40. El hombre de mi vida

Mientras, sus manos se colaban por dentro de la camisa de Emma y le acariciaban la cintura y la espalda, para luego desplazarse al frente y comenzar a acunar y toquetear los pechos generosos de la pelinegra, que ni siquiera tuvo tiempo de ponerse sostén después del baño.

Emma gimió en la boca del magnate cuando su duro pezón fue pellizcado y burlado por los dedos de Steve.

El magnate abrió los botones de la camisa al frente y cuando esos deliciosos pechos blancos rebotaron en su casa, no dudo en bajar la cabeza y comenzar a comérselos, logrando que Emma arqueara la espalda para darle mejor acceso y reprimiera un gemido excitado de su garganta.

Sentía que se humedecía por todos lados, mientras la lengua de Steve jugaba con sus pezones y lo alternaba con fuertes succiones que la hacían temblar de placer.

Las grandes manos del magnate bajaron para apretarle las nalgas y de un momento a otro, comenzó a bajarle el pantalón del pijama hasta los muslos.

Emma podía sentir su dureza rozando co
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