El regreso de Sofía a la mansión, tiene a todos bastante ocupados; los cuidados que la niña requiere exigen del apoyo de cada uno de ellos, cuando no es Rebecca quien la cuida, es Yolanda quien se ocupa de ella, incluso el mismo Emilio, ha tenido que sumarse a la tarea. Esa noche, mientras Yolanda, cuida de Sofía, recibe una inesperada visita.Se levanta para abrir la puerta, quedando sorprendida al verlo:—Benavides ¿Qué haces aquí? —pregunta algo nerviosa.—Vine a ver como está Sofía. Recuerda que soy el médico familiar.—Sí, se me había pasado ese detalle. —Y bueno, no puedo negar que también me sirve de excusa para verte unos minutos. —Le da un guiño, y Yolanda se ruboriza. —Gracias por venir, entonces. —Sonríe entre suspiros. La proximidad entre Yolanda y Benavides, es cada vez mayor. Desde que reencontraron en el viaje de Madrid a Alicante, el seductor médico, no ha parado de enviarle mensajes, e incluso como esa noche, ir a la mansión, con la clara intención de verl
—¿Ocurre algo doctor? —interroga Emilio al verlo callado y pensativo.—No. No tienes de que preocuparte. Todo salió muy bien. La operación ha sido exitosa. —dice Borjas sintiendo un alivio momentáneo, pero sin dejar de pensar en Rebecca. —¿Puedo verme? —pregunta, ansioso y preocupado. Una mezcla de ansiedad y expectativa, lo invade.—Sí, por supuesto. —Borjas le hace una señal a la enfermera para que traiga el espejo.— Vas a notar algunas zonas un tanto enrojecidas e hinchadas, eso se debe a lo delicada que estaba tu piel. —Le advierte. La enfermera ese acerca a él, le sonríe amablemente.—¡Tenga, Sr Ferrer! —dice y Emilio apenas, le devuelve una sonrisa para agradecerle. Su mente está centrada en un sólo pensamiento: su rostro. La enfermera –con un gesto suave– le entrega el espejo. En ese instante, el corazón de Emilio se acelera, late con rapidez, mientras las manos comienzan a sudarle copiosamente.Con manos temblorosas, Emilio sostiene el espejo frente a él. La luz le i
Rebecca sale apresuradamente de la mansión, le pide a Nacho que la lleve hasta el apartamento de su amiga. Minutos más tarde, se encuentra frente a la puerta, toca el timbre reiteradas veces, sin obtener respuesta. Su corazón late acelerado imaginando la más de las nefastas situaciones. —Romina, por favor, ábreme. —grita desde afuera. Minutos antes, cuando habló con su amiga, la sintió bastante mal, fue por ello que sin dudarlo decidió ir a verla. Finalmente la puerta se abre, ambas chicas se ven y se abrazan. —Por Dios, Romina. ¿Cómo me haces esto? —recrimina angustiada.—Perdóname Rebecca, no sabía a quién recurrir. —dice entre sollozos.— No debí hacerte venir hasta acá.—No te preocupes, eres mi amiga y no podía dejarte sola. —Eres realmente maravillosa, ahora entiendo porque todos los hombres te aman.—¿De dónde sacaste eso? —interroga.—Escuché algunas de las cosas que Enzo te dijo, vi en sus ojos que claramente está enamorado de ti, Rebecca. —responde con pesar.
