Annabelle.
No he podido pegar el ojo en toda la noche, he estado en vela pensando que es lo que debo y lo que en realidad quiero hacer, miles de posibilidades se han pasado por mi cabeza, miles de escenarios en donde a pesar de todo, él y yo logramos salir adelante, incluso con nuestras diferencias abismales y cada una de las cosas en nuestra contra.
Ya ha amanecido, el sol se pone al horizonte de Londres, lo cual es muy raro teniendo en cuenta que aquí llueve la mayor parte del año. Yo suelto un suspiro y miro por la ventana de mi habitación, afuera todo parece estar en calma, pero sobre todo, en orden, la imagen me hace sentir extraña por dentro, y no sé que es lo que me obliga, pero sin darle demasiadas vueltas al asunto, voy al baño de mi habitación, me quito la ropa y me meto bajo el caudal del agua tibia.
Me unto el cuerpo de cremas, jabones y exfoliantes y me enjuago perfectamente,
Bastián. El auto me deja frente al aeropuerto, yo respiro profundo, agarro la pequeña maleta que he traído conmigo y me meto dentro del aeropuerto, donde la gente camina de un sitio a otro esperando llegar a su destino. Miro para todos lados, la estoy buscando, es obvio y no necesito negarlo, quiero saber si está aquí, quiero saber si es capaz de perdonarme y de darme otra oportunidad o si por el contrario ya no hay nada que hacer para salvar esto que nunca tuvimos, pero que a pesar de todo, aun podemos tener.No hay rastro de ella, yo sería capaz de reconocerla en cualquier rincón del mundo, podría distinguir sus ojos grandes y claros mirándome en medio de toda una multitud, podría encontrarla, aunque se tratara de una aguja en un pajar, pero Annabelle no está.Hago todo el proceso en el aeropuerto y me meto en la sala de espera de abordaje, antes de tomar asiento, la
Annabelle. Bastián me aprieta contra su cuerpo como si yo fuera la única cosa en el mundo de la que pudiera aferrarse, yo sonrió contra su cuello y siento que mi corazón comienza a latir al mismo ritmo del de él. ¡Dios! Lo amo, lo adoro más de lo que he querido nada nunca, creo que en este momento yo perfectamente podría definir a Bastián como mi religión, me encantaría poder adorarlo, besarlo, y amarlo todos los días de mi vida.– Pensé que no ibas a venir – me dice al oído – no creí que fueras a perdonarme.–¡Yo jamás he dicho que vaya a perdonarte! – lo molesto y me alejo un poco de él para poder mirarlo a esos bonitos ojos que tiene.–¿Ya te habia dicho que eres mala, Annabelle Maxwell? – me pregunta con una sonrisa lobuna.– Si, creo que sí.
Annabelle. Abro los ojos con pesadez, me los froto con las manos y adapto mi vista a la oscuridad que hay alrededor, estiro mi cuerpo y apago la alarma de Bastián que no deja de sonar, vuelvo a tirarme en la cama y admiro el bonito rostro de Bastián yo estiro mi mano y acaricio con mis dedos cada una de las facciones de su rostro, acaricio sus cejas pobladas, sus mejillas, su mandíbula en la que tiene una barba incipiente, recorro su cuello y su pecho, hasta que delineo la silueta de uno de sus muchos tatuajes.-¿Qué estás haciendo? – pregunta con la voz pastosa.-Nada – sonrío y sigo acariciándolo con delicadeza, quiero trazar un mapa de su cuerpo, no quiero olvidar nunca a Bastián, no quiero olvidar sus lunares, sus tatuajes o ninguna de sus cicatrices.Bastián abre los ojos lentamente y me mira – ¿Entonces ya me perdonaste?-No &ndash
