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4. PREPARANDO UNA BODA

Lucero

Ese mismo día nos quedamos viendo muchas revistas de novias y mi madre como siempre metía la cucharada para arruinarnos el increíble momento que pasábamos, aunque igual no le sirvió de nada porque esta vez mi padre intervino diciéndole que era mi vestido y debía escogerlo a mi gusto, igual sabía que no escogería nada vulgar. Ramiro, por otra parte, estaba junto a mi padre hablando de trabajo y algunas cosas de la boda, los hijos y hasta ahí escuché porque no permitiría que nada de eso ocurriera.

Me dolía planear una boda con mi secuestrador, pero de vez en cuando la ilusión me inundaba al imaginar a Sharif conmigo y entonces la idea de casarnos o vivir juntos ahora no me parecía tan apresurada como antes.

—¿Luz?… ¡Lucero, despierta! —unos dedos chasqueando frente a mí me sacaron de mis pensamientos. —¿En qué pensabas? —preguntó Paz con mucha curiosidad.

—Lo siento, es solo que me quedé pensando en el día de la boda y los nervios me volvieron, no sé si dos semanas sea suficiente para organizar todo.

—Lo será porque tu padre y yo estuvimos adelantando al igual que Ramiro —informó mi madre con cierta malicia de fondo. —Ya tenemos reservado el lugar, hablamos con el sacerdote y también con un juez, ya que Ramiro quiere la boda por la iglesia y lo civil.

—No sabía que te habías definido por las dos —reclamé por lo bajo, a lo que él me lanzó su sardónica sonrisa que solo me provocaba golpearlo más.

—Sería una sorpresa para ese día, pero sí, tendremos al juez y al sacerdote en la iglesia dispuestos a casarnos.

—Solo faltaría el vestido de novia ya que decidiste que Paz lo hiciera, escoger el menú y la decoración —dijo mi madre con disgusto.

—Igual no te preocupes lucecilla, tu vestido estará listo a tiempo y no tendrás nada de qué preocuparte excepto sonreír.

—Y lo haré, Paz, lo haré como nunca lo he hecho en mi vida —aunque quise fingir felicidad, la amargura salió sin más.

(…)

Al final pasamos todo el día en casa de mis padres viendo mil colores, tipos de comida, telas, pedrería… no creí agotarme tanto solo con planear una boda y lo peor es que solo era el primer día. Ramiro en la noche dijo que volveríamos a casa para empacar una pequeña maleta, pero debía estar preparada para cualquier reacción inesperada de él… lo que no tardó en mostrar en cuanto nos adentramos al apartamento.

—¿A qué m****a estás jugando? —me aventó contra la pared tomándome con fuerza de un brazo y el cabello.

—A nada, dijiste que si me portaba bien me dejarías salir —respondí sin darle importancia.

—No me creas un imbécil que no lo soy y te advierto desde ya que mis hombres vigilarán la casa, así que no intentes escapar porque te atraparán antes de que puedas subir a un auto y si deben asesinar a alguien, lo harán.

—¿Y cómo esperas que Paz haga mi vestido? Ella no lo hará en casa de mis padres porque no tiene todo lo que necesita.

—Como si eso te importara, a ti no te interesa casarte conmigo, así que deja al menos las mentiras aquí.

—Bien —sacudí un poco mi cuerpo intentando liberarme de su agarre. —Obviamente no me quiero casar contigo ni mucho menos darte otra vez un hijo, pero si no tengo más opción, al menos haré esta boda a mi manera… Total, no creo que quieras decepcionar a tu suegro ¿O sí?

Si algo había notado en este tiempo es que Ramiro estaba muy cerca de los negocios de mi padre, solían viajar juntos y mi madre los auxiliaba al ser su asistente, así que conocía a la perfección los movimientos de ambos, o al menos de mi padre, porque dudo que sepa todo lo que hace Ramiro en sus tiempos libres.

—Solo un error y te saldrá muy caro el chiste, Lucero.

