KeithUna semana después...Después de una semana adaptándome al nuevo trabajo, todo marchaba bien, mi relación con el JEFE mejoró, y hasta me llevaba mejor con Susana quien de vez en cuando me hablaba sobre sus bandas y telenovelas favoritas, me dí cuenta de que era una gran persona, ella siempre trabajó arduamente para sacar adelante a su familia ya que era madre soltera.Algo realmente admirable.En cuanto a los demás, pues... Ya no charlaban tanto sobre mi e incluso me había llevado mejor con otras personas que allí trabajaban; eran muchas personas buenas que me brindaron su apoyo si necesitaba cualquier cosa, eso me hizo sentir mejor en ese empleo, por lo menos no habían personas queriendo destruirme cada vez que se le presentara la oportunidad.―Keity, Keity, Keity... ―La voz del Señor Blue llegó a mi oídos. Le dediqué una mirada curiosa―. Dime, el imbécil de John no piensa darte una día libre acaso, esas manitas suaves tuyas necesitan descansar. ―Comentó vacilante.En poco tiem
KeithDespués de que llegáramos al Café Pablito. Uno muy lindo por cierto. Buscamos una mesa para tomar asiento, esas mesas eran cubiertas por manteles con cuadros rojos y blancos; en el centro habia un servilletero monísimo, noté pequeños detalles de rosas y margaritas en ese objeto. Alterné la vista en mi entorno, las personas conversaban, otras simplemente disfrutaban de un buen café, capuchino, o de un buen almuerzo.La verdad es que el hambre comenzaba a hacerse presente. Y mi estómago no iba a tardar mucho en protestar.Las sillas eran de madera y tenían talladas flores; había una barra (como la de un bar) en dónde personas se encontraban sentadas charlando; los meseros y meseras usaban un uniforme rojo muy lindo, camisa marrón oscuro y pantalones negros. ¿Cómo es que jamás supe de ese café?Sinceramente era muy acogedor, podía percibir ese aroma a comida, dulces, café...Inhale hondo...«Dios, que delicioso huele», pensé entrecerrando mis ojos.Sarah suspiró y dijo:―Mm, huel
KeithUn huracán de sentimientos encontrados arrasaron con mi tranquilidad.Howard, el imbécil más grande del planeta y quizás, del universo; se apareció en mi campo de visión.Debía admitir que su presencia me alteraba.Me daban ganas de darle muchas bofetadas. Decirle todo lo que llevaba guardado en mi interior desde hacía tiempo. De gritarle, de insultar su rostro, todo de él.Unas de las personas que más me hizo sufrir.Incontables fueron las lágrimas que liberé a causa de su traición, de su abandono... Cuando más lo necesité, él simplemente, me dejó.Era increíble, todavía sentía algo por él. Y no, definitivamente no era amor. Podía distinguir esa clase de sentimiento como: Un profundo rencor.Volví a tomar un sorbo de mi jugo para tratar de calmarme.―Keith... ¿De verdad estás bien? ―Me preguntó Sarah.Aclaré mi garganta, ―Si, lo estoy... Es solo que... Me ahogué. ―Respondí, aún sintiendo una sensación desagradable en mi garganta.―Por Dios... Me asustaste, Keith. ―Admitió Sarah
MichaelYa una semana había pasado desde que decidí quedarme para ayudar a Emma en lo que necesitara. Esos días que me sirvieron para reflexionar y darme cuenta de cada noche en la que hablaba con Keith por teléfono, cada vez que escuchaba su voz, suave y reconfortante, hermosa y delicada, con cada risa suya, una parte de mi se alegraba. Podía sentir esa paz que inspiraba a través de su voz, con ella el tiempo se detenía, y esa sensación de hormigueo en mi estómago se hacía presente.Sabía que estaba mal.Ella solo era mi amiga.Lo más seguro es que Keith solamente me viera como si mejor amigo, y nada más.Siempre quería decirle, confesarle sobre lo que me hacía sentir, pero, ¿Y si lo arruinaba? ¿Y si ella se alejaba de mi, otra vez?No podía correr ese riesgo.Aunque me muriera por querer besarla, abrazarla, acariciarla.Estaba mal.Pero, ¿Qué podía hacer? El amor es así, llega cuando menos te lo esperas y con quién menos lo imaginas.―... Y bueno, fué así que este tonto que está aqu
JohnDías atrás...―John, necesito hablar contigo. ―Demandó Sarah con voz firme.Me giré sobre mi silla para contemplar su rostro saturado en molestia. Ella posó sus manos sobre el escritorio mientras me observaba con frialdad.―Habla entonces.―Okey... ¿Cuáles son tus intenciones? Me hice el desentendido cuando claramente sabía a qué se refería.―No sé de qué me hablas. ―Dije encogiéndome de hombros.―Oh si, tu sabes muy bien de lo que estoy hablando, John... ―Hizo una pausa, sus ojos me miraron fijamente―. Keith... Todo me dió mala espina desde el día ese del gran escándalo con la otra secretaria.―Ah... Eso... ―Emití, cogiendo una botella de Brandy que estaba en mi escritorio para verter el líquido en un vaso de cristal muy fino―, verás... ¿Recuerdas a la chica que te mencioné por teléfono hace años?Ella se lo pensó por varios minutos hasta que calló en cuenta de que sí lo recordaba.―Ajá... ¿Y qué tiene que ver Keith en todo esto? ―Inquirió arqueando una ceja.―Era ella, Keith...
