GRITO ATERRADOR

—¿Hacia donde vamos? —retomo la conversación.

—A Cabo de las huertas. —responde— ¿Ha venido a Alicante antes? —añade.

—¡No! —Miró a los lados y puedo ver, bajo la luz de la luna, la hermosa playa que se tiende a lo lejos, resplandeciente.— Ni siquiera he salido de Madrid ¿Cómo es que voy a viajar por toda España? —espeto.

—Yo tampoco he salido de Alicante, siempre he vivido aquí, así que estamos iguales. —sonríe mirándome desde el retrovisor.

Por alguna razón, aquel joven me agrada, siento que puedo confiar en él, a pesar de que no se ha atrevido a hablarme de su jefe.

—¿Falta mucho para llegar? Necesito hacer varias llamadas importantes.

—Sólo algunos minutos. Pronto llegaremos.

El coche toma una carretera de tierra, a lo lejos se ve una imponente mansión, un poco alejada de la ciudad. Transcurren cinco minutos y el auto se detiene frente a aquella lujosa construcción.

—Hemos llegado, Srta… Cervantes.

—Me llamo Rebecca, ese es mi nombre. —respondo con amabilidad ¿y tú como te llamas?

—Nacho, todos me llaman Nacho.

—Un placer Nacho —extiendo mi mano y él, estrecha la mía con firmeza.

Bajo del coche y camino junto a él hacia la puerta, antes de que el chofer presione el timbre, la puerta se abre. Nos recibe una de las empleadas domésticas.

—Mercedes, ella es la Srta Cervantes, la prometida del Sr Ferrer. —Le sonrío con amabilidad pero el gesto en su rostro es algo displicente, aunque luego intenta disimularlo parece no agradarle mi presencia en aquel lugar.

—Bienvenida. —abre la puerta por completo y me muestra el elegante vestíbulo. Luego se dirige hacia el chofer.— Lleva el equipaje a la habitación de la Srta Cervantes.

Antes de que el chofer conteste, me adelanto a responderle:

—No, no traje equipaje —La morena me mira con asombro.

—Venga, acompáñeme. Debe venir con hambre. —miro mi móvil, ya son las 9:00 de la noche.

—Realmente no tengo hambre. Me gustaría conversar con el Sr Ferrer.

—El patrón tuvo que irse a descansar. No se siente del todo bien. Pero me pidió que me ocupara de usted.

—¡Vaya que buen anfitrión es! —murmuro.

—¿Cómo dice? —pregunta en tono hostil.

—Nada, que está bien. Será así como su patrón diga.

La mujer me mira elevando una ceja. La sigo hasta la cocina. Mis ojos se abren de asombro con lo elegante de aquella habitación.

—Sólo quisiera un vaso con agua y descansar. —Le pido.

—Lo siento, pero el patrón me ordenó que le diera de cenar y debo cumplir su orden.

—¡Ya le dije que no tengo hambre! ¿Entiende? —mi tono es hostil, comienzo a cansarme de que quieran obligarme a todo.

—Cómo usted diga. —contesta apretando la mandíbula. Sirve el vaso con agua y me lo entrega— tenga.

Sostengo la copa de fino cristal y bebo el contenido por completo. Luego la empleada me conduce hasta el dormitorio que me ha sido asignado.

Subo detrás de ella, las largas escaleras. Detallo la decoración y estructura vanguardista de aquella lujosa mansión, realmente es un lugar impresionante. Al llegar a la parte superior, el pasillo se bifurca en dos direcciones.

—Su habitación es de este lado. —Me señala al ver mi duda, aún así miro al lado contrario del pasillo y un extraño escalofrío me recorre la piel.

—¡Ahhhhggg! —escucho un grito aterrador que proviene en ese sentido.

—¿Qué fue eso? —pregunto nerviosa.

—Aquella es su habitación —Me señala— Vaya hasta allá por favor. —me ordena—. El patrón me necesita.

—¿Puedo ir con usted, si lo desea?

—¡No! —responde con firmeza— Será mejor que aguarde en su habitación.

—Pero-

La mujer me lanza una mirada como si deseara desaparecerme de la faz de la tierra.

—Haga lo que le digo. El Sr Ferrer no la verá esta noche ¿entendido?

Se gira, me da la espalda y apresura el paso rumbo al ala contraria del largo pasillo. La veo entrar a una de las habitaciones y me siento tentada a ir detrás de ella.

Doy un par de pasos, pero algo me impide continuar. No suelo ser una persona supersticiosa, pero desde que llegué a ese lugar, mi piel se eriza a cada instante.

Recuerdo entonces las palabras del chofer sobre el accidente de su patrón. ¿Tendrá ello que ver con aquel grito? ¿Acaso seguía enfermo? Muevo la cabeza de un lado a otro negando mis suposiciones. Lo mejor será no especular.

Me dirijo hacia la habitación que me ha señalado, muevo el picaporte ligeramente. La puerta se abre, entro al dormitorio y me quedo boquiabierta, aquel lugar parecía una habitación de hotel al estilo Dubai.

¡Claro, son imágenes que sólo he visto en las redes sociales!

Dejo escapar un suspiro. Siendo hija de un funcionario público, es un lujo que no puedo darme.

Me siento en la cama, saco mi móvil y llamo al hospital. La recepcionista me informa que la operación salió bien, pero que aún así, mi padre sigue en observación.

Mi móvil comienza a descargarse, lo conecto al cargador. Aunque deseo hablar con Sofi, elijo enviarle un mensaje a mi madrina e informarle sobre la situación de mi padre.

“Todo salió bien, madrina. Por favor no dejes a mi padre solo. Acabo de enviarte dinero para los gastos del viaje. Al llegar a Madrid, puedes pedirle al conserje del edificio la llave de mi apartamento y quedarte allí con Sofi.”

“¿De dónde estás sacando dinero, hija. No te metas en problemas, por favor”

“No te preocupes, madrina. No estoy metida en problemas” le aclaro. Desde que su hijo, Fabricio fue detenido por andar en malos pasos, mi madrina se ha vuelto muy desconfiada.

“Está bien, Rebecca. Conste que esto lo hago por ti y Sofi”

“Gracias, madrina”

Me tumbo en la cama, observo el techo beige que combina a la perfección con las paredes de color ocre. Exhalo un suspiro de alivio. Todo parece comenzar a fluir, por lo menos mi padre está bien y tengo como ayudar a mi madrina y a mi pequeña Sofía.

Repentinamente tocan a la puerta, trago en seco ¿Será él?...

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