2

Belinda se plantó enfrente del espejo que llegaba hasta el suelo (que también servía de puerta de su armario) y se observó satisfecha. Había trabajado para este momento durante 6 largos años y ahora, por fin; por fin, iba a empezar su primer trabajo tras la universidad. La siguiente mañana de lunes, Belinda sería la nueva profesora de la guardería en el colegió Elemental de Lynnwood.

Antes de retirarse a dormir, su última noche como estudiante sin empleo, Belinda con cuidado coloco los pantalones de vestir y el set de chaqueta y jersey de punto que había planeado vestir el día siguiente. Tras preparar su maletín y los pequeños detallitos con los que planeaba decorar su mesa, Belinda apagó la luz y fue a dormir.

Exactamente a las 6 en punto la siguiente mañana, dos alarmas distintas, separadas cinco minutos, se apagaron en el modesto apartamento de dos habitaciones de Belinda. Inmediatamente, Belinda se puso en marcha, gracias a las ocho horas de sueño recomendadas. La cafetera en la cocina, puesta en preparación automática, con sus acciones preparadas, se encendió y empezó a funcionar cuando el temporizador se lo indico.

Belinda secó su pelo tras una ducha rápida y se vistió con el conjunto que había preparado. Tras un desayuno saludable y una taza de café, Belinda cogió el almuerzo que había preparado la noche anterior, y su maletín, y se marchó al trabajo.

Cuando el resto del personal de la escuela elemental de Lynnwood llegó al colegio, Belinda había etiquetado todos los pupitres con los nombres de sus alumnos, había escrito la lección del día en la pizarra, decorado su mesa, y colocado la librería de la clase por orden alfabético según el título.

Alas nueve en punto, Belinda estaba llena de vida mientras permanecía en la puerta para saludar a sus alumnos y a sus padres el primer día de colegio. Las manitas se agarraban a los pantalones y a las faldas mientras algunos niños sufrían por la separarse de sus padres por primera vez.

—Sierra — Belinda se agacho para estar a la altura de los ojos de la pequeña niña que lloraba. —He estado esperando por conocerte toda la mañana. ¿Sabes por qué? — Cuando la niña negó con la cabeza, Belinda continuó. —Porque en tu carta que recibí este verano decías que lo que más te gusta son los ponis. ¿Y sabes qué? A mí también me encantan los ponis. Y de un amante de los ponis a otro, ¿adivina que he puesto en tu pupitre? —

Sierra miro inquisitivamente, pero poco convencida. Belinda extendió su mano ofreciéndosela a la niña. —¿Puedo enseñarte la sorpresa especial que he puesto en tu mesa? —

Lentamente Sierra asintió, pero se aseguró de que su madre no fuera muy lejos mientras permitía que Belinda la llevara a donde ella se iba a sentar. Una sonrisa apareció lentamente en su cara cuando vio el dibujo para colorear de un pony y una caja nueva de pinturas en su mesa.

—Apuesto a que a tu mamá le encantará si coloreas este dibujo para ella y así lo podrá colgar en la nevera hoy después de recogerte del colegio. ¿Qué opinas? —

Sierra asintió. —Voy a hacer este dibujo para ti, Mami — le dijo a su madre.

La madre de Sierra vocalizó un silencioso —Gracias— a Belinda antes de irse de puntillas de la habitación esperando conseguir hacer una escapada satisfactoria.

Belinda estaba agradecida a su mentora, quien le había dado la idea de pedirles a los padres de los nuevos alumnos que le rellenaran una hoja informativa diciéndoles algo especial sobre sus hijos. Es fácil tener una pequeña ayudita para dirigir una clase.

Al día siguiente y estando en las oficinas del colegio mientras buscaba que todos sus papeles estuvieran en orden, Belinda sonrió antes de preguntarle a Vivian, la directora, por la información de un nuevo alumno que se suponía llegaría ese día. Y agradeciéndoselo, Belinda acepto la carpeta y leyó toda la información que pudo sobre el pequeño niño de Salem, Oregón, mientras caminaba a su clase.

No esperaba que ese pequeño niño estuviera de pie fuera de su clase cuando llegó.

—Oh, ¡hola! — Belinda le saludo, asombrada de ver a un niño tan pequeño solo tan pronto por la mañana.

Cuando el niño permaneció en silencio, Belinda mentalmente se regañó por no haberse presentado primero. Claro le han dicho que no hable con extraños.

—Soy la Señorita Gardener, la profesora de primer grado de prescolar. ¿Eres Anthony? —

Anthony asintió lentamente.

Belinda miró su reloj y se dio cuenta de que aún faltaba una hora para que empezara el colegio. —Has llegado muy pronto, Anthony. ¿Esta tu mama o tu papá aquí contigo? —

Anthony negó.

—¿Cómo has llegado aquí hoy? — Belinda le preguntó.

—Papá — Anthony dijo, como si la palabra se refiriera a un título y no a una persona.

—Oh. Bueno a lo mejor papá no sabe a qué hora empieza el colegio. Tendremos que hacerle saber que a lo mejor puedes dormir un poquito más por las mañanas en lugar de llegar aquí tan pronto — Belinda sonrió.

Se dio cuenta de lo triste que parecía Anthony mientras estaba ahí quieto mirándola como si fuera un niño perdido.

—Le voy a escribir una carta a tu papá para que sepa a qué hora te tiene que traer al colegio. Mientras lo hago ¿te apetece entrar y colorear? —

Anthony parecía atraído por la idea, así que Belinda abrió su clase y le siguió mientras entraban.