Durante los días siguientes, Rebecca se ocupa en dirigir todo lo relacionado en la mansión, para Mercedes aquello resulta humillante. No soportaba la presencia de la esposa de su patrón. Ver que nuevamente se había salido con la suya, la llena de ansiedad y enojo. —Haría lo que fuera por verla hundida. —murmura. —¿Qué dices, Mercedes? —pregunta Sol, mientras recoge la mesa. —Qué termines de hacer lo que haces. Aún quedan muchas cosas por hacer, ¿no escuchaste a la nueva patrona? —refiere con sarcasmo. —Deja de andar de ardida, Mercedes; la Sra Rebecca es una mujer increíble, deberías dedicarte a conocerla y no a ser su enemiga.—Es lo que quiere hacerle ver a todos, pero estoy segura de que no es ninguna santa. —Deja ya en paz a la señora, Rebecca. Como lo dices hay muchas cosas por hacer aún. El Sr Emilio regresa esta noche y hay que preparar una cena especial. —No tienes que recordarme lo que debo hacer, aquí la ama de llaves soy yo. —Estás insoportable hoy, Mercedes
Emilio queda estupefacto al mirar lo hermosa que se ve, su amada esposa esa noche. Rebecca, en cambio no puede creer lo que ven sus ojos. —¡Oh por Dios! —Se lleva las manos a la boca— Te operaste. —sus ojos se vuelven cristalinos.—Sí, así es. —contesta, sonriendo.Ella termina de bajar las escaleras, ambos se abrazan y se unen en un beso tierno que poco a poco se vuelve, intenso y apasionado. Van hasta el comedor, brindan, sonríen y comparten aquel momento perfecto. Rebecca y Emilio se sienten cada vez más seguros de sus sentimientos. Poco a poco las sombras de los celos y las mentiras se deshacen en medio de las llamas del amor. Luego de la cena, suben hasta la habitación de Sofía para darles la gran noticia. Tanto Yolanda como la niña, sonríen de felicidad y emoción. Aquel instante es propicio para desvendar algunas verdades. Yolanda asume su responsabilidad, pidiendo a Emilio y Rebecca que la dejen a solas con su hija.—¿Estás segura madrina? —pregunta la pelicastaña.
En tanto, Enzo decide reunirse esa misma tarde con su ex amante para ofrecerle el resto de su porcentaje en la empresa, sin imaginar las verdaderas razones por las que ella le pidió verse a solas en aquel extraño lugar. Enzo baja del coche, camina hacia el galpón, rápidamente es atacado por la espalda y llevado al interior de aquel lugar. El pelirrubio abre sus ojos un tanto aturdido por el golpe en la nuca. Está atado a una silla, a lo lejos reconoce a uno de los hombres de Luciano Torreli, quien lo mira de forma burlona. —Nos volvemos a ver, Enzo. —Jódete, imbécil —dice y recibe un puñetazo en el rostro que le hace sangrar por la boca. —Ya veremos que tanto te dura la hombría ahora que el jefe venga a verte. Enzo escupe, y le sonríe. Lo que Torreli pueda hacer con él, es lo que menos le importa. Lo único que verdaderamente le preocupa en ese instante, es el destino que le aguarda a Romina y a su bebé, si Torreli lo mata.Luciano, con su presencia temible, está decidido,
—¡¿MUERTO?! Al escuchar aquella noticia, es inevitable que rompa en llanto. Me negaba a pensar que luego de tanto luchar para estar juntos, el destino se empeñará en separarnos nuevamente y para siempre. Me ciego ante la idea de perderlo, al punto de olvidarme por completo del dolor que debía estar sintiendo Romina tras recibir la noticia de que su padre estaba muerto. En ese momento, pienso en que tal vez, no sea él. Sino…¡Sí! Quizás suene cruel de mi parte, pero Emilio, no podía estar muerto. ¡Él no! Román acelera el coche, sigue la ruta que muestra el GPS y en unos pocos minutos llegamos a aquel lugar solitario. Alrededor del galpón, hay varias patrullas custodiando el lugar, bajo del auto y corro hacia el detective Ramírez.—Dígame que no, que Emilio no está muerto, —Le suplico y me dejo caer de rodillas sobre la grama. —Sra Ferrer, levántese por favor. Lloro desconsolada, el dolor que siento es tal, que no alcanzo a escuchar lo que me dice. —El Sr Emilio, est
—¡Firme el contrato! —me ordena con voz firme, el hombre trajeado elegantemente. —¿Quiero saber con quién me caso? —pregunto en voz alta.El hombre me mira con enojo, luego ladea su boca con una sonrisa impregnada de arrogancia.—¿Cambiará en algo que lo sepa? —interroga haciendo una mueca de disgusto.— ¿Tan condicionado es el amor y la abnegación que siente por su padre? —agrega.Sin más opciones, que la de firmar aquel documento, me resigno a aceptar el contrato.—Está bien, firmaré. —tomo la plumilla dorada estampo mi nombre, luego colocó con firmeza el bolígrafo sobre la mesa y deslizó hacia él, la carpeta donde reposa el contrato.—Perfecto, recibirá el dinero en apenas unos minutos. —dice y me entrega un sobre blanco pequeño.— Allí tiene su boleto de avión y una tarjeta a su nombre para los gastos básicos que necesite durante el vuelo. —¿Boleto de avión? ¿Pero de qué está hablando? No dice por ningún lado que debo viajar a otro lugar. —refuto.—Aceptó casarse con mi he