Capítulo XXII

Keith.

Salimos del auto y tuve que pagarle al señor, ya que, el idiotita de John olvidó su billetera en quién sabe dónde.

«Demasiado descuidado», pensé.

Si iba a un bar, para emborracharse, mínimo debía procurar no perder nada importante.

Pero bueno, "cada cabeza es un mundo".

El cielo nocturno estaba tan estrellado que me hubiera gustado hacer un campamento y contemplarlas cómo solía hacer con papá de niña.

Inhalé hondo e intenté no ponerme tan sentimental al pensar en mi padre.

―Esta es mi humilde morada, señorita. ―Habló John, vacilante.

Puse una cara de seriedad, y advertí que no era una pequeña casita, no... Para nada. Era todo lo contrario.

Era realmente, ingente.

De tamaño descomunal.

Grandes ventanales y que irradiaba una luz proveniente de su interior; un pequeño camino empedrado guiaba hasta la enorme puerta de cristal; un amplio jardín lleno de una gran diversidad de plantas ornamentales de ubicaban a los alrededores de tan ostentosa residencia.

Oh.Por.Dios.

Cuántos lujos d
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