Cuando Steve llegó al hospital, ya le habían hecho los primeros auxilios a Jennifer y estaba fuera de peligro su vida. — Ella despertará en un rato, cuando se le pase el efecto del sedante. — Es obvio que tendrá que tomar terapia con el psiquiatra y que, una vez más, intentará presionarte de esta manera, ¿qué piensas hacer ahora?Leo, como siempre, se vio arrastrado, incluso en su día libre, en las desventuras de la vida de Steve.— No te preocupes, sé lo que tengo que hacer— respondió pasando al cuarto privado, donde Jennifer descansaba. Steve se quedó mirándola por un rato, sentado en el sillón a su lado. Jennifer era muy parecida a su hermana Paula, su difunta esposa.Por lo menos en apariencia, porque su personalidad era muy diferente. Paula era una mujer increíble, hermosa e impetuosa, pero a la vez dulce y elegante. Podía montar un caballo al estilo vaquero y parecer una dama refinada. Steve había llorado y mucho su muerte. Estaba enamorado de su mujer y se sumió en su m
Los días pasaron en relativa tranquilidad y parecía que todo iba encontrando el camino correcto.Winona se había mudado con su madre y ya Steve había decidido preocuparse por la pequeña, pero no involucrarse a fondo nunca más en ese asunto.Se hizo una costumbre, que Steve llegara a su casa y cierta pelinegra lo estuviese esperando con una cena caliente, incluso comenzó a llegar a tiempo para comer con ella en el comedor, como hace rato no hacía desde que su esposa había fallecido.Hablaban de sus cosas cotidianas, del bebé, principalmente, que hasta sus pedos apestosos le parecían lo más tierno del mundo.Aprendían de sus gustos, de su pasado y así, ese frágil vínculo se fue fortaleciendo y ambos continuaban superando las barreras de su corazón, conociéndose el uno al otro.— Emma, necesito viajar unos días al extranjero para cerrar un trato muy importante de la compañía – Steve le comunicó un día en lo que cenaban juntos.— La verdad, es que no quiero que te quedes sola aquí en la h
Steve saboreó esos labios que tanto había codiciado, comenzó explorando por fuera, con suavidad, conociéndose por primera vez, pero le gustó tanto lo que encontró, que su codicia crecía a pasos gigantes. Llevó una mano hasta la mejilla de ella y luego se separó unos milímetros, solo por un segundo, respirando ambos agitados, para recorrer con su dedo pulgar el regordete labio inferior, que se moría por mordisquear y así lo hizo.Emma sintió, como los dientes del magnate aprisionaron su labio inferior, chupándolo, provocándola y gimió de placer en respuesta.Una lengua se coló dentro de su boca, buscando la suya, probando el sabor afrutado del vino que tomaron en la cena. La otra mano de Steve fue bajando, acariciando su cintura y la curva de su cadera. Dieron varios pasos cortos hacia atrás, sin dejar de besarse apasionadamente, cuando el marco de la puerta, encerró a Emma entre la madera y el fuerte y masculino cuerpo, que ahora la disfrutaba en profundidad, sin darle oportunidad
Steve quería hablar con Emma al respecto, pero el momento tampoco era el oportuno y ella enseguida se preparó para salir de compras.Decidieron dejar a Gabriel a cargo de una cuidadora profesional y vigilado en todo momento por Emma, a través de una cámara, para que se pudiese ir en paz.— Ve conmigo en el auto, me dejan en la compañía y luego César te lleva a la tienda departamental - Steve la guio al auto, sin darle tiempo a negarse. Al final, se sentaron los dos en el asiento trasero del coche, en medio de un silencio incómodo.— Hoy tengo una reunión, pero saldré temprano para acompañarte.— No te preocupes, todo está listo para que pases un día agradable, incluso puedes invitar a alguna amiga, para que no estés sola. — Relájate, llevas todo este tiempo, encerrada en la hacienda. — Sigo pensando que podríamos contratar a una persona que te ayudara con Gabriel, para que pudieses descansar, salir sin tanto estrés – le volvió a sugerir, mirándola como ella estaba en el otro extrem