Mientras Anthony coloreaba, Belinda leyó su archivo y vio que su madre había muerto recientemente. Intento disimular el sonido que hizo al quedarse boquiabierta. ¡Sin duda esta tan triste! Y pobre padre, acaba de perder a su esposa, seguro que está hecho un lío y con los horarios descolocados. Inmediatamente Belinda cambio de idea acerca de mandarle una carta a casa, llegando a la conclusión de que probablemente esta era la forma que tenía el padre de Anthony para hacer qué tuviera tiempo de aclimatarse al nuevo colegio.

No, no debía mandar una nota a casa. En lugar de eso, le recordaría a Anthony que le dijera a su padre que él no tenía que estar en el colegio o hasta las nueve.

—¿Te acordarás de decirle a tu papá que te traiga a las nueve? — Belinda le preguntó a Anthony mientras él se ponía en fila con el resto de la clase al terminar el día mientras se preparaban para ir a casa.

Belinda reprimió la necesidad de rodear a Anthony y darle un abrazo y un beso en la mejilla cuando el prometió que le diría a su papá a qué hora empezaba el colegio.

Pero la mañana siguiente, Anthony estaba de nuevo en la puerta de la guardería cuando Belinda llegó.

—Anthony, colega, ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Te acordaste de decirle a tu papá a qué hora tiene que traerte al colegio? — le preguntó Belinda.

—A las nueve en punto — Anthony dijo reiteradamente.

—¿Y qué ha pasado? —

—Tiene que trabajar —

Belinda comprendió y sonrió a Anthony aliviada. —Oh, cariño, creo que tu papá creé que tenemos un programa de ayuda antes del colegio. No es así, pero no te preocupes, se lo diré. ¿Quieres hacerme un dibujo mientras esperamos a que llegue el resto de la clase? —

Anthony le concedió a Belinda una sonrisa que iluminó su mañana por completo.

El ligero sonido de las ceras sobre el papel mientras Anthony garabateaba en su pupitre era como música relajante para Belinda mientras consideraba con cuanto tacto debía dirigirse al padre de Anthony por escrito.

Por el archivo, Belinda sabía que su nombre era Edmond White y su fecha de nacimiento reveló que era solo un año mayor que ella.

—Querido Sr. White —

Eso es todo lo que escribió cuando miro y vio que Anthony estaba sentado en silencio con la mano levantada en el aire.

—Oh, Anthony, cuando estemos solo tú y yo, puedes acercarte a mi mesa. No tienes que esperar a que te llame — Belinda sonrió. —¿En qué puedo ayudarte? —

—Señorita Gardener, tengo hambre — dijo Anthony.

—Oh. Bueno, ¿Qué has tomado para desayunar esta mañana? —

Anthony se encogió de hombros. Belinda tomo esto por una mala señal. Debía haber desayunado hace menos de una hora. ¿Cómo no iba a recordar que había tomado? A no ser que no haya tomado nada.

—¿No has comido nada por la mañana? — Belinda preguntó suavemente para que Anthony supiese que no pasaba nada.

—No había leche. No me gustan los cereales sin leche — explico Anthony.

Belinda asintió como si lo entendiera a la perfección. —Bueno no creo que a nadie le importe si coges algo de tu almuerzo. ¿Qué has traído para comer?—

Anthony metió la mano en el bolsillo y saco un arrugado billete de veinte dólares.

¿Un billete? ¿Su padre le ha mandado al colegio con veinte dólares para comer? ¿Y que se supone que va a comprar con eso? En el prescolar no se vendía comida, el padre parecía ser un hombre descuidado, aunque no lo culparía si había recientemente perdido a su esposa.

Claro que Belinda no podía expresarle a Anthony lo que pensaba. En lugar de eso, se acercó a su mesa y saco su almuerzo.

—¿Te gusta el yogurt, Anthony? — preguntó.

Anthony asintió. —Mi mamá me daba yogurt siempre —

El corazón de Belinda se enterneció cuando Anthony mencionó a su mamá. Por lo que había leído, no habían pasado ni seis meses desde que ella había muerto. Belinda buscó por todos los papeles de Anthony buscando algo que indicara si había sido estudiado para ver si estaba emocionalmente preparado para el colegio, pero no encontró nada.

Cuando Belinda puso el yogurt frente a Anthony, este se echó sobre él inmediatamente. Le miró fijamente mientras Vivian llegó a la clase con una caja de libros.

—¿Qué es esto?— Vivian preguntó mientras miraba el reloj.

—Oh, dejan a uno de mis alumnos demasiado pronto — contestó Belinda.

Vivian negó firmemente. —Tienes que solucionar esto, Belinda. Si no tendrás dieciocho niños aquí antes de que amanezca —

Belinda le indico a Vivian que se acercara a su mesa con ella. Lo último que quería era que Anthony se sintiera como una carga. No quería que él escuchara lo que Vivian insinuaba.

—Le voy a mandar una nota a su padre hoy. Al principio lo dejé pasar, creía que él no sabía a qué hora empieza el colegio, pero Anthony dice que se lo ha dicho —

—Y yo también se lo he dicho. Preguntó si teníamos algún programa antes y después del colegio. Le dije que ofrecemos un programa después de las clases, pero también le dije que no podía dejar a su hijo antes de las ocho y cuarto — Explico Vivian.

Sabiendo que el Sr. White estaba bien informado pero que había decidido ignorar la información enfureció a Belinda. ¿Qué clase de padre dejaría a un niño tan pequeño desatendido en un colegio nuevo? El mismo tipo de padre que manda a su hijo al colegio con el estómago vació y con veinte dólares para la comida.

De repente Belinda no tuvo ningún problema para escribir una carta al Sr. Edmond White.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo