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Capítulo 5 – Tatuajes.

Annabelle.

Bastián se aleja de mi y se acerca al rincón donde están las cosas de trabajo, saca una lija y comienza a trabajar sobre la pared, yo me quedo viendo la forma en la que los músculos de su espalda se contraen a medida que hace fuerza con la lija contra la pared, veo como su espalda se flexiona y vuelve a su estado original. La piel de Bastián es trigueña, como bronceada, no puedo dejar de observarlo, sobre todo por el montón de tatuajes que recorren casi cada centímetro de su tórax.

En la espalda tiene un tatuaje que le cubre toda la piel, es un bosque lleno de arboles frondosos del cual comienzan a desprenderse formas, de una de las ramas sale una ruleta de la suerte, de la otra sale un arcoíris, pero no uno de los bonitos, no de esos que nos enseñan a pintar cunado somos muy pequeños, es un arcoíris roto a la mitad, a media que la luz avanza parece que se fuera destrozando, casi como si no hubiera nada al final del arcoíris de Bastián.

El pensamiento me hace sentir dolor por él.

Sigo observando su tórax desnudo y tengo que aclararme la garganta y relamer mis labios, mi boca se ha puesto seca de repente y ha vuelto la misma presión entre mis piernas.

«Contrólate Annabelle Maxwell, estás actuando como una cualquiera» – me digo mentalmente»

–¿Se te perdió algo? – Bastián me mira con el rabillo de ojo, soltando una sonrisa lobuna.

–¿Enserio es necesario que te quites el mono?

Él suelta una carcajada y hace un sonido con sus labios – no quiero manchar mi uniforme. Es más, ahora que lo dices creo que debería quitármelo totalmente – él se rasca la barbilla en donde hay una barba incipiente y después lleva sus manos a sus caderas.

Yo abro los ojos como platos y corro en su dirección, agarro sus manos que están sobre su cadera frontal y trago saliva mientras lo miro fijamente – no puedes quitártelo.

No puede hacerlo porque si Bastián se queda desnudo en este sitio creo que yo sería capaz de lanzarme encima de él y pedirle que me desvirgue, y no puedo hacerlo, eso ameritaría una expulsión del convento, eso seria incumplir a mis votos de castidad y no planeo echar todo por la borda.

–¿Por qué no quieres que me lo quite? – Bastián se suelta de mi agarre, pero no deja mis manos libres, por el contrario esta vez es él quien aprisiona mis dedos con los suyos – ¿Es por qué no quieres verme desnudo? ¿o porque te da miedo hacerlo? – pregunta muy bajito.

Yo miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estamos completamente solos, si en este momento él quisiera podría hacer conmigo lo que se le diera la gana, y en realidad para mi no seria un problema dejarlo.

¡No!

– Es porque no es apropiado – respondo.

–¡Vaya!  Quien diría que eras tan mentirosa – ronronea.

–¡Yo no soy mentirosa! – le digo a la defensiva.  

– Me estas mintiendo, eso te convierte en una mentirosa. ¿Y sabes que les pasa a los mentirosos, Annabelle?

Puedo sentir mis rodillas temblando, mis manos están sudando y a duras penas puedo pensar con claridad.

–¿Qué les pasa? – pregunto despacio y de forma pausada.

– Se les castiga.

Muerdo mi labio inferior – ¿De qué forma se les castiga? – ¡Idiota! No debiste haber hecho esa pregunta, pienso para mis adentros.

– No lo sé, tu dime, ¿De qué forma te gustaría ser castigada? – Bastián sonríe y yo siento que mi cuerpo se quema por dentro.

Él aprieta el agarre sobre mis manos y comienza a pasarlas alrededor de toda su cadera, donde se sienten algunos vellos crotos que me hacen cosquillas en las manos, Bastián me guía y me obliga a acariciarlo completamente. Yo siento que me derrito por el contacto de mis manos con su piel, su tórax es fuerte como una piedra, tiene varios cuadritos que dividen su abdomen y sus pectorales están firmes.

Yo bajo mi mirada a mis manos que no dejan de tocarlo y veo cada uno de sus tatuajes, el primero que atrapan mis ojos es un tatuaje de un candado grande lleno de cadenas a su alrededor.

–¿Qué significan tus tatuajes? – siseo.

– Tu no quieres hablar de eso – me responde.

– SI, si quiero.

– No Annabelle, de hecho, me atrevería a decir que tu no quieres hablar en lo absoluto.

Él acomoda su mano en mi cuello y me atrae contra él, junta nuestros cuerpos aún mas de lo que ya están y mi corazón comienza a latir demasiado rápido. Está pasando, esto realmente está sucediendo. Yo, Annabelle Maxwell estoy violando cada una de mis propias reglas y las de mi religión. Estoy pecando.

– Bastián – susurro – no podemos hacer esto – lo digo muy tarde, porque su boca rosada comienza a acercarse a mi y en realidad no quiero que se detenga – Bastián por favor – le suplico, y en realidad no se si lo hago para que se detenga, o para que me bese de una vez por todas.

– No me digas que quieres que me detenga, porque no voy a creerte – yo siento que algo se choca con mi habito, más específicamente en el centro de mi cuerpo, muy por encima de mi zona intima. Es la polla de Bastián que se está apretando contra mí.

