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Capítulo 1 – la apuesta.

Bastián.

Camino de regreso al centro penitenciario de Lacock solo con cancerbero a mi lado, hasta que Billie se une a mí en medio de la noche y la lluvia.

–¿Con quién estabas hablando, viejo? – me pregunta dándome una palmada en la espalda.

– Con una monja. La estaba seduciendo – bromeo.

Billie suelta una carcajada y me acompaña en el camino de regreso al que ha sido mi casa los últimos dos años de mi vida.

– Sostén la reja – le pido a Billie. Él la sostiene con sus dos manos, haciendo fuerza mientras yo meto mi cuerpo adentro.

Yo hago lo mismo por él, y veo como cancerbero se da media vuelta y se larga a otro lado. Esa es su vida, siempre va y vuelve, nunca se queda, creo que por eso quiero tanto a cancerbero, por lo mucho que me identifico con él. Después de todo, la única diferencia entre aquel perro callejero y yo es que él camina en cuatro patas, naturalmente yo lo hago en dos.

– Enserio Bastián, ¿Qué estabas haciendo en el convento? – vuelve a preguntar Billie.

Yo ruedo los ojos y chasqueo la lengua – ya te dije, estaba seduciendo a una monja – respondo, esta vez con una expresión seria, entretanto el hombre y yo entramos en la habitación que compartimos con otros dos idiotas.

–¿Quién estaba seduciendo a una monja? – cuestiona Daniel.

– Nadie – respondo tajantemente.

– Bastián está intentando meterse bajo la falda de una monja – se burla Billie.

– Bastián no tiene los cojones como para hacerlo – gruñe Daniel haciendo que me dé jaqueca de inmediato.

Nunca he sido fan de Daniel, hay algo en él que no me genera confianza, siempre he sentido que Daniel es como una rata de alcantarilla, esperando el momento perfecto para roer cualquier suciedad y pegárnosla. Para mi Daniel es como la peste, y a nadie le gusta estar enfermo.

– Se necesitan muchos huevos como para intentar corromper a una monja, y todos aquí sabemos que Bastián no los tiene – vuelve a decir Daniel.

– Sabes que eres mi mejor amigo, Bastián, pero creo que Daniel tiene razón, ni siquiera tu eres capaz de caer tan bajo – sisea Billie.

Yo suelto una risa seca y saco una camiseta de uniforme de debajo de la cama, que es donde todos nosotros guardamos nuestras pertenencias en un baúl viejo y maltrecho.

Me quito la ropa húmeda y me pongo un uniforme seco. Dejo las botas mojadas a un lado y me llevo el cabello para atrás de la cara. Mi cabello es largo, más largo que el del resto de nosotros aquí, fue lo único que no estuve dispuesto a perder al entrar en el centro penitenciario de Lacock, bueno, tampoco estaba dispuesto a perder mi libertad, pero eso fue algo en lo que los malditos no me dejaron elegir.

– Yo creo que si soy capaz – digo aburrido – nadie es tan puritano ni tan santo como lo quiere hacer parecer, y esas monjas de allí no son la excepción.

– No son monjas – Benjamín deja a un lado el libro que está leyendo y se baja de la cama superior de su camarote – son novicias.

–¿Qué no es la mismo? – suelta Daniel con una mueca.

Benjamín, que siempre ha sido el más inteligente de los cuatro le responde con poca paciencia – no, imbécil, las novicias son monjas en proceso, todavía no han hecho sus votos, así que pertenecen al cuerpo religioso, pero aún no son monjas formalmente.

–¡A mí me suena como la misma m****a! – exclama Daniel y Benjamín rueda los ojos frustrado.

No es el único, si Benjamín es el más inteligente entonces Daniel es el más estúpido de los cuatro.

– Eso quiere decir que todavía pueden arrepentirse, ¿No es asi? – cuestiono.

– En efecto.

Yo curvo mis labios y recreo en mi mente la forma en la que aquella novicia se asustó al verme, como si hubiera visto al mismísimo demonio. En realidad, yo no la culpo, no estoy en un centro penitenciario por ser precisamente un ángel. Mi vida dista mucho de un cuento bíblico, yo no soy un santo, yo siempre he sido un pecador. 

–¿Y tú crees que cualquiera de ellas podría desistir de su decisión por ti? – Billie se burla.

Encojo mis hombros con indiferencia y frunzo los labios.

–¿Y que si lo hago?

– Pues te condecoraría como el mayor cretino que hay en el mundo – esboza Benjamín. 

–¿Por qué no hacemos esto más interesante? Está claro que Bastián cree que es capaz de cualquier cosa, asi que ¿Por qué no lo apostamos?

Me cruzo de brazos sobre el pecho y escucho con atención lo que Daniel dice.

– Apostemos a una de ellas, cualquiera.

Benjamín frunce el ceño y niega con la cabeza – esto no es una buena idea.

– Bastián dice que puede hacerlo, yo solo quiero saber de lo que es capaz.

Respiro profundo – de acuerdo – digo tranquilo.

– Tendrás que acostarte con cualquiera de esas novicias, y tendrás que darnos la prueba.

–¿Y que gano yo? – cuestiono.

–¿A parte de la satisfacción de dormir con carne fresca? – se lleva un dedo a la barba – ¿Qué te parecen diez mil dorales?

Me burlo de él, todos dentro de la habitación sabemos que Daniel no tiene donde caerse muerto, mucho menos hacer una apuesta de tal calibre.

–¿De dónde vas a sacar la pasta?

– Es que no voy a tener que sacarla – suelta haciendo una mueca – porque no vas a ganar Bastián, no importa cuánto lo intentes.

Me acerco un par de pasos a él y lo encaro – voy a ganar, y no sé dónde demonios vas a sacar el dinero, pero vas a pagármelo – siseo y veo como Daniel traga saliva.

– Tienes un mes – dice levantando el mentón para poder verme fijamente – si en un mes no has traído la prueba entonces tu tendrás que darnos a cada uno de nosotros los diez mil dólares.

– Por el contrario a ti, para mí el dinero no es un problema – sé que una de las razones por la que Daniel me detesta es por mi posición económica, sé que el hecho de que yo tenga dinero y él no, se lo come vivo por dentro, lo martiriza, ese es su propio infierno personal, y yo lo voy a usar a mi favor – dame quince días – lo reto.

– Bien, tienes quince días a partir de mañana – dice alejándose de mí.

Me doy media vuelta y salgo de la habitación para poner a secar mis botas en el patio.

– Bastián – me llama Billie alcanzándome.

–¿Qué pasa?

– No creo que esta sea una buena idea, hermano – suspira – te faltan solo dos meses para salir de aquí, no vayas a arriesgarlos por una apuesta estúpida.

– No va a pasar nada – suelto una risa – solo me ganaré un poco de dinero antes de irme de aquí.

– De todos nosotros tu eres el que tiene la posibilidad de salir antes, no vayas a echar eso a la b****a.

– No te preocupes Billie, se cómo cuidarme, soy consciente de lo que hago, no va a pasar nada – aseguro.

– Eres un jodido cabeza dura, deja de arriesgar el culo en estupideces.

– No voy a irme sin haberle callado antes la boca a Daniel.

– Bastián, escúchame…                                     

– No, tu escúchame a mí, nada demasiado grave va a pasar, deja de comportarte como mi madre – me burlo de él – mejor vamos afuera, y que empiece la cacería – susurro.

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