—Lo sé mejor que nadie, “mi amor” —recalqué sarcástica. —pero sonríe, no creo que quieras verte con arrugas en las fotos de la boda, recuerda que nuestros hijos las verán al crecer —presionó con fuerza mis mejillas arrinconándome una vez más contra la pared con furia.

—Mucho cuidado con ese tono y deja de recalcarme lo ocurrido con ese bastardo, que estoy seguro que ni siquiera era hijo mío.

Debía ser fuerte, debía mantenerme en mis cinco sentidos para no desfallecer al recordar ese día.

—Aunque te duela, Ramiro, ambos sabemos que tú eras el único con el que estaba y ese bebé sí era tuyo, pero no te importó matarlo o dejarme al borde de la muerte mientras te ibas a beber o revolcarte quién sabe con quién.

Odio, solo podía salir de mí y no iba a ocultarlo, porque si él estaba dispuesto a negar su crimen, yo estaba dispuesta a recordárselo cada maldito día de su vida así me costara un golpe. Él no pronunció una palabra más, parecía conflictuado en medio de su odiosa mirada y me soltó aventándome otra vez contra la pared. Ojalá la culpa lo carcoma por dentro así no me lo diga, pero merece sufrir por lo que hizo y sigue haciendo.

—Empaca tus cosas, te quedarás cuatro días con ellos.

—¿Cuatro días? —pregunté confundida.

—Sí, tengo un viaje pendiente, pero ya sabes…

—Sí, sí, tus hombres me estarán vigilando —contesté arrogante finalizando la frase por él. —Solo di a tus hombres que estaré moviéndome entre la casa de mis padres y la casa de Paz y obviamente seguiré saliendo para ver los preparativos de NUESTRA boda —recalqué con dura amargura para que sintiera el mismo puñal que yo, porque sé que él no desea estar conmigo.

—Lo haré, pero cada que salgas a algún lugar fuera de esas dos casas serán ellos quienes te transporten, tus padres ya saben del asunto.

—Gracias por tu preocupación, “mi amor”, empacaré mi maleta.

No perdí un segundo más y tomé varias cosas, parecía más un viaje largo que solo cuatro días, pero no podía arriesgarme, tenía que quedarme más tiempo en lo que planeaba la mejor forma de salir. Cuando estaba terminando de empacar escuché las pisadas de Ramiro quien me tomó desde atrás, repasaba lascivo su cuerpo en el mío, pero debí dejarlo, por mucho asco que me diera debía soportarlo.

—No creas que me iré sin recordarte mis caricias —presionó mis senos con fuerza lastimándome.

—Sería demasiado bueno para ser verdad —él rio divertido aprisionándome más en su cuerpo.

—Vamos Lucero, ¿acaso olvidaste el excelente momento que pasamos cuando te entregaste a mí la primera vez?

—¿Hablas de cuando te supliqué que te detuvieras porque me había arrepentido y tú decidiste continuar llegando a lastimarme sin importarte nada?

—Que gran recuerdo…

—Solo para ti…

Hizo a un lado mi maleta tomándome nuevamente, pero esta vez no lloré, solo de pensar que estaría cerca de salir y ver cómo lo atraparían los hombres de Karhel, era la mejor imagen en mi cabeza para soportarlo. Nunca sentí tanto rencor por nadie, pero haré que Ramiro pague una a una las cosas que me ha hecho, incluido el asesinato de mi hijo.

(…)

A las horas volvimos a casa de mis padres, Ramiro se quedó conmigo y al día siguiente se fue temprano dejándome con Paz y mi madre para ir al centro comercial, compraríamos los materiales al tener algunas ideas para el vestido, no tenía nada definido y eso sería una ventaja para mí al tener más excusas para estar con ella.

—Debiste comprar el vestido ya hecho, al menos nos habría tomado un día adquirirlo al estar listo —se quejó mi madre al ver que estaba indecisa con los colores.

