¿REGRESAR A MADRID?

—A-adelante —tartamudeo.

La puerta se abre lentamente. Arreglo mi cabello y mi blusa para verme un poco mejor.

—Disculpe, Srta Cervantes —se excusa la empleada mientras me incorporo para recibirla.

—Dígame, Mercedes. ¿Qué se le ofrece?

—Debo informarle que el Sr Ferrer ha pedido que le informe que debe regresarse a Madrid.

—¿Qué? —trago en seco.

—Dice que fue una arbitrariedad del Sr Enzo y que no desea casarse con una mujer como usted.

—¿Qué dice? ¿En que se basa para referirse a mí de esa manera si ni siquiera a querido darme la cara —espeto.

—¿Quién se cree que es usted para hablarme de esa manera y referirse al patrón de ese modo? —Me replica en voz alta.

Guardo silencio por unos segundos, pienso en lo que acabo de decir y creo que ella tiene algo de razón. Me he excedido en mis palabras, por lo que decido disculparme:

—Disculpe, Mercedes. Es que me siento como pelota de tenis, yendo de un lado a otro, sin merecer ni siquiera una explicación de parte de su patrón.

—Le recuerdo que el único que debe darle explicaciones es el Sr Enzo Ferrer. Él la envió hasta aquí sin consultar antes con mi patrón.

—Yo tampoco pedí venir a este lugar. —refuto, indignada.

—Entonces váyase de una vez. —sonríe burlona, se gira para retirarse, luego voltea hacía mí con suficiencia y continúa:— Y si le sirve un consejo, mejor será que se vaya y no intente regresar. En primer lugar porque mi patrón tiene gustos un tanto más exquisitos —dice en un tono de voz despectivo, escaneándome de pie a cabeza— y en segundo lugar porque cuando él decida casarse, lo hará por decisión propia.

Frunzo el entrecejo enojada por sus palabras.

—Pero- —Antes de que termine la frase, ella me interrumpe sin darme chance de explicarle las razones que tengo para estar allí.

—Puede descansar esta noche. Mañana temprano el chofer la llevará al aeropuerto.

—Eso es imposible. Estoy aquí para cumplir con el contrato que el Sr Enzo Ferrer me hizo firmar. —Suelto sin más, aquel argumento.

—Mi patrón hablará con Don Enzo. —responde sin darle la menor importancia a mis palabras— Es mejor que descanse para que pueda volver a Madrid mañana. —insiste con un tono de voz firme y claro.

Algo dentro de mí, me dice que siente placer al pedirme que me vaya de aquel lugar.

—¿Cómo sigue él? —Me atrevo a preguntar, ella eleva su ceja izquierda antes de contestar:

—No creo que sea de su incumbencia. Mi patrón siempre está bien. —enfatiza con firmeza, mientras coloca sus manos frente a su pecho, entrelazando uno con otro los dedos de su mano y apretando estos ligeramente.

—¿Bien? —interrogo dudosa— Lo oí gritar. Nadie que grite de esa manera puede estar bien.

—Duerma, señorita. —dice y sale del dormitorio.

Me quedo sin poder decir nada. Me preocupa deberle a mi jefe ese dinero ¿Cómo haré para pagarle? Me inquieta tanto la idea de volver a Madrid, como me inquietan las razones que pudo tener ese hombre para rechazarme.

—Quizás es uno de esos hijitos de papá y mamá que no le agradan las personas de clase baja. —murmuro.

Me recuesto en la cama, apoyo mi cabeza en la almohada mientras sobrepienso ¿qué haré ahora que firmé un contrato que no puedo cumplir?

La pregunta se repite una y otra vez en mi mente y de manera inmediata, aparece una respuesta que trata de convencerme a mí misma de que no estoy errada:

—No es mi culpa, es su hermano quien no desea casarse conmigo. Eso debería considerarlo mi jefe. —mascullo cruzando los brazos renuente a aceptar la magnitud de aquella situación.

Conociendo el carácter del Sr Enzo, sé que no entenderá eso. Tal vez piense que es mi culpa y me exija que le devuelva el dinero de la operación. ¿De dónde sacaré esa cantidad? Pienso.

¡Dios santo, en que lío me he metido!

Durante la noche doy vueltas de un lado a otro sobre la cama sin poder conciliar el sueño; repentinamente siento como mis tripas se retuercen.

Me negué a cenar y ahora tengo hambre. Me levanto de la cama buscando distraerme, doy un par de vueltas en la habitación, me asomo en la ventana, desde allí puedo ver que del otro lado hay una habitación con la luz encendida, imagino que debe ser su dormitorio.

Camino de un lado a otro dentro del dormitorio tratando de calmar mi ansiedad; siento que me arde el estómago cada vez más fuerte, pienso seriamente en bajar a la cocina.

—¿Y si salgo? ¿Será que Mercedes seguirá despierta aún? —Me pregunto a mí misma.

Han pasado un par de horas desde que estuvo aquí. Quizás ya esté dormida. Exhalo un suspiro, camino hacia la puerta, la abro sigilosamente para no hacer ruido. Me asomo para ver si hay alguien en el pasillo. Todo está oscuro, por lo que presumo ‘todos deben estar durmiendo’.

Enciendo la linterna de mi móvil, salgo de la habitación, bajo las escaleras y me dirijo a la cocina, es el único lugar que conozco con precisión en aquella mansión. Por suerte tengo una memoria fotográfica que me permite grabar todo lo que veo de forma exacta.

Recuerdo que junto a la escalera hay un pasillo corto, luego cruzó a la izquierda y listo, efectivamente me encuentro en la cocina. Camino hacia el refrigerador, abro con lentitud la puerta, tomo la jarra y busco un vaso para beber un poco de agua.

Escucho pasos aproximarse, me pongo algo nerviosa, termino de servir el agua. Veo una sombra, la cual puedo identificar rápidamente, es la silueta de un hombre, su espalda es amplia y su cabello es corto.

Debe ser él, el hombre que se dignó a echarme de su casa.

Evito hacer ruido para que no note mi presencia, mis manos tiemblan de nerviosismo. Coloco la jarra sin percatarme de que ha quedado colocada fuera de la bandeja del refrigerador. La jarra de vidrio cae, despedazándose y provocando un estrepitoso sonido.

—¿Quién está allí? —pregunta.

Quedo paralizada, sin poder moverme y sin atreverme a contestar.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo