Annabelle.
Bastián me lleva hasta una garita que yo no habia visto antes, es una pequeña torre medianamente alta que solía servir como punto de vigilancia, recuerdo que algunas monjas la mencionaron antes diciendo que aquí asustaban los espíritus de las monjas que desertaron, pero yo nunca la había visto de cerca.
–¿Cómo encontraste este lugar? – le pregunto mientras nos metemos dentro.
– Una noche estaba caminando alrededor y la vi, desde entonces se convirtió en mi lugar favorito.
– Pero es pequeña, huele a humedad acá adentro y en las paredes hay moho – me tapo la nariz mientras seguimos ascendiendo.
– Pero es mía – sentencia – este lugar es una de las pocas cosas que tengo y no voy a cambiarla.
Veo el rostro de Bastián, se ve triste y casi deprimido, yo quisiera quitarle
Bastián. Espero hasta que se hace más de tarde, me escondo entro los arboles y cuando veo la silueta alta y delgada de Annabelle caminar frente a mi sonrío, lo hago de manera involuntaria, pero enseguida niego y borro aquella sonrisa, no se supone que deba sonreír al verla, de hecho, no se supone que deba sentir nada, Annabelle es solo el cebo en mi trampa y no puedo olvidarme de que esto es simplemente un juego, uno que sé que no va a terminar con un final feliz.Me aclaro la garganta y camino hasta donde ella está, siento una pequeña arritmia cardiaca, quiza sea momento de visitar al doctor. Quisiera creer que un médico va a hacer que mi corazón recupere sus latidos normales, pero se que no se trata de algo que la medicina pueda arreglar. – Hola – saludo con la voz profunda parándome frente a ella.Annabelle frunce los labios e intenta esquivarme.
Annabelle. – Hermana Maxwell – escucho que alguien me susurra y me zarandea, intento creer que es solo mi imaginación, asi que sigo durmiendo y soñando con los brazos fuertes de Bastián – hermana Maxwell – esta vez me llaman más fuerte y me doy cuenta de que es la voz de la madre superiora.Abro los ojos poco a poco y me adapto a la oscuridad, todavía es de noche, la única luz que se ve alrededor es la de una linterna afuera de mi habitación.–¿Madre superiora? – pregunto frotándome los ojos, suelto un bostezo y la mujer se aparta de mí. – Debe ponerse en pie, vamos – me dice.–¿Por qué? – me incorporo en la cama y frunzo el ceño – ¿Acaso esta viejita se volvió loca? ¿Qué hace llamándome a esta hora?– Es su amigo, el se&n
Bastián. Siento que todo mi cuerpo me duele como los mil demonios, como si me hubieran pasado por una maquina demoledora de huesos, incluso me cuesta abrir los ojos, pero aun asi me las apaño para hacerlo. Poco a poco termino de despertarme y lo primero que veo es a ella. Esta enfrente de mí, mirándome como si yo fuera la última coca cola del desierto, cuando la verdad es que soy un jodido cabron. Si ella supiera todo lo que le estoy haciendo entonces no estaría aquí cuidándome como si fuera mi madre. – Bastián, ¡despertaste! – dice con su voz chillona acercándose aún más a mí.Yo miro a mi alrededor, estoy en un puto hospital ¡Agh! Siempre me han jodido los hospitales, no soporto el olor a fármacos y me asquea todo el ambiente de enfermos.–¿Qué hago aquí? – le pregunto porque
Quince días después. Annabelle. – Bastián, ¿A dónde me estás llevando? – le pregunto a Bastián mientras él me saca corriendo y me sube en una motocicleta que no sé de dónde diablos ha sacado, solo sé que en ella hemos llegado a la iglesia del padre tito, en donde hemos pasado todo el día terminando de lijar las paredes.– Deja de hacer tantas preguntas y sube – me dice con fingida rabia.Yo ruedo los ojos, pero enseguida me pongo el casco y me subo en la motocicleta en la que él ya está acomodado, tengo que admitir que esto de andar en motocicleta no es nada nuevo para mí, el único novio de mi madre que a mi me caía bien, solía usar una como medio de trasporte, asi que la experiencia de subirme en una motocicleta bestial como la de Bastián no me parece para nada ext
Bastián. Annabelle termina de vestirse enfrente de mí, se ve incomoda e incluso un poco triste, y si se está arrepintiendo de lo que acaba de pasar, pues entonces se jodió, porque no hay forma alguna de revertir lo que acabamos de hacer ella y yo sobre la alfombra de esta casa.–¿Te pasa algo? – le pregunto. Ella me sonríe y yo siento una presión en el pecho difícil de describir, es que la sonrisa de Annabelle es lo más lindo que he visto en mi vida. Quiza se deba a que siempre he estado rodeado de mierda, y entre tanta porquería, ella es lo único bueno alrededor.– No, todo está bien, solo tengo una pequeña molestia – hace una mueca.– Es normal que sientas molestias y que te duelan las piernas, mañana un poco más que ahora, incluso – le explico.– Bien – ella se po
Bastián. Se empieza a hacer de noche y la hora de visitas se termina, las familias comienzan a irse y yo salgo al patio trasero, es momento de revisión. Siempre hacen la misma estupidez después de que todas las familias se marchan, nos revisan hasta el alma, y ni aun asi han conseguido atrapar a todos los que se guardan algo encima, una vez Daniel se guardó un paquete de coca en medio de las huevas, después estuvo vendiéndonosla a todos nosotros por un precio absurdo. Yo no la compré, él saber que aquel paquete habia estado en la polla de Daniel ya me daba asco y me hacia querer vomitar.Los guardias nos pusieron en fila el uno al lado del otro, Bille se puso contra la pared a mi lado.–¿Asi que esa fue la monja? – me pregunta y suelta una carcajada.– Si – respondo con brusquedad, no quiero hablar al respecto, por lo menos no ahora.–&iqu
Annabelle. Es de noche y hace más frio que nunca, yo ahueco mis manos enfrente de mi boca y suelto vapor para calentarme un poco, miro al horizonte y espero que Bastián se aparezca de la nada, igual a como hace siempre, me he dado cuenta de que al hombre le gustan las entradas dramáticas. Sonrió por el pensamiento y recuerdo nuestra conversación de esta tarde. Él tiene razón, suele tener razón muy a menudo, yo no quiero que esto que hay entre nosotros dos se termine, por primera vez siento que pertenezco a un sitio, me siento como en casa cuando estoy con él, y ni siquiera aquí en el convento he logrado sentirme de esta manera. El amor de las monjas y de Dios es precioso, pero a veces pienso que el de Bastián lo es aun más. Veo que la silueta de un hombre comienza a caminar en mi dirección, pero hay tanta neblina que no puedo distinguirle el rostro con cl
Bastián. Han pasado veinticuatro horas desde que estoy encerrado en esta celda de porquería, veinticuatro largas horas en las que no he tenido contacto con el mundo exterior si no para recibir la comida que me traen los guardias, comida que yo por supuesto no he probado.Veo los platos a un lado de mi habitación, la carne comienza a oler mal por el calor que hace dentro de este infierno. Suelto un bufido, me acerco a la puerta y pongo las manos en las barandas de metal que me separan de Annabelle, no falta mucho para que me saquen de aquí, pero estoy desesperado, tengo que encontrar el puto celular y borrar el maldito video para deshacerme de una vez por todas de esa evidencia que me puede joder todo lo que tengo en este momento.–¡Jones! – me grita un guardia mientras se acerca – puedes salir y volver a tu habitación – él le quita el candado a la reja y la abre dejá