Todo había salido bien.La criatura se formaba sin contratiempos y la futura madre era muy saludable.Despedirse fue lo que resultó una tortura, pues ese par se anhelaban a cada segundo y sabían que no se verían hasta después del juicio; sin embargo, rogando para que todo saliese a favor, fue lo que hicieron.— Cuida de nuestro hijo, por favor — le pidió él, recargando su frente contra la suya y rozando sus labios delicadamente.Ella sonrió a medias y asintió.— Tú también debes cuidarte — musitó, afligida por tener que separarse del hombre que amaba — prométeme que lo harás.— Gali…— Cristo, por favor, promete que te cuidarás y seguirás las indicaciones del doctor — suplicó en voz baja.— De acuerdo, lo prometo.Los días siguientes pasaron impresionantemente lentos. Manuela intentaba de cualquier forma darle consuelo, pero ella estaba casi de los nervios, solo fingía cuando Salomé estaba presente, pero después volvía a sentir ese nudo opresor en el pecho.Cristopher regresó a la sui
Todo sucedió muy rápido, demasiado quizás.Cuando la noticia llegó a ella, no lo pensó dos veces; necesitaba ir, Dios, necesitaba estar con él o iba a enloquecer en cualquier segundo.Un equipo de seguridad se encargó de trasladarla hasta el hospital de río, pues con todo lo acontecido en los tribunales, los medios parecían buitres en busca de alguna primicia.Tan pronto llegaron, ella no esperó a nada ni a nadie, entró casi corriendo hasta la recepción y allí, cerca, no solo se topó con Mateo y el padre de Cristo, sino con toda la gente de la hacienda, quienes aguardaban en silencio y con semblante preocupado.— Gali…— su amigo se acercó con gesto abatido.— ¿Dónde está? — exigió saber ella, con la voz quebrada el corazón a punto de perforarle el pecho — Quiero estar con él, me necesita, por favor, déjame ir.— Tranquila — susurró, intentando calmarla — ya fue ingresado a urgencias y está en buenas manos, me he encargado personalmente de que así sea.— Por favor, quiero verlo — pidió
— ¿Se te perdió algo? — Mateo se interpuso entre su amiga y el hombre que la había dañado de una forma incluso abominable. No consentiría que se le acercara ni medio centímetro más.— No quiero problemas, solo quiero hablar con ella… por favor — pidió de manera pausada, como si su propia voz le pesara.Galilea pasó el trago amargo de su presencia y se quedó en su sitio durante un par de segundos. La última vez que había visto a Alex fue en ese mismo lugar, y si no fuese porque conocía perfectamente el timbre de su voz, habría creído que estaba en presencia de otro hombre.Su exmarido lucía como si hubiesen pasado diez años sobre él en solo cuestión de meses. Siempre había sido un hombre atlético y de ese ya no quedaba nada; aunque lo había notado la última vez, solo que no a grandes escalas. El hombre que le devolvía la mirada a unos cuantos pasos estaba absolutamente irreconocible, su semblante mortecino y ojeras tan oscuras como profundas eran su adorno principal.Mateo dio un paso
La mañana del día siguiente, a primera hora, ella se presentó en el hospital custodiada por los hombres de negro. Era así cómo los había nombrado Salomé cuando se supo — sin saber los motivos — seguida por esos señores grandes de trajecito oscuro.Periodistas no solo seguían merodeando la casa de los padres de Cristo, sino que el hospital tampoco seguía siendo un lugar seguro para entrar, ya que todas las entradas estaban abarrotadas de ellos.Formando un escudo alrededor de ella, el equipo de seguridad le consiguió el ingreso sin tener que dar explicaciones o que su cara fuese la portada de la próxima revista de cotilleo.Cuando se supo a salvo, tomó una bocanada de aire y se quitó la chaqueta de con capucha que le había facilitado uno de los hombres, y con apenas audible gracias, entró a la habitación de su hombre.Él ya estaba sentado en el filo del colchón cuando ingreso y Leandro atendía sus necesidades cómo ayudarle a colocarse una camisa de la muda de ropa que notó le habían tr
