La noche había caído como un manto oscuro sobre el bosque, la luna llena brillando intensamente y reflejando su luz plateada sobre el claro donde se llevaría a cabo el duelo. Kadisha podía sentir el peso de la atmósfera, una combinación de anticipación y miedo que se cernía sobre la manada como una tormenta eléctrica. Los murmullos de su gente resonaban en el aire, cada uno preparado para enfrentar lo que se avecinaba. Murdock se encontraba a su lado, su presencia un faro de fuerza en medio de la tensión. Su mirada era intensa, la determinación grabada en sus rasgos. Kadisha podía sentir cómo la conexión entre ellos se intensificaba a medida que se preparaban para enfrentar a Julius y su manada. —¿Estás lista? —preguntó Murdock, su voz grave y calmada, aunque ella podía detectar el roce de la inquietud en sus ojos. Kadisha asintió, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. —Lo estoy. No vamos a permitir que nos derroten. La manada se agrupó en un semicírculo, sus miradas fijas e
El sol comenzó a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo con matices dorados y rosas, mientras el aire fresco de la mañana envolvía el claro donde había tenido lugar la batalla. Kadisha estaba sentada en un tronco caído, su mente aún procesando lo ocurrido la noche anterior. La victoria sobre Julius y su manada resonaba en su pecho como un eco de triunfos antiguos. Habían luchado juntos y habían salido victoriosos, pero la batalla había dejado sus marcas. A su lado, Murdock se pasó la mano por el cabello despeinado, todavía revuelto tras la lucha, y la miró con una intensidad que la hizo sentir como si todo el mundo se detuviera a su alrededor. Sus ojos azules parecían contener la luz del amanecer, y Kadisha sintió que su corazón se aceleraba al encontrar la profundidad de su mirada. —¿Estás bien? —preguntó Murdock, su voz baja y preocupada. Kadisha asintió, aunque en el fondo sabía que la victoria había dejado un sabor agridulce. —Sí, solo estoy… procesando todo. Murdock se in
La cacería había sido un éxito rotundo. Kadisha había sentido la euforia de la manada mientras corrían por el bosque, persiguiendo a las presas con la coordinación de un solo ser. Cada uno de ellos compartía un mismo objetivo, un mismo aliento, y eso les daba una fuerza que trasciende lo físico. Sin embargo, mientras celebraban, un oscuro presentimiento seguía rondando en la mente de Kadisha. Aquella noche, la manada se había reunido alrededor de una fogata, el crepitar de las llamas y las risas resonando en el aire. Sin embargo, la mente de Kadisha estaba lejos, perdida en los pensamientos que la inquietaban. Se encontraba sentada junto a Murdock, pero su mirada se desvió hacia el bosque, donde las sombras parecían ocultar secretos. —¿Te encuentras bien? —preguntó Murdock, notando su inquietud. Su voz era suave, pero el tono de preocupación era evidente. —Solo estoy reflexionando, —respondió Kadisha, tratando de sonreír para tranquilizarlo. Sin embargo, la mueca no pudo ocultar el
La noche avanzaba, y la tensión se palpaba en el aire. Kadisha y Murdock se encontraban en su cabaña, la cual, aunque acogedora, ahora parecía un refugio precario frente a la tormenta que se avecinaba. Con el eco de la revelación sobre la posible supervivencia de Julius aún resonando en su mente, Kadisha no podía evitar sentirse inquieta. Murdock, sentado en el borde de la cama, la observaba con preocupación. Su expresión era intensa, una mezcla de determinación y vulnerabilidad que siempre había capturado su atención. —¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó, su voz baja y firme, pero también impregnada de un matiz de duda. Kadisha se giró hacia él, su corazón latiendo con fuerza. —No tengo opción. Julius no solo representa un peligro para mí, sino para todos los que amo. —Lo sé, pero esto es diferente. —Murdock se levantó, acercándose a ella. —Antes no tenías nada que perder, pero ahora... ahora es diferente. Tienes una manada, una familia. Y yo... no quiero que sufra
