Al llegar a la mansión, intenté conversar con Nacho, pero por alguna extraña razón, Mercedes evitaba dejarnos a solas; usaba cualquier excusa para mantenernos distantes. “Sube los paquetes a la habitación” “Ve a revisar el coche” hacia todo lo necesario con tal de no dejarme hablar con él. ¿Acaso imaginaba lo que él me había dicho? —Es mejor que suba a descansar, Srta Cervantes. —Me pide.—No estoy cansada, Mercedes. No se preocupe. —Le contesto y ella rueda los ojos poniéndolos en blanco. —Nacho necesito que hagas unas vueltas en la tienda de Gabino. —ordena.—Pero si acabamos de venir de la ciudad, Mercedes. —Él replica.—¿Y eso que tiene que ver? El patrón necesita algunas cosas, así que debes ir. ¿O tienes algo más importante que hacer que cumplir las órdenes de tu jefe? Nacho baja la mirada y niega con su cabeza.—No, nada es más importante. —Entonces apresúrate antes de que cierre a mediodía. —dice y luego se dirige hacia mí— Srta Cervantes, vaya a descansar, le av
Regreso a mi habitación para descansar y prepararme para la gran noche. Una noche donde soy protagonista de un sueño que nunca tuve y con alguien que no se atreve a darme la cara. Las dos copas de vino parecen a verme hecho efecto, un bostezo escapa de mi boca, me siento algo relajada. Me recuesto en la cama y sin proponérmelo fácilmente me quedo rendida. No sé cuánto tiempo estuve dormida, sólo sé que despierto al escuchar la voz de Mercedes llamándome y tocando la puerta. Me incorporo agitada. Tomo el móvil de la mesa de noche y veo la hora. —Aguarde —digo mientras me levanto para abrirle. Junto a ella hay un hombre rubio y exageradamente vestido.— ¿Qué ocurre Mercedes? —Vengo con el estilista, él es François y se encargará de arreglar su cabello y maquillarla. —Bien, sólo me lavo el rostro y bajo. —¡No te preocupes querida! Traigo todo para hacerte una limpieza de cutis antes de maquillarte. —dice y entra a la habitación rodando la maleta negra con una mano, mientr
—Emilio, aquí tienes a tu prometida. Lentamente él se gira hacia mí. Es Emilio Ferrer, mi prometido. Nuestras miradas se cruzan y me encuentro con la frialdad de unos ojos grises ocultos tras la máscara de medio rostro que resalta sus ojos intensos, pero que apenas muestra el lado izquierdo de su cara. —Bienvenida, Rebecca —dice y extiende su mano. Me sorprende que lleve guantes negros, quizás es parte de su atuendo. Tardo en reaccionar, el Sr Enzo, aproxima su rostro a mi oído y murmura: —Todos la están mirando, Srta Cervantes. —Sus palabras me regresan de isofacto a la realidad. —¡Hola! —apenas digo. Trago en seco y siento su mano rodearme por la cintura y hacerme girar de frente a los invitados. —Como todos sabrán, mi querido hermano Emilio Ferrer, acaba de tomar la decisión más sabia que todo hombre puede tomar, casarse y formar una linda familia. —hace un gesto con su mano para ordenar a los camareros que repartan las copas de champagne.— ¡Pido un aplauso para
Veo a mi prometido follándose a la mujer de vestido rojo que minutos atrás, me tope en el baño. Sin decir nada, doy un par de pasos atrás, cubro mi boca con ambas manos para no gritar de rabia. Sin querer tropiezo con un jarrón que se encuentra en una repisa colocada en una de las paredes. El jarrón se voltea y cae en la repisa de mármol bañando mi brazo y parte del lujoso vestido.—¡Joder! —murmuro, mientras limpio la falda del vestido que acaba de arruinarse con el líquido que contenía aquel envase.Aún así, apresuro el paso para salir de aquel lugar, volteo varias veces hacia atrás para verificar que él no haya notado mi presencia en la biblioteca. De pronto, lo veo parado frente a la puerta, me observa fijamente con una sonrisa siniestra dibujada en sus labios. Salgo del pasillo y subo las escaleras casi corriendo hasta llegar a la habitación. Aún estoy en shock. No puedo creer que tenga que casarme con un hombre como él, capaz de follarse a una de sus invitadas en su propia
