—¿Pregunté quién anda allí? —repite.Veo la sombra aproximarse cada vez más hacia donde me encuentro; no puedo moverme, si doy un paso es posible que me lastime con algún trozo de vidrio. Repentinamente tiran de la puerta del refrigerador y me encuentro con su rostro dejando escapar un grito de terror.—¡Ahhh! —¡Shhhh! Guarde silencio ¿Qué hace aquí? —Me interroga con voz ronca.—¡Nacho! —exhalo un suspiro— Eres tú. —Sí, ¿A quién esperaba Srta Cervantes? —Me pregunta confundido, pero luego me advierte— Tenga cuidado, no se mueva. —dice, mientras con su zapatos rueda los pedazos de vidrios esparcidos en el piso abriendo un camino para que pueda pasar sin hacerme daño.—Gracias, Nacho. Por un momento pensé que era tu jefe. —digo y camino hacia el otro lado de la cocina.—¿El Sr Emilio? Eso es difícil, realmente casi nunca sale de su habitación.—¿Qué es lo que le ocurre? —preguntó curiosa.—¿Aún no ha hablado con usted? —¡No! Y creo que no quiere verme. Me ha mandado a de
Esa mañana, Rebecca se levantó muy temprano. De hecho durmió poco. A cada instante despertaba sobresaltada y confundida con el repentino cambio de opinión de Emilio Ferrer, su prometido. Se duchó y vistió con la misma ropa que usó para el viaje. Se sentía algo incómoda pero no tenía muchas opciones de donde escoger.Mercedes le subió el desayuno hasta la habitación evitando retrasos para ese día. No sólo debía acompañar a la prometida de su patrón de compras sino verificar que todo lo referente a la celebración del compromiso saliera a la perfección. Luego de desayunar, Rebecca bajó hasta la sala principal donde Mercedes aguardaba por ella. Salieron de la mansión y subieron al coche. El chofer condujo hasta la ciudad, siguiendo las instrucciones de la empleada. Minutos más tarde, el auto se detuvo frente a una lujosa tienda. —Venga en una hora por nosotras, Nacho. —le ordena al joven.—¡Sí, Mercedes, como ordene! Ambas mujeres descendieron del coche y entraron a la tienda.
Al llegar a la mansión, intenté conversar con Nacho, pero por alguna extraña razón, Mercedes evitaba dejarnos a solas; usaba cualquier excusa para mantenernos distantes. “Sube los paquetes a la habitación” “Ve a revisar el coche” hacia todo lo necesario con tal de no dejarme hablar con él. ¿Acaso imaginaba lo que él me había dicho? —Es mejor que suba a descansar, Srta Cervantes. —Me pide.—No estoy cansada, Mercedes. No se preocupe. —Le contesto y ella rueda los ojos poniéndolos en blanco. —Nacho necesito que hagas unas vueltas en la tienda de Gabino. —ordena.—Pero si acabamos de venir de la ciudad, Mercedes. —Él replica.—¿Y eso que tiene que ver? El patrón necesita algunas cosas, así que debes ir. ¿O tienes algo más importante que hacer que cumplir las órdenes de tu jefe? Nacho baja la mirada y niega con su cabeza.—No, nada es más importante. —Entonces apresúrate antes de que cierre a mediodía. —dice y luego se dirige hacia mí— Srta Cervantes, vaya a descansar, le av
Regreso a mi habitación para descansar y prepararme para la gran noche. Una noche donde soy protagonista de un sueño que nunca tuve y con alguien que no se atreve a darme la cara. Las dos copas de vino parecen a verme hecho efecto, un bostezo escapa de mi boca, me siento algo relajada. Me recuesto en la cama y sin proponérmelo fácilmente me quedo rendida. No sé cuánto tiempo estuve dormida, sólo sé que despierto al escuchar la voz de Mercedes llamándome y tocando la puerta. Me incorporo agitada. Tomo el móvil de la mesa de noche y veo la hora. —Aguarde —digo mientras me levanto para abrirle. Junto a ella hay un hombre rubio y exageradamente vestido.— ¿Qué ocurre Mercedes? —Vengo con el estilista, él es François y se encargará de arreglar su cabello y maquillarla. —Bien, sólo me lavo el rostro y bajo. —¡No te preocupes querida! Traigo todo para hacerte una limpieza de cutis antes de maquillarte. —dice y entra a la habitación rodando la maleta negra con una mano, mientr
