La mañana se despertó con un aire fresco y renovador, y la manada Renis parecía vibrar con la energía de un nuevo comienzo. Kadisha, con el cabello aún húmedo por el rocío matutino, se dirigió al claro donde solían reunirse. A su alrededor, los miembros de la manada comenzaban a prepararse para la ceremonia de reconciliación que habían planeado. El ambiente estaba impregnado de un aire de esperanza y expectación, y Kadisha no podía evitar sentir que cada latido de su corazón estaba alineado con la vibrante pulsación de la vida a su alrededor. Estaba decidida a hacer de este lugar un hogar para todos, uno donde cada miembro se sintiera valorado y amado. —Kadisha —la llamó Murdock, su voz resonando a través del claro. Se giró para encontrarlo, alto y imponente, pero con una expresión suave y cariñosa. —¿Estás lista para hoy? —Creo que sí —respondió ella, sintiendo un pequeño nudo de nervios en su estómago. —Es un día importante para todos nosotros. Murdock la miró con ternura. —No t
La noche había caído sobre el territorio de la manada Renis, y con ella, un manto de tranquilidad se extendió por el claro donde la ceremonia de reconciliación había tenido lugar. Las estrellas titilaban en el cielo, mientras la luna llena iluminaba el paisaje, creando un ambiente casi mágico. Kadisha se encontraba sentada junto a Murdock en un banco de madera, observando cómo los miembros de la manada se dispersaban, algunos riendo, otros compartiendo historias en pequeños grupos. —¿Qué piensas? —preguntó Murdock, su voz profunda y resonante, rompiendo el suave murmullo de la noche. Kadisha lo miró y notó la intensidad de su mirada azul, como si intentara leer sus pensamientos. —Pienso que hemos logrado algo importante hoy —respondió Kadisha, sintiendo una oleada de satisfacción. —La manada se siente unida, y eso es lo que necesitamos. Murdock asintió, pero había algo en su expresión que le decía que había más en su mente. Kadisha entrelazó sus dedos con los de él, buscando una co
La noche se convirtió en un torbellino de actividad en el campamento de la manada Renis. Kadisha observaba cómo los miembros de la manada se movían con rapidez y determinación, creando un ambiente de urgencia que contrastaba con la tranquilidad que había existido momentos antes. La presencia del lobo herido había traído consigo una ola de inquietud que nadie podía ignorar. Murdock, aún sosteniendo al lobo, se dirigió a la enfermera de la manada, una mujer robusta con un aire de autoridad y compasión. —¡Adele! Necesitamos tu ayuda, rápidamente. Adele se acercó, su rostro en una mezcla de preocupación y profesionalismo. —¿Qué sucedió? —preguntó, su mirada evaluando al lobo herido. —Lo encontramos en el bosque, herido y aullando de dolor. —Murdock explicó, su voz tensa. —Siento que hay algo más detrás de esto. No es solo un accidente. Kadisha sintió que su corazón se aceleraba. La intuición que la había guiado antes aún resonaba en su mente. Sabía que la herida del lobo no era solo e
El claro estaba sumido en un silencio tenso. Kadisha podía sentir cómo el aire se cargaba de energía, una especie de chispa que anticipaba el estallido inminente de la confrontación. Los miembros de la manada Renis se habían alineado detrás de Murdock, cada uno con la mirada fija en Julius y su grupo de lobos oscuros. Los ojos de Julius resplandecían con una mezcla de desdén y furia. —¿Creen que pueden detenerme? —preguntó, su voz retumbando en el claro. —He construido un imperio sobre la sumisión y el miedo. ¿Qué tienen ustedes? Kadisha sintió cómo la determinación crecía en su interior, alimentada por el fuego de su manada. —Tenemos unión, tenemos amor, y tenemos el deseo de luchar por lo que es justo. —su voz resonó, clara y firme. Murdock giró su cabeza hacia ella, admirando su valentía. —No somos un imperio basado en la opresión, Julius. Somos una familia que luchará hasta el final. Julius soltó una risa burlona, pero Kadisha pudo ver la inquietud en su mirada. Él sabía que l
