Juegos de poder

Los días pasaron y Kerem permitió que su madre y Elif organizaran los preparativos para la boda a su antojo.

Por fuera, fingía una actitud resignada y obediente, pero por dentro, su mente maquinaba una sorpresa que estaba seguro no sería agradable para ellas. Se lo merecían, después de todo, por las humillaciones y manipulaciones a las que lo habían sometido.

—Muy bien, hijo mío —exclamó Neylan con falsa dulzura mientras inspeccionaba los arreglos florales—Veo que finalmente has entrado en razón respecto a tu deber.

Kerem le dedicó una mirada con desgano, encogiéndose de hombros con indiferencia.

—No tengo otra opción, ¿No es así, madre? Si quiero evitar más castigo, más me vale obedecer.

Neylan rió entre dientes ante su tono mordaz.

—Siempre tan agudo con la lengua, pero me alegra ver que estás empezando a aceptar tu papel, ahora, ¿Qué opinas de estas guirnaldas? ¿No son exquisitas?

—Si tú lo dices… —murmuró Kerem con desdén, observando cómo las sirvientas acomodaban las flores.

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