Annabelle. Una lluvia torrencial cae sobre la campiña, mis pies están empapados y mi uniforme está echándose a perder. Intento levantar mi falda larga color marrón, pero me resulta imposible seguir sosteniéndola, debo sostener la linterna con la mano derecha y con la otra necesito cubrirme de las gotas de lluvia que nublan mi visión.–¡Padre nuestro! – exclamo mientras la luz de mi linterna se hace cada vez más débil – no me abandones ahora – suplico, pero es completamente en vano. Porque tras un par de chispas de luz la linterna deja de funcionar.Me quedo completamente a oscuras, gracias al cielo que me sé de memoria el camino de regreso al convento, sin embargo, debo aceptar que la oscuridad, la lluvia y los árboles meciéndose alrededor de la campiña le dan un aire espeluznante al sitio.– Señor, ll&eac
Bastián.Camino de regreso al centro penitenciario de Lacock solo con cancerbero a mi lado, hasta que Billie se une a mí en medio de la noche y la lluvia.–¿Con quién estabas hablando, viejo? – me pregunta dándome una palmada en la espalda.– Con una monja. La estaba seduciendo – bromeo.Billie suelta una carcajada y me acompaña en el camino de regreso al que ha sido mi casa los últimos dos años de mi vida.– Sostén la reja – le pido a Billie. Él la sostiene con sus dos manos, haciendo fuerza mientras yo meto mi cuerpo adentro.Yo hago lo mismo por él, y veo como cancerbero se da media vuelta y se larga a otro lado. Esa es su vida, siempre va y vuelve, nunca se queda, creo que por eso quiero tanto a cancerbero, por lo mucho que me identifico con él. Después de todo, la única diferencia entre a
Annabelle.– Las invito a todas ustedes hijas mías a que hagan una obra de caridad, a que ayuden a un pobre y que guíen a un pecador por el camino del bien, es nuestro deber llevar por el santo camino a aquellos que se han desviado, es nuestra responsabilidad, la responsabilidad que nuestro señor Dios nos dio – dice de manera solemne la madre superiora mientras termina con el sermón del día – recuerden que la bondad y la solidaridad son nuestros valores más importantes – concluye – ahora pueden irse hijas mías – la madre superiora da la señal y después de habernos persignado todas salimos de la pequeña capilla del convento.Yo no voy a mi habitación como el resto de las novicias, porque esta noche debo volver a hacer la ronda de vigilancia nocturna, asi que me amarro bien los zapatos y cojo mi vieja lampara de vidrio, mi linterna se rompi&oa
Annabelle. Bastián suelta una carcajada y se burla en mi cara.–¿Qué pasa? ¿Qué es lo que te parece tan gracioso? – le pregunto con algo de rabia, ¿Es que no piensa dejar de burlarse de mí?– No creo que tu seas capaz de jugar con mis reglas.–¿Por qué no?– Pareces alguien demasiado inocente como para estar conmigo – yo trago saliva y él se acerca ligeramente a mi – no me conoces Annabelle – susurra cerca de mi rostro.– Tu tampoco me conoces a mí, no sabes lo que he hecho en mi vida, no conoces mi historia ni mi pasado.– Eres una monja, eso no deja mucho a la imaginación que digamos.– No toda mi vida fui una novicia – cierro los ojos porque Bastián está demasiado cerca de mí, y mi cuerpo esta temblando de necesidad. Nunca habí
Bastián. Cuando vuelvo a la correccional ya se ha hecho de madrugada, yo corro hacia mi habitación y camino en puntillas una vez que estoy adentro, me quito el mono negro, me pongo el pijama y salgo de la habitación,–¡Bastián! – susurra Billie acercándose a mí.–¿Qué hay hermano? – le pregunto sin detenerme.– Bastián, ¿Dónde demonios estabas? Me toco mentir por ti y decir que estabas en enfermería – me recrimina.– Como si eso fuera algo nuevo – yo ruedo los ojos y suelto un bufido – creo que a estas alturas ya deberías estar costumbrado a cuidarme el culo.–¡Maldita sea Bastián, no me digas que estabas con las jodidas monjas! – dice muy bajito, pero aun asi puedo p