La noche envolvía el campamento en un manto de sombras, cada crujido en la lejanía resonaba como un eco ominoso. Kadisha, con el corazón latiendo desbocado, se encontró en la primera línea de la defensa junto a Murdock y Alanis. La tensión en el aire era palpable, y cada miembro de la manada respiraba en un silencio casi reverente, conscientes de lo que estaba en juego. Kadisha miró a su alrededor, observando los rostros de los guerreros, cada uno de ellos con un brillo de determinación en los ojos. Se sentía como un engranaje en una máquina más grande, una fuerza unida por la lealtad y la necesidad de justicia. El sonido de aullidos a lo lejos la hizo estremecer. Era la manada de Julius, acercándose, lista para atacar. Ella respiró hondo, intentando calmar su nerviosismo. Recordó las visiones que había tenido: imágenes de caos y dolor, pero también de esperanza y redención. Sabía que la batalla que se avecinaba sería decisiva. Murdock se volvió hacia ella, su mirada fija y profund
La victoria en la batalla había sido dulce, pero la resaca de la lucha dejó una sensación de vacío que era difícil de ignorar. Kadisha miró a su alrededor, observando cómo su manada intentaba recuperar el aliento y curar las heridas. La luna llena iluminaba el campamento, creando un ambiente casi etéreo, y a pesar de la victoria, había un aire de tristeza. Mientras Murdock y Alanis hablaban en voz baja, Kadisha se apartó, buscando un momento de soledad. Se dirigió a un claro cercano, donde el sonido de la noche llenaba el aire con susurros de vida. Allí, sintió que la conexión con la naturaleza la envolvía, un recordatorio de que la vida seguía, a pesar de la pérdida. Se sentó en un tronco caído, sintiendo el frescor del aire en su piel. Con cada respiración, intentó dejar ir el peso de la batalla, pero las imágenes de sus compañeros caídos, los gritos y el caos, seguían acechando su mente. A pesar de la victoria, el dolor de la guerra siempre dejaba una marca. De repente, escuchó
La oscuridad se cerró a su alrededor como una manta pesada, cada sonido del bosque resonando con la inminente tensión que cargaban sobre sus hombros. Kadisha, Murdock y Alanis se movían con sigilo, adentrándose en el territorio de la manada rival, un lugar que solía estar marcado por la tranquilidad, ahora transformado en un laberinto de sombras y peligros. Kadisha, al frente, guiaba al grupo con una determinación que la llenaba de energía. Su corazón latía con fuerza no solo por el miedo, sino también por la adrenalina de la misión que tenían ante ellos. Recordaba el rostro de Mindi, su amiga y compañera, y la idea de que pudiera estar en peligro la empujaba a seguir adelante. —¿Alguna idea de dónde podrían tenerla? —preguntó Alanis, su voz baja y controlada. Murdock frunció el ceño. —Los rumores dicen que la manada de Julius tiene un escondite en las colinas. Es un lugar al que pocos pueden acceder y donde suelen retener a los prisioneros. Kadisha sintió que su estómago se r
La risa de Julius resonó en el aire, un sonido escalofriante que retumbaba en los muros de la antigua construcción. Kadisha sintió un escalofrío recorrer su cuerpo; la presencia del Alpha era como un veneno en sus venas. En su mente, luchaba contra el pánico que amenazaba con desbordarse. Habían luchado por Mindi, pero ahora se enfrentaban a su verdadero enemigo, el hombre que había causado tanto sufrimiento. Murdock dio un paso adelante, su postura defensiva y desafiante. —¿Qué quieres, Julius? Sabes que no tienes poder sobre nosotros. El Alpha sonrió, una sonrisa llena de desdén. —¿Y qué es lo que piensas que puedes hacer, Murdock? ¿Crees que puedes llevarte a tus amigos y marcharte sin consecuencias? Kadisha se sintió pequeña bajo la mirada penetrante de Julius. Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, y las luces del interior del edificio danzaban sobre su piel, creando sombras inquietantes. Sabía que debía mantener la calma, pero la tensión en el aire era casi palp