KeithDesde la noche anterior me sentía mal, cómo si una especie de remordimiento me carcomiera por dentro.¿Hacía lo correcto al querer hablar con Howard?No lo sabía, pero mi conciencia y mi corazón me dictaban que hiciera lo posible por olvidar los rencores.Centrarme en el presente. EN MÍ PRESENTE.Para que mi futuro no fuese afectado por la marea de emociones y pensamientos negativos.Por eso, le pedí a Pablito que me diera el número de Howard en la mañana. Antes de ir al trabajo hablé con él y le mencioné acerca de lo que pensaba hacer, tenía que intentar averiguar más sobre ese hombre, y para mí suerte comenzó a frecuentar ese Café, e incluso se había hecho muy amigo de Pablito.Según el encantador de Pablito; Howard era a una maravilla de hombre.Pero yo creo que era más porque Pablito era gay y se sentía atraído. Le gustaba.Y bueno, como dicen por ahí: El amor es ciego.―¡Hola Keith! ―La voz de John resonó en mi oídos, alcé el mentón para verlo―. Keith, hoy saldré temprano,
KeithEntré a un bar repleto de personas que bailaban —después de dejar atrás al odioso y antipático guardia de seguridad que estaba en la entrada—, la muchedumbre gritaba y reía, pasé entre cuerpos sudorosos hasta que reparé en dirección a la barra la espalda de un hombro musculoso que apoyaba su cabeza contra la superficie de madera.Su mano estaba levantada y vislumbre su reloj de oro favorito, —el que siempre llevaba a su trabajo—, y sujetaba en su mano un pequeño vaso vacío.Di unos pasos hasta que llegué a la barra, el batender que allí estaba me hizo señas para que me llevara a John de ahí, entonces; continuó limpiando con un pañuelo la madera. Se alejó un poco y atendió a toras personas. Entre tanto, me dediqué a tratar de levantar a John de ahí.Pero no podía ni con su alma.La cogorza que se cargaba era demasiado grande.Y para colmo ÉL, era demasiado grande.—¡John! —Grité porque la música retumbaba provocando que las personas gritaran aún más—. ¡Reacciona, John! —Volví a g
Keith.Salimos del auto y tuve que pagarle al señor, ya que, el idiotita de John olvidó su billetera en quién sabe dónde.«Demasiado descuidado», pensé.Si iba a un bar, para emborracharse, mínimo debía procurar no perder nada importante.Pero bueno, "cada cabeza es un mundo".El cielo nocturno estaba tan estrellado que me hubiera gustado hacer un campamento y contemplarlas cómo solía hacer con papá de niña.Inhalé hondo e intenté no ponerme tan sentimental al pensar en mi padre.―Esta es mi humilde morada, señorita. ―Habló John, vacilante.Puse una cara de seriedad, y advertí que no era una pequeña casita, no... Para nada. Era todo lo contrario.Era realmente, ingente.De tamaño descomunal.Grandes ventanales y que irradiaba una luz proveniente de su interior; un pequeño camino empedrado guiaba hasta la enorme puerta de cristal; un amplio jardín lleno de una gran diversidad de plantas ornamentales de ubicaban a los alrededores de tan ostentosa residencia.Oh.Por.Dios.Cuántos lujos d