Ya te habia dicho que eres mala, Annabelle Maxwell? – me pregunta con una sonrisa lobuna.– Si, creo que sí.
Annabelle. Abro los ojos con pesadez, me los froto con las manos y adapto mi vista a la oscuridad que hay alrededor, estiro mi cuerpo y apago la alarma de Bastián que no deja de sonar, vuelvo a tirarme en la cama y admiro el bonito rostro de Bastián yo estiro mi mano y acaricio con mis dedos cada una de las facciones de su rostro, acaricio sus cejas pobladas, sus mejillas, su mandíbula en la que tiene una barba incipiente, recorro su cuello y su pecho, hasta que delineo la silueta de uno de sus muchos tatuajes.-¿Qué estás haciendo? – pregunta con la voz pastosa.-Nada – sonrío y sigo acariciándolo con delicadeza, quiero trazar un mapa de su cuerpo, no quiero olvidar nunca a Bastián, no quiero olvidar sus lunares, sus tatuajes o ninguna de sus cicatrices.Bastián abre los ojos lentamente y me mira – ¿Entonces ya me perdonaste?-No &ndash
Annabelle. Una lluvia torrencial cae sobre la campiña, mis pies están empapados y mi uniforme está echándose a perder. Intento levantar mi falda larga color marrón, pero me resulta imposible seguir sosteniéndola, debo sostener la linterna con la mano derecha y con la otra necesito cubrirme de las gotas de lluvia que nublan mi visión.–¡Padre nuestro! – exclamo mientras la luz de mi linterna se hace cada vez más débil – no me abandones ahora – suplico, pero es completamente en vano. Porque tras un par de chispas de luz la linterna deja de funcionar.Me quedo completamente a oscuras, gracias al cielo que me sé de memoria el camino de regreso al convento, sin embargo, debo aceptar que la oscuridad, la lluvia y los árboles meciéndose alrededor de la campiña le dan un aire espeluznante al sitio.– Señor, ll&eac