El amanecer llegó con un cielo gris, como si el sol dudara en asomarse tras las nubes cargadas de presagios. Kadisha se despertó antes de que el día comenzara, sus pensamientos enredados en el tumulto que representaba su vida. La reunión de la manada del día anterior seguía en su mente, y la sensación de inminente peligro crecía con cada momento que pasaba. Se levantó y se vistió rápidamente, decidida a prepararse para lo que pudiera venir. La lucha contra Julius estaba más cerca de lo que jamás había imaginado, y su conexión con Murdock solo se hacía más fuerte. Aunque su corazón aún albergaba miedos, la determinación de luchar por lo que amaba la empujaba a seguir adelante. Kadisha salió de la cabaña, su mente fija en las estrategias que podrían implementar. Al llegar al centro del campamento, notó que varios miembros de la manada ya estaban reunidos, con rostros serios, pero determinados. Murdock, con su presencia imponente, se encontraba en el centro, hablando con Alanis y otros
La noche envolvía el campamento en un manto de sombras, cada crujido en la lejanía resonaba como un eco ominoso. Kadisha, con el corazón latiendo desbocado, se encontró en la primera línea de la defensa junto a Murdock y Alanis. La tensión en el aire era palpable, y cada miembro de la manada respiraba en un silencio casi reverente, conscientes de lo que estaba en juego. Kadisha miró a su alrededor, observando los rostros de los guerreros, cada uno de ellos con un brillo de determinación en los ojos. Se sentía como un engranaje en una máquina más grande, una fuerza unida por la lealtad y la necesidad de justicia. El sonido de aullidos a lo lejos la hizo estremecer. Era la manada de Julius, acercándose, lista para atacar. Ella respiró hondo, intentando calmar su nerviosismo. Recordó las visiones que había tenido: imágenes de caos y dolor, pero también de esperanza y redención. Sabía que la batalla que se avecinaba sería decisiva. Murdock se volvió hacia ella, su mirada fija y profund
La victoria en la batalla había sido dulce, pero la resaca de la lucha dejó una sensación de vacío que era difícil de ignorar. Kadisha miró a su alrededor, observando cómo su manada intentaba recuperar el aliento y curar las heridas. La luna llena iluminaba el campamento, creando un ambiente casi etéreo, y a pesar de la victoria, había un aire de tristeza. Mientras Murdock y Alanis hablaban en voz baja, Kadisha se apartó, buscando un momento de soledad. Se dirigió a un claro cercano, donde el sonido de la noche llenaba el aire con susurros de vida. Allí, sintió que la conexión con la naturaleza la envolvía, un recordatorio de que la vida seguía, a pesar de la pérdida. Se sentó en un tronco caído, sintiendo el frescor del aire en su piel. Con cada respiración, intentó dejar ir el peso de la batalla, pero las imágenes de sus compañeros caídos, los gritos y el caos, seguían acechando su mente. A pesar de la victoria, el dolor de la guerra siempre dejaba una marca. De repente, escuchó
La oscuridad se cerró a su alrededor como una manta pesada, cada sonido del bosque resonando con la inminente tensión que cargaban sobre sus hombros. Kadisha, Murdock y Alanis se movían con sigilo, adentrándose en el territorio de la manada rival, un lugar que solía estar marcado por la tranquilidad, ahora transformado en un laberinto de sombras y peligros. Kadisha, al frente, guiaba al grupo con una determinación que la llenaba de energía. Su corazón latía con fuerza no solo por el miedo, sino también por la adrenalina de la misión que tenían ante ellos. Recordaba el rostro de Mindi, su amiga y compañera, y la idea de que pudiera estar en peligro la empujaba a seguir adelante. —¿Alguna idea de dónde podrían tenerla? —preguntó Alanis, su voz baja y controlada. Murdock frunció el ceño. —Los rumores dicen que la manada de Julius tiene un escondite en las colinas. Es un lugar al que pocos pueden acceder y donde suelen retener a los prisioneros. Kadisha sintió que su estómago se r