Yo abro la boca y cierro los ojos, llevo mi cuello ligeramente hacia atrás y siento que voy a estallar. ¡Dios! ¿Qué es esto que siente mi cuerpo por dentro? Y lo mas importante de todo, ¿Por qué no lo había sentido antes?

– Annabelle – Bastián gruñe con mi nombre entre sus labios y me mira con los ojos encendidos – mírame – me pide.

Yo obedezco.

Él sonríe de medio lado y lleva su mano a mi rostro que se siente completamente caliente, hace lo mismo que la noche anterior, acaricia mis labios con su dedo pulgar, pero esta vez no se queda únicamente con ese gesto, él mete su dedo a mi boca y yo lo chupo por instinto haciendo que Bastián suelte un gruñido.

– Si me provocas todo esto con el dedo, no quiero ni saber lo que puedes hacerme allá abajo – yo bajo la mirada y suelto un grito ahogado al ver el gigantesco bulto erecto que se asoma por sus pantalones.

Por algún extraño motivo siento la necesidad de arrodillarme enfrente a él y chuparle absolutamente todo, me imagino a mi misma metiendo su miembro en mi boca y chupándolo de arriba abajo, la sola idea de que él pueda venirse en mi boca me prende. Tengo que apretar las piernas para poder calmar un poco el dolor.

Cuando vuelvo a levantar la vista él sigue sonriendo.

– Chúpalo, Annabelle, dijiste que eras una persona obediente, asi que adelante.

Voy a hacerlo, siento que mis rodillas comienzan a doblarse poco a poco y entonces oigo un par de pasos que se acercan corriendo a la iglesia, en donde se escucha cada pequeño crujido de la madera vieja.

–¡Padre Tito! ¿Qué hace aquí?

Un minuto más tarde y habría encontrado toda una película porno llevándose a cabo aquí dentro de las cuatro paredes de su iglesia.

Bastián se pone las manos en la cadera y se da la vuelta para darle la espalda al padre Tito, yo se lo agradezco internamente.

– Vine a recoger mi billetera, la deje en mi oficina – responde y frunce el ceño –¿Por qué el señor Bastián tiene la ropa a medio poner? – él se acerca un par de pasos a nosotros y yo comprendo lo mal que estaba todo lo que estábamos haciendo.

Hablar con un cura mientras siento mis piernas temblando de excitación me hace sentir sucia y culpable, sobre todo por el hecho de que soy una novicia.

– Tiene calor, yo también tengo calor, me he puesto colorada y todo – digo tratando de sonreír.

– Uh-hum – dice no muy convencido.

– De todas formas, póngase la ropa, señor Jones, no quiero que nadie venga aquí y salga corriendo asustado por todos esos mamarrachos que tiene pintados en el cuerpo. No entiendo porque los jóvenes de hoy en día se empeñan en arruinarse la vida – él comienza a renegar y se va a su oficina.

Yo suelto un suspiro y niego con la cabeza – strike uno, Bastián, te dije que te mantuvieras alejado.

–¡Ay si, como si no te hubiera gustado lo que estábamos haciendo! – él rueda los ojos.

– Ese no es el punto, él punto es que no estás respetando mis normas.

– Nunca he sido una persona de seguir ordenes, Annabelle, por el contrario a ti, a mi no me gusta lamberle las botas a nadie.

Frunzo los ojos ofendida y en realidad debería seguir peleando con él. Pero pelear con Bastián Jones es como pelear contra una pared, él no va a escuchar ninguno de mis argumentos, él es demasiado idiota y machito como para darse cuenta de que no siempre tiene que comportarse como un imbécil.

El resto del día Bastián y yo lo pasamos lijando las paredes, se supone que en un par de días debemos volver a pintar, pero creo que por hoy el trabajo ya está hecho, llevamos casi 12 horas en lo mismo y mis manos y brazos ya me duelen, y creo que Bastián también esta cansado porque de repente se le quitó la energía para dejar de fastidiarme la vida.

Después de haberle mostrado al padre tito nuestro trabajo de hoy, Bastián y yo salimos de la iglesia y yo me tiro en su auto, creo que no había estado tan cansada desde aquel día en que tuvimos que ir a alimentar a niños pobres de la ciudad.

Bastián conduce, y yo siento el aire frio de la noche golpear contra mi rostro, se siente arrullador, casi siento que voy a quedarme dormida, hasta que de repente el auto comienza a detenerse a mitad de la carretera, prácticamente en medio de la nada.

–¿Por qué te detienes?

– No me estoy deteniendo, el auto lo está haciendo – responde de mala gana.

–¿Qué quiere decir eso?

– Que nos estamos quedando sin gasolina.

–¿Y qué quiere decir eso?

– Que no podemos llegar a Lacock esta noche, por lo menos no sin haberle puesto combustible al auto antes.

–¿Y qué vamos a hacer, Bastián? Yo no puedo quedarme esta noche contigo.

Él chasquea la lengua – me temo que no tienes otra opción.

Yo lo miro fijamente y veo el brillo en sus ojos, puedo saber con claridad que él se alegra de estar varado conmigo en medio de la nada. Y me asusta, porque no sé que es lo que está esperando que pase esta noche.

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