La mañana del día siguiente, a primera hora, ella se presentó en el hospital custodiada por los hombres de negro. Era así cómo los había nombrado Salomé cuando se supo — sin saber los motivos — seguida por esos señores grandes de trajecito oscuro.Periodistas no solo seguían merodeando la casa de los padres de Cristo, sino que el hospital tampoco seguía siendo un lugar seguro para entrar, ya que todas las entradas estaban abarrotadas de ellos.Formando un escudo alrededor de ella, el equipo de seguridad le consiguió el ingreso sin tener que dar explicaciones o que su cara fuese la portada de la próxima revista de cotilleo.Cuando se supo a salvo, tomó una bocanada de aire y se quitó la chaqueta de con capucha que le había facilitado uno de los hombres, y con apenas audible gracias, entró a la habitación de su hombre.Él ya estaba sentado en el filo del colchón cuando ingreso y Leandro atendía sus necesidades cómo ayudarle a colocarse una camisa de la muda de ropa que notó le habían tr
Las terapias de Cristo comenzaron muy pronto, y aunque las mejorías se verían a partir de las semanas siguientes, todos en la familia se mostraron muy felices al saberlo tan optimista; sí, sería una recuperación lenta, pero el saberse rodeado de toda su gente era el motor que necesitaba para seguir y no rendirse.Galilea fue paciente con él, amable y cariñosa. Lo acompañaba a cada una de sus terapias incluso cuando él se oponía, pues ella estaba gestando a su hijo y se debía al descanso absoluto, al menos las primeras semanas.— No me vas a convencer — le dijo ella un día, inclinándose para darle un beso — además, me encuentro perfecta, así que vámonos que estamos sobre la hora.El brasileño negó resignado y la tomó de la nuca para robarle otro beso. Todavía sus músculos no reaccionaban del todo para invadir su boca como solía hacerlo; sin embargo, tenerla pegada a él, de esa forma tan intimida, aún lo hacía sentir un hombre vivo.Llegaron puntual, como siempre; ella se encargaba de q
— Estás increíblemente hermosa esta noche — dijo Cristopher tan pronto recibió a su ninfa al final de las escaleras, y si era sincero, jodidamente sexy también. Esa abertura en su pierna, iba a ser un problema a erradicar muy pronto, estaba seguro.Galilea se ruborizó como de costumbre y sonrió.— Tu madre me ayudó a escoger un vestido para la ocasión — confesó con voz serena, cauta, embelesada con todo de él, quien llevaba esa noche una apariencia fresca y elegante, aunque bastante relajada.— Y atinó en todos los detalles — besó su hombro descubierto sin apartar la vista de sus ojos. Ella se mordió el labio inferior tras la electricidad del contacto. — ¿Vamos?Con un leve asentimiento de cabeza, bajó el último peldaño y se aferró a su brazo.— ¡Gali! ¡Gali! ¡Gali! — la voz alegre de Salomé los hizo girarse.La niña bajó las escaleras con prisa al tiempo que ella se acuclillaba a su altura— ¿Qué sucede, muñequita? — le preguntó con ternura.— Ten, la he tomado del jardín para ti — co
Era increíble la forma en la que sus labios encajaban perfectamente, y sus manos viajaban por rincones de la piel del otro que ya conocían de memoria. Allí, tendidos sobre una alfombra en la arena, Cristo susurraba palabras de amor a su ahora prometida que ella correspondía más que encantada, erizándose de pies a cabeza.— Vamos, todavía hay algo más que quiero mostrarte — susurró él contra su cuello, donde anteriormente había dejado un reguero de besos que la tenían necesitando silenciosamente por más.Ella abrió los ojos de par y se sacudió la arena.— ¿Más? — indagó, impresionada.¿Qué más podría haber después de aquella propuesta de matrimonio a la cual le habría dicho que sí otro millón de veces?El brasileño esbozó una sonrisa y la llevó hasta un muelle cercano recubierto de los mismos pétalos de rosas que anteriormente habían adornado la pedida de mano.Galilea alucinó aferrada a su brazo, soñadora, más que feliz. Cruzaron la pasarela, donde la brisa corría un poco más fuerte y
