21. Desliz Nocturno

Steve saboreó esos labios que tanto había codiciado, comenzó explorando por fuera, con suavidad, conociéndose por primera vez, pero le gustó tanto lo que encontró, que su codicia crecía a pasos gigantes.

Llevó una mano hasta la mejilla de ella y luego se separó unos milímetros, solo por un segundo, respirando ambos agitados, para recorrer con su dedo pulgar el regordete labio inferior, que se moría por mordisquear y así lo hizo.

Emma sintió, como los dientes del magnate aprisionaron su labio inferior, chupándolo, provocándola y gimió de placer en respuesta.

Una lengua se coló dentro de su boca, buscando la suya, probando el sabor afrutado del vino que tomaron en la cena.

La otra mano de Steve fue bajando, acariciando su cintura y la curva de su cadera.

Dieron varios pasos cortos hacia atrás, sin dejar de besarse apasionadamente, cuando el marco de la puerta, encerró a Emma entre la madera y el fuerte y masculino cuerpo, que ahora la disfrutaba en profundidad, sin darle oportunidad
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