—¿No hablaste en serio cuando dijiste que me equivoqué en elegir a tu nueva esposa, verdad?—Por supuesto que sí. No soporto a esa mujer. —Es hermosa e inteligente ¿Qué más esperabas? Estoy seguro de que tu ex se va a retorcer de la rabia cuando vea la noticia en todas las redes. Sonrío levemente con satisfacción. Nada deseaba más que ver a Olivia sufriendo como sufrí yo cuando decidió abandonarme luego de aquel accidente.—Deberías dejar de beber como lo estás haciendo.—¿Qué tiene de malo? Se supone que debo estar feliz, voy a casarme. —Sí, pero no quiero que termines echando todo a perder con tus comentarios impertinentes.—Deja de una vez la maldita manía de querer controlar todo lo que hago. —gruño.—Sabes que todo esto lo hago por tu bien, Emilio. —dice colocando su mano nuevamente sobre mi hombro. Detesto que haga eso, por lo que sin dudarlo muevo mi hombro hacia atrás. —¿Mi bien? ¿Qué sabes tú lo que me hace bien, eh? Tú que siempre has sido elocuente y racional,
Ante aquel beso inesperado me quedo paralizada. No sé como reaccionar. Puedo sentir sus labios suaves quemando con su fuego abrasador los míos.El movimientos sinuoso de su lengua y de sus labios carnosos provocan dentro de mí, un torrente de emociones que no había sentido nunca antes con alguien. Siento como si una lava ardiente descendiera por las laderas de mi vagina mojando mis bragas, empapándome de ganas. Lentamente se separa de mí y sonríe, mi cuerpo aún tiembla ante aquella sensación tan especial. Veo a mi jefe y su sonrisa es algo forzada. —Bien, Emilio —dice rodeándolo con su brazo por la espalda— recuerda que estamos unos cuantos aquí sin una chica al lado. —Algunos invitados ríen por su comentario.—Es lo que quiero —responde con suficiencia— causarle envidia a todos los que están solteros... y casados también. —agrega. Mi mirada se dirige hacia la rubia de vestido rojo, quien ahora me mira con desprecio. Aprovecho la conversación entre mi jefe y mi prometido para
—¡Ah! —exclamo con asombro.—¿Y ahora, Srta Cervantes, está dispuesta a casarse con alguien como yo? —pregunta en tono irónico.—No sé que ganas con esto Emilio —espeta el Sr Ferrer, mientras yo desvío la mirada para no ver las cicatrices de las quemaduras en su rostro.—¿Qué gano? Nada, pero es bueno que la Srta Cervantes esté al tanto de quién es el hombre con quien deberá estar durante un año. —Y-yo, yo —tartamudeo. —¿Acepta entonces casarse con este monstruo, eh? No puedo explicar lo que siento en ese momento, un cóctel de emociones saturados de tristeza, asombro y compasión me hace estremecer por dentro. Ahora logro entender la frustración que debe habitar dentro de su corazón. —¡Sí! —contesto con firmeza. Él me mira sorprendido. Era obvio que esperaba que saliera corriendo de allí— Es un contrato y debo cumplir con él. Quiera usted o no, yo seré su esposa.—¡Perfecto! —responde— Entonces las reglas del juego ya están claras, Srta Cervantes. —masculla y se da la vu
—¿Te pregunté que haces aquí? —insisto al ver que permanece muda sin responder a mi pregunta. —Lo, lo siento, no quería molestarlo —Me responde nerviosa.Retiro con fuerza de su mano el portarretrato de Emma.—No se te ocurra volver a tocarlo. —No, no era mi intención tomarlo, sólo retirarlo de su pecho y dejarlo a un lado. —dice sosteniendo su mano.Debo haberla lastimado al tirar abruptamente de su mano el retrato, pienso. —¿A qué has venido a mi habitación, eh? —Me incorporo de la cama y siento como mi cabeza está a punto de estallar producto de la resaca de la noche anterior. —Vine a traerle su desayuno como una especie de tregua entre usted y yo.—¿Tan pronto deseas una tregua? —Sonrío en forma burlona— Pensé que eras más fuerte. —Y lo soy —espeta. —Pues no lo parece. —Me levanto de la cama y veo como ella da dos pasos hacia atrás. Me fascina ver en sus ojos el miedo al sentirme cerca. Paso por su lado y me acerco a la bandeja de comida, tomo el vaso de jugo y l