La atmósfera en el claro estaba cargada de un aire tenso pero triunfante. A medida que los últimos ecos de la batalla se desvanecían, Kadisha se encontraba rodeada de su manada, cada uno aún jadeando por la lucha reciente. Las heridas eran visibles, pero el espíritu colectivo era indomable. Habían enfrentado la oscuridad y, por ahora, habían prevalecido. Murdock se movió entre sus compañeros, asegurándose de que todos estuvieran bien, su voz resonando con autoridad y cuidado. Kadisha lo observó, admirando su capacidad para liderar en medio del caos. Había algo profundamente atractivo en su fortaleza, pero también en la forma en que se preocupaba por su manada. Su corazón se llenó de orgullo al ver cómo cada miembro de la manada se acercaba a él, buscando su apoyo y aliento. —Estamos vivos —dijo Murdock, su voz poderosa. Los ojos de todos se posaron en él. —Hemos luchado juntos, y eso nos hace más fuertes. Julius puede haber caído hoy, pero sabemos que esto no ha terminado. Debemos m
La mañana llegó con un manto de neblina que cubría el bosque, envolviendo el territorio de la manada en un aura de misterio. Kadisha se encontraba en la cima de una pequeña colina, observando cómo el sol comenzaba a abrirse paso a través de la bruma, iluminando los árboles con un brillo dorado. Era un nuevo día, pero la sensación de inquietud aún la perseguía. La visión que había tenido la noche anterior seguía latente en su mente, como un eco que no podía ignorar. Murdock se acercó, su figura imponente recortada contra la luz del amanecer. —¿Ya has tenido más visiones? —preguntó, su tono grave y preocupado. Su mirada escrutadora buscaba cualquier signo de alarma en ella. —No, pero… —Kadisha dudó, sintiendo la presión de las palabras que se agolpaban en su mente. —Siento que algo se acerca. No es solo el peligro inminente; es más profundo. Hay un sentimiento de traición en el aire. Murdock frunció el ceño, su expresión seria. —Eso puede ser por el temor a los aliados de Julius. Sab
El aire se tornó pesado en el campamento de la manada mientras la tarde se desvanecía, dando paso a la noche. Kadisha se encontraba en la cabaña que compartía con Murdock, el ambiente íntimo iluminado por las llamas danzantes de una hoguera. Había pasado el día organizando y fortificando los planes de defensa, pero su mente estaba lejos, atrapada en la idea de Elias y lo que su regreso podría significar. Murdock, notando su inquietud, se acercó y tomó su mano entre las suyas. —Te veo preocupada. —Su voz era suave, y sus ojos azules reflejaban el fuego, llenos de determinación y cuidado. —¿Qué pasa? Kadisha suspiró, sintiendo el peso de sus pensamientos. —Es solo que… siento que hay más en la historia de Elias de lo que sabemos. No solo es un antiguo rival. Hay algo oscuro, un rencor profundo que no puedo sacudir. Murdock frunció el ceño. —¿Por qué piensas eso? —Porque cuando pienso en él, me acuerdo de cómo lo describían. Tenía una obsesión por Zara, una especie de locura. No serí
El día de la celebración llegó con un aire de expectación en el campamento de la manada. Kadisha se despertó con la luz del sol filtrándose a través de la ventana, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Hoy era el día que habían planeado para atraer a Elias, una oportunidad para mostrar fortaleza y unidad. Sin embargo, también era una ocasión que traía consigo la incertidumbre. Mientras se preparaba, Kadisha eligió un vestido que resaltaba sus curvas, un tono verde esmeralda que hacía eco del color de sus ojos. El tejido se ajustaba a su figura, acentuando su silueta de manera seductora, pero manteniendo la elegancia que deseaba proyectar. Cuando se miró en el espejo, sintió una oleada de confianza. No era solo una mujer, sino una loba fuerte y decidida. Murdock la encontró en la cocina, mientras ella ayudaba a organizar los últimos detalles. Su mirada se iluminó al verla, admirando su belleza y determinación. —Te ves increíble —dijo, acercándose a ella con una sonrisa genuina.