El aire en el viejo edificio era denso, lleno de la electricidad de la batalla y el aroma a sudor y determinación. Kadisha, aún recuperándose de la embestida, miró a su alrededor, buscando a sus amigos y a Mindi. El caos se desató a su alrededor; los gritos y los golpes resonaban como una sinfonía de desafío. En el fondo, la figura de Julius se alzaba, un enemigo formidable que parecía alimentarse del miedo y la incertidumbre que emanaban de su manada. Murdock estaba a su lado, su cuerpo imponente moviéndose con agilidad mientras luchaba contra dos de los hombres de Julius. Su cabello rubio brillaba bajo las luces tenues, su rostro decidido y enfocado. Kadisha sintió una mezcla de admiración y amor por él. En medio del peligro, había encontrado su propósito, una fuerza que la empujaba a luchar por aquellos a quienes amaba. De repente, una explosión de luz iluminó el lugar, y los hombres de Julius se detuvieron por un instante, aturdidos. Era Alanis, su hermano, quien había lanzado u
El aire estaba impregnado de tensión y determinación mientras Kadisha, Murdock y Alanis se preparaban para la confrontación final con Julius. El sonido de la batalla resonaba en el oscuro edificio, una cacofonía de gritos y el choque de cuerpos que hacía eco en sus corazones. La adrenalina corría por las venas de Kadisha, y la energía que había despertado en su interior la impulsaba hacia adelante. Murdock se colocó a su lado, su figura imponente emanando confianza y fuerza. —¿Estás lista, Kadisha? —preguntó, su voz profunda y serena a pesar del caos a su alrededor. —Más que lista. —respondió ella, sintiendo cómo su poder vibraba en el aire. —No dejaré que Julius controle nuestro destino. Alanis, quien estaba luchando contra un grupo de hombres de Julius, lanzó una mirada de apoyo a su hermana. —Recuerda lo que te enseñó Candise. Tu poder es fuerte. Usa tu intuición. Con esas palabras resonando en su mente, Kadisha se concentró en su entorno, sintiendo las vibraciones de la batall
El sol brillaba intensamente sobre el territorio de la manada Renis, iluminando cada rincón y bañando todo en una luz dorada. Kadisha se sentó en la cima de una colina, contemplando el paisaje que se extendía ante ella. La batalla contra Julius había dejado cicatrices, pero también una sensación de renovada esperanza. El aire estaba impregnado de promesas, y el canto de los pájaros resonaba como una melodía de triunfo. Al lado de Kadisha, Murdock observaba en silencio. Sus ojos azules brillaban con un fuego interior mientras miraba hacia el horizonte. La victoria había sido amarga, y aunque habían derrotado a Julius, sabían que su manada aún tenía que recuperarse de los estragos que había dejado su tiranía. Había tanto por hacer. —No puedo creer que lo hayamos logrado —dijo Kadisha, rompiendo el silencio. Su voz estaba cargada de emoción. —Después de todo lo que hemos pasado, por fin estamos libres de su control. —Es solo el comienzo —respondió Murdock, su tono grave pero lleno de
La mañana se despertó con un aire fresco y renovador, y la manada Renis parecía vibrar con la energía de un nuevo comienzo. Kadisha, con el cabello aún húmedo por el rocío matutino, se dirigió al claro donde solían reunirse. A su alrededor, los miembros de la manada comenzaban a prepararse para la ceremonia de reconciliación que habían planeado. El ambiente estaba impregnado de un aire de esperanza y expectación, y Kadisha no podía evitar sentir que cada latido de su corazón estaba alineado con la vibrante pulsación de la vida a su alrededor. Estaba decidida a hacer de este lugar un hogar para todos, uno donde cada miembro se sintiera valorado y amado. —Kadisha —la llamó Murdock, su voz resonando a través del claro. Se giró para encontrarlo, alto y imponente, pero con una expresión suave y cariñosa. —¿Estás lista para hoy? —Creo que sí —respondió ella, sintiendo un pequeño nudo de nervios en su estómago. —Es un día importante para todos nosotros. Murdock la miró con ternura. —No t