—Emilio, aquí tienes a tu prometida. Lentamente él se gira hacia mí. Es Emilio Ferrer, mi prometido. Nuestras miradas se cruzan y me encuentro con la frialdad de unos ojos grises ocultos tras la máscara de medio rostro que resalta sus ojos intensos, pero que apenas muestra el lado izquierdo de su cara. —Bienvenida, Rebecca —dice y extiende su mano. Me sorprende que lleve guantes negros, quizás es parte de su atuendo. Tardo en reaccionar, el Sr Enzo, aproxima su rostro a mi oído y murmura: —Todos la están mirando, Srta Cervantes. —Sus palabras me regresan de isofacto a la realidad. —¡Hola! —apenas digo. Trago en seco y siento su mano rodearme por la cintura y hacerme girar de frente a los invitados. —Como todos sabrán, mi querido hermano Emilio Ferrer, acaba de tomar la decisión más sabia que todo hombre puede tomar, casarse y formar una linda familia. —hace un gesto con su mano para ordenar a los camareros que repartan las copas de champagne.— ¡Pido un aplauso para
Veo a mi prometido follándose a la mujer de vestido rojo que minutos atrás, me tope en el baño. Sin decir nada, doy un par de pasos atrás, cubro mi boca con ambas manos para no gritar de rabia. Sin querer tropiezo con un jarrón que se encuentra en una repisa colocada en una de las paredes. El jarrón se voltea y cae en la repisa de mármol bañando mi brazo y parte del lujoso vestido.—¡Joder! —murmuro, mientras limpio la falda del vestido que acaba de arruinarse con el líquido que contenía aquel envase.Aún así, apresuro el paso para salir de aquel lugar, volteo varias veces hacia atrás para verificar que él no haya notado mi presencia en la biblioteca. De pronto, lo veo parado frente a la puerta, me observa fijamente con una sonrisa siniestra dibujada en sus labios. Salgo del pasillo y subo las escaleras casi corriendo hasta llegar a la habitación. Aún estoy en shock. No puedo creer que tenga que casarme con un hombre como él, capaz de follarse a una de sus invitadas en su propia
—¿No hablaste en serio cuando dijiste que me equivoqué en elegir a tu nueva esposa, verdad?—Por supuesto que sí. No soporto a esa mujer. —Es hermosa e inteligente ¿Qué más esperabas? Estoy seguro de que tu ex se va a retorcer de la rabia cuando vea la noticia en todas las redes. Sonrío levemente con satisfacción. Nada deseaba más que ver a Olivia sufriendo como sufrí yo cuando decidió abandonarme luego de aquel accidente.—Deberías dejar de beber como lo estás haciendo.—¿Qué tiene de malo? Se supone que debo estar feliz, voy a casarme. —Sí, pero no quiero que termines echando todo a perder con tus comentarios impertinentes.—Deja de una vez la maldita manía de querer controlar todo lo que hago. —gruño.—Sabes que todo esto lo hago por tu bien, Emilio. —dice colocando su mano nuevamente sobre mi hombro. Detesto que haga eso, por lo que sin dudarlo muevo mi hombro hacia atrás. —¿Mi bien? ¿Qué sabes tú lo que me hace bien, eh? Tú que siempre has sido elocuente y racional,
Ante aquel beso inesperado me quedo paralizada. No sé como reaccionar. Puedo sentir sus labios suaves quemando con su fuego abrasador los míos.El movimientos sinuoso de su lengua y de sus labios carnosos provocan dentro de mí, un torrente de emociones que no había sentido nunca antes con alguien. Siento como si una lava ardiente descendiera por las laderas de mi vagina mojando mis bragas, empapándome de ganas. Lentamente se separa de mí y sonríe, mi cuerpo aún tiembla ante aquella sensación tan especial. Veo a mi jefe y su sonrisa es algo forzada. —Bien, Emilio —dice rodeándolo con su brazo por la espalda— recuerda que estamos unos cuantos aquí sin una chica al lado. —Algunos invitados ríen por su comentario.—Es lo que quiero —responde con suficiencia— causarle envidia a todos los que están solteros... y casados también. —agrega. Mi mirada se dirige hacia la rubia de vestido rojo, quien ahora me mira con desprecio. Aprovecho la conversación entre mi jefe y mi prometido para