Las terapias de Cristo comenzaron muy pronto, y aunque las mejorías se verían a partir de las semanas siguientes, todos en la familia se mostraron muy felices al saberlo tan optimista; sí, sería una recuperación lenta, pero el saberse rodeado de toda su gente era el motor que necesitaba para seguir y no rendirse.Galilea fue paciente con él, amable y cariñosa. Lo acompañaba a cada una de sus terapias incluso cuando él se oponía, pues ella estaba gestando a su hijo y se debía al descanso absoluto, al menos las primeras semanas.— No me vas a convencer — le dijo ella un día, inclinándose para darle un beso — además, me encuentro perfecta, así que vámonos que estamos sobre la hora.El brasileño negó resignado y la tomó de la nuca para robarle otro beso. Todavía sus músculos no reaccionaban del todo para invadir su boca como solía hacerlo; sin embargo, tenerla pegada a él, de esa forma tan intimida, aún lo hacía sentir un hombre vivo.Llegaron puntual, como siempre; ella se encargaba de q
— Estás increíblemente hermosa esta noche — dijo Cristopher tan pronto recibió a su ninfa al final de las escaleras, y si era sincero, jodidamente sexy también. Esa abertura en su pierna, iba a ser un problema a erradicar muy pronto, estaba seguro.Galilea se ruborizó como de costumbre y sonrió.— Tu madre me ayudó a escoger un vestido para la ocasión — confesó con voz serena, cauta, embelesada con todo de él, quien llevaba esa noche una apariencia fresca y elegante, aunque bastante relajada.— Y atinó en todos los detalles — besó su hombro descubierto sin apartar la vista de sus ojos. Ella se mordió el labio inferior tras la electricidad del contacto. — ¿Vamos?Con un leve asentimiento de cabeza, bajó el último peldaño y se aferró a su brazo.— ¡Gali! ¡Gali! ¡Gali! — la voz alegre de Salomé los hizo girarse.La niña bajó las escaleras con prisa al tiempo que ella se acuclillaba a su altura— ¿Qué sucede, muñequita? — le preguntó con ternura.— Ten, la he tomado del jardín para ti — co
Era increíble la forma en la que sus labios encajaban perfectamente, y sus manos viajaban por rincones de la piel del otro que ya conocían de memoria. Allí, tendidos sobre una alfombra en la arena, Cristo susurraba palabras de amor a su ahora prometida que ella correspondía más que encantada, erizándose de pies a cabeza.— Vamos, todavía hay algo más que quiero mostrarte — susurró él contra su cuello, donde anteriormente había dejado un reguero de besos que la tenían necesitando silenciosamente por más.Ella abrió los ojos de par y se sacudió la arena.— ¿Más? — indagó, impresionada.¿Qué más podría haber después de aquella propuesta de matrimonio a la cual le habría dicho que sí otro millón de veces?El brasileño esbozó una sonrisa y la llevó hasta un muelle cercano recubierto de los mismos pétalos de rosas que anteriormente habían adornado la pedida de mano.Galilea alucinó aferrada a su brazo, soñadora, más que feliz. Cruzaron la pasarela, donde la brisa corría un poco más fuerte y
El alba los cazó despiertos, a los pies de la cama, sobre el tapete beige de la habitación.Cuerpos sudorosos y alientos entremezclados; almas encontradas.Habían hecho el amor hasta saberse saciados, hasta el agotamiento, o al menos eso fue lo que pensaron hasta que transcurrieron varios minutos y fueron por una nueva ronda, más entregados, más necesitados. Galilea estaba dispuesta a todo esa noche y él iba a ofrecérselo, de eso que ni dudas le quedaran.— Me encantas, mujer — gruñó Cristopher desde su posición, masajeando sus pechos desnudos. Ella estaba a horcajadas sobre su regazo masculino, moviéndose cómo la jodida diosa que era, una ninfa irreal —. Soy tan adicto a ti.Ella esbozó una sonrisa, impulsando sus caderas para un contacto más íntimo, intenso… profundo.— Oh, Cristo… — jadeó — nunca había sido tan bueno.Él acompañó su goce, orgulloso, y podía ser mejor. Lo decidió al instante en el que la tomó firmemente de las caderas, y sin abandonar su interior, la tuvo segundos d