—Entonces no significaría tanto y quiero que mi boda sea perfecta —respondí sin darle mucha importancia para que notara que no me afectaban sus palabras.

—¡Tengo mucho por hacer y tú solo pierdes el tiempo escogiendo una tela! —reclamó al borde de perder la paciencia.

—Entonces ve a hacer lo que tengas que hacer, Paz y yo podemos hacer esta parte sin ti.

Estuvo a punto de hacerme un escándalo por mi altanería, pero Paz intervino recordándole que estábamos en público y que de igual forma podía irse tranquila ya que ella me estaría cuidando… por no decir vigilando.

—Bien, pero no la pierdas de vista, que esté tan sonriente no es una buena señal —advirtió mi madre lanzándome una de sus miradas asesinas que ya no me dolían.

Y pensar que vine solo para evitar que Ramiro la asesinara junto a mi padre…

—No te preocupes, además, se supone que las bodas hacen felices a las novias, pero el matrimonio te amarga igual que a ti —no puedo creerlo, pero sentí que dije eso en el mismo tono que la muñequita plástica de Sanem…

Paz le insistió para que se fuera mientras yo le sonreía orgullosa moviendo mi mano en señal de despedida.

—Eres el colmo, yo intentando no darle motivos y tú alterándola más —riñó Paz conteniendo su risa.

—No te hagas que las dos sabemos que ella es una víbora, antes no sé cómo hiciste para soportarla tantos años de amiga.

—Tu madre no siempre fue así, la vida le dio duros golpes que la amargaron y ella optó por consumirse en esto.

Era la primera vez que me contaba algo del pasado, lo más curioso es cuán afectada se ve despertando mi curiosidad.

—¿De qué golpes hablas?

—Es una larga historia y ahora no debes pensar en eso, mejor sigamos buscando, ve que no tenemos tiempo para hacer tu vestido.

Lo dejé así por el momento, pero le sacaría toda la información después cuando llegáramos a la casa.

—Paz, antes de continuar, quiero saber si has hablado con Ali o tienes algún contacto con él.

—No lucecilla, no sé nada de mi hijo desde hace muchos meses, pero sé que Dios lo estará cuidando y algún día lo veré otra vez.

Se veía dolida, pero no podía perder la esperanza todavía, sin embargo, es extraño que no se haya contactado con ella a sabiendas que estaría en Barcelona, a no ser que quisiera olvidarse de mí al saber que decidí volver con Ramiro y en la última pelea que tuvimos dejó en claro que no soportaría verme de nuevo con él…

—Mejor sigamos que veremos más cosas hermosas, quizás alguna sorpresa nos traiga el camino que te levante el ánimo.

Continuamos recorriendo todo el centro comercial, veíamos sin comprar mucho, pero sí me encontraba bastante desanimada al pensar en Alison, él era mi mejor opción y ahora no sabía qué pensar o hacer al respecto.

—Lucero, ¿estás bien? Te ves pálida.

—Sí, esta mañana no comí nada, quizás me falte algo de sal.

—Vamos al baño para que te pongas un poco de agua en la cara y después iremos a la zona de restaurantes.

Solo asentí y la seguí, extrañamente sí me sentía un poco mareada, pero no era para menos solo de pensar en la situación que me encontraba. Al llegar, vi a los guardias de Ramiro quedarse cerca del baño y ella cerró la puerta con seguro, realmente estaba pálida y aun cuando coloqué agua en mi rostro la sensación en mi pecho no desapareció, así como tampoco me resignaba a perder las esperanzas.

—Paz, te lo suplico, si Alison se contacta contigo avísame, necesito hablar con él cuanto antes —su sonrisa se ensanchó confundiéndome.

—Yo también tengo mucho por hablar contigo Lucero, pero más es lo que tengo por reclamarte.

—Y no es el único con una larga lista de reclamos, Lucero de Almeida.

Mi corazón se detuvo al escuchar esas voces, apenas y pude girarme sin soltar el lavabo viendo las dos imponentes figuras frente a mí.

—Alison… Sharif…

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