El alba los cazó despiertos, a los pies de la cama, sobre el tapete beige de la habitación.Cuerpos sudorosos y alientos entremezclados; almas encontradas.Habían hecho el amor hasta saberse saciados, hasta el agotamiento, o al menos eso fue lo que pensaron hasta que transcurrieron varios minutos y fueron por una nueva ronda, más entregados, más necesitados. Galilea estaba dispuesta a todo esa noche y él iba a ofrecérselo, de eso que ni dudas le quedaran.— Me encantas, mujer — gruñó Cristopher desde su posición, masajeando sus pechos desnudos. Ella estaba a horcajadas sobre su regazo masculino, moviéndose cómo la jodida diosa que era, una ninfa irreal —. Soy tan adicto a ti.Ella esbozó una sonrisa, impulsando sus caderas para un contacto más íntimo, intenso… profundo.— Oh, Cristo… — jadeó — nunca había sido tan bueno.Él acompañó su goce, orgulloso, y podía ser mejor. Lo decidió al instante en el que la tomó firmemente de las caderas, y sin abandonar su interior, la tuvo segundos d
— Cristo… — musitó en un suspiro y lo miró con ojos brillantes, dulzones — si por mí fuera me casaría ahora mismo contigo, pero una boda, aunque sea muy pequeña, necesita prepararme con al menos un poco de tiempo.El brasileño tomó sus manos entre las suyas y depositó dos tiernos besos sobre el dorso de cada una, también mirándola con fijeza.— Lo sé, pero no veo la hora en que te conviertas en mi esposa — confesó, y es que pese a la repentina necesidad que surgió de protegerla a ella y sus hijos, no mentía, casarse con esa mujer era su sueño más anhelado.El corazón de la pelirroja dio un vuelco de alegría, conmoviéndose.— Oh, Cristo, yo también quiero convertirme en tu esposa tan pronto como sea posible — dijo, acariciando su mejilla —. Pero… ¿de verdad no podemos esperar un poco más? Ni siquiera tengo un vestido — comentó afligida.— Lo conseguiremos hoy mismo — prometió — la boda por el civil puede ser en la hacienda y la eclesiástica la planearemos por más tiempo, pero, por favo
Cuando Mateo supo la noticia, no pudo ocultar su asombro. Sobre todo porque iba a ser uno de los testigos principales y tenía menos de seis horas para cancelar todos sus pendientes programados y acompañar a sus amigos en el día más felices de sus vidas.— Galilea es una mujer maravillosa, Cristo, no lo arruines — le aconsejó su amigo del otro lado de la línea telefónica.El brasileño sonrió y observó a través de la ventana de su despacho con una veintena de personas se movía de un lado a otro para finiquitar los últimos detalles de la celebración.— La amo con todo mi ser, Mateo — dijo con sinceridad —. Y no hay nada que no haría por saberla feliz y plena.— Me alegra escuchar eso, merece ser feliz, los dos lo merecen.— Entonces… ¿te espero?— No me perdería ser testigo de este amor por nada del mundo — admitió —. Nos vemos en un par de horas.Después de colgar, intentó retomar sus pendientes, pues todo el tiempo que había estado lejos de la hacienda muchas cosas quedaron a medias, y
Lo que comenzó siendo un día para festejar el amor… terminó en tragedia.Sucedió muy rápido, quizás demasiado, y lo que en un principio parecía ser capaz de controlarse, no lo fue, al contrario, a medida que Cristopher conducía aquella camioneta como alma llevaba el diablo y se acercaba a la casa grande, los gritos de terror a su alrededor eran demasiado intensos, el de las llamas también.— ¡Salgan, salgan! — las órdenes de su capaz llegaron a él tan pronto derrapó en la explanada y saltó fuera de la camioneta.— ¡¿Qué sucedió?! — exigió saber. Gente se movía de un lado a otro… su gente. Gritaban, sollozaban, se abrazaban los unos a los otros y suplicaban al cielo plegarias que esperaban fuesen escuchadas — ¡¿Dónde está Salomé?! ¡¿Dónde está mi hija?!Leandro observó a su jefe con semblante desconcertado, horrorizado, guiando a todos fuera de la casa en un intento de mantenerlos a salvo del desastre que se estaba generando.— ¡No lo sé, patrón! — gritó por encima del bullicio — ¡Esta