53. La única verdad

Su reacción fue casi instantánea.

— ¡Gali! — acortó la distancia que dolorosamente los separaba y la capturó de la cintura antes de que pudiera desvanecerse y provocarse daño. Sin preguntarle o pedir permiso, la cargó en sus brazos.

Ella, débil, pero todavía consciente, lo miró con gesto horrorizado, alterado.

— ¿Q-qué haces? — le preguntó con voz pausada.

— Cuidarte — respondió él — ahora y siempre.

Su corazón vibró.

— Bájame ahora mismo, Cristopher — le exigió, removiéndose sin esfuerzos. Él la tenía delicadamente presa en sus brazos.

Con ella a cuestas, atravesó el jardín y la llevó hasta una terraza de la casa donde hacía sombra. Allí la bajó con sumo cuidado y se quedó helado por un par de segundos al ver que ella aprovechaba para interponer distancia entre ellos.

— Gali…

— No entiendo por qué estás aquí — le interrumpió ella, fría, dolida, engañada — deberías estar en la hacienda con tu… — se silenció a sí misma bruscamente y se giró, no soportaba su presencia allí, su engaño.

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