— Creo que se confundió de tienda, o más bien de edificio. El pulguero queda en otro sitio – la mujer muy bien vestida, que se notaba con buenas posibilidades, la miró de arriba abajo, como si fuese basura.— Disculpe, pero, creo que estaba en una conversación privada con la señorita, nadie le ha pedido su opinión – Emma le respondió un poco molesta.¿Desde cuándo ser humilde era un crimen? No todos nacían con la cuchara de oro o de plata en la boca. La suya no había sido ni de latón.Que aguantara los abusos de Jennifer, había sido por su hijo, por él, lo soportaría todo, pero no era de las que se quedaba callada mientras la ofendían sin razón.— Cada día esta tienda pierde más exclusividad, si dejan entrar a cualquier chusma a este sitio – la señora pensó que Emma bajaría la cabeza y se escondería como un avestruz, ¿cómo se atrevía a responderle?— Esta señorita que te atiende, está dejando de guiar a un cliente, que sí va a comprar, para perder el tiempo con alguien como tú, que s
Y al decirle que sí, Steve Brown, pasó a través de la cortina y caminó hasta el lado de Emma, que lo miraba asombrada.El resto de las caras, también estaban para fotografía. — Cuñado, ¿qué haces aquí? – Alicia le preguntó un poco confundida y más, cuando lo vio ponerse al lado de la mujer conflictiva.— Vine a comprar ropa, pero al parecer, este sitio se volvió demasiado importante para que cualquiera pueda comprar aquí— y miró a la madre de Alicia.Había escuchado parte de la discusión, cuanto se acercó a la salita, buscando a Emma.Si había algo que Steve odiaba más, era un mal pobre. Su hija vivía de los Brown y ella, era solo la mujer de un pequeño empresario, ¿de dónde sacaba tanta alcurnia?— Cuñado, creo que hay un malentendido, no sabíamos de tu ropa, esta mujer…— La Sra. Green es mi persona, ella iba a comprar a aquí, porque le recomendé la tienda, ¿acaso las ofendió en algo? – se giró para preguntarles a las trabajadoras que negaron enseguida con énfasis.— Ella no ofend
— ¿Esta es la ropa seleccionada? – cuando al fin reinó la paz, Steve le preguntó a la dependienta.— Sí, siguiendo sus indicaciones, la elegí para la Sra. Green, pero no ha podido probársela. — Disculpe por favor todo este malentendido— la asistente tenía la cara en el suelo. — Sr. Brown, le daremos muchas concesiones en los precios por este malentendido, por favor disculpe Sra. Green— la gerente quería que le salieran mil bocas para disculparse.— No fue su culpa, muchas gracias, pero ya no es necesario, pueden llevarse la ropa, no compraremos nada. — Yo me voy – Emma dijo de repente, caminando a agarrar su pequeño bolso de un mueble donde lo había dejado.— Pero…— la gerente miró al Sr. Brown. — Déjenos a solas, por favor y la ropa que se quede en su sitio – pidió y las dos mujeres salieron, poniendo el cartel de completo reservado afuera, para que nadie más entrara. — Emma, ¿qué sucede? – Steve comenzó a acercarse a ella, que estaba con la cabeza baja y ya la conocía, algo le
— No…no tengo el derecho… es solo la verdad – esquivaba su mirada nerviosa.— Estás celosa, Emma – Steve aseguró divertido, mirando sus mejillas rojas— Tienes todo el derecho a celar a tu hombre, porque eso es lo que soy si me aceptas. Soy todo tuyo, cariño, solo necesito un sí.La voz magnética y seductora de Steve se vertió en su oído, haciéndola derretirse, al estar rodeada de toda su costosa esencia masculina y ese aliento caliente que la derretía por dentro.— No me interesa ninguna otra mujer, la única que me puede poner así con solo un beso, eres tú— y con descaro, tomó su mano y la pasó por la dura erección, que ya empezaba a despertar en su bragueta.Gimiendo ronco en su oído ante el contacto de la caricia. — Steve, estamos…estamos en público…— ¿Y si estuviésemos en privado? ¿Aceptarías continuar lo que empezamos ayer? – chupó el lóbulo de su oreja, mientras las puntas de sus dedos, acariciaban a lo largo del brazo de Emma.Todo en ese hombre gritaba peligro y la mente de