Belinda se plantó enfrente del espejo que llegaba hasta el suelo (que también servía de puerta de su armario) y se observó satisfecha. Había trabajado para este momento durante 6 largos años y ahora, por fin; por fin, iba a empezar su primer trabajo tras la universidad. La siguiente mañana de lunes, Belinda sería la nueva profesora de la guardería en el colegió Elemental de Lynnwood.
Antes de retirarse a dormir, su última noche como estudiante sin empleo, Belinda con cuidado coloco los pantalones de vestir y el set de chaqueta y jersey de punto que había planeado vestir el día siguiente. Tras preparar su maletín y los pequeños detallitos con los que planeaba decorar su mesa, Belinda apagó la luz y fue a dormir.
Exactamente a las 6 en punto la siguiente mañana, dos alarmas distintas, separadas cinco minutos, se apagaron en el modesto apartamento de dos habitaciones de Belinda. Inmediatamente, Belinda se puso en marcha, gracias a las ocho horas de sueño recomendadas. La cafetera en la cocina, puesta en preparación automática, con sus acciones preparadas, se encendió y empezó a funcionar cuando el temporizador se lo indico.
Belinda secó su pelo tras una ducha rápida y se vistió con el conjunto que había preparado. Tras un desayuno saludable y una taza de café, Belinda cogió el almuerzo que había preparado la noche anterior, y su maletín, y se marchó al trabajo.
Cuando el resto del personal de la escuela elemental de Lynnwood llegó al colegio, Belinda había etiquetado todos los pupitres con los nombres de sus alumnos, había escrito la lección del día en la pizarra, decorado su mesa, y colocado la librería de la clase por orden alfabético según el título.
Alas nueve en punto, Belinda estaba llena de vida mientras permanecía en la puerta para saludar a sus alumnos y a sus padres el primer día de colegio. Las manitas se agarraban a los pantalones y a las faldas mientras algunos niños sufrían por la separarse de sus padres por primera vez.
—Sierra — Belinda se agacho para estar a la altura de los ojos de la pequeña niña que lloraba. —He estado esperando por conocerte toda la mañana. ¿Sabes por qué? — Cuando la niña negó con la cabeza, Belinda continuó. —Porque en tu carta que recibí este verano decías que lo que más te gusta son los ponis. ¿Y sabes qué? A mí también me encantan los ponis. Y de un amante de los ponis a otro, ¿adivina que he puesto en tu pupitre? —
Sierra miro inquisitivamente, pero poco convencida. Belinda extendió su mano ofreciéndosela a la niña. —¿Puedo enseñarte la sorpresa especial que he puesto en tu mesa? —
Lentamente Sierra asintió, pero se aseguró de que su madre no fuera muy lejos mientras permitía que Belinda la llevara a donde ella se iba a sentar. Una sonrisa apareció lentamente en su cara cuando vio el dibujo para colorear de un pony y una caja nueva de pinturas en su mesa.
—Apuesto a que a tu mamá le encantará si coloreas este dibujo para ella y así lo podrá colgar en la nevera hoy después de recogerte del colegio. ¿Qué opinas? —
Sierra asintió. —Voy a hacer este dibujo para ti, Mami — le dijo a su madre.
La madre de Sierra vocalizó un silencioso —Gracias— a Belinda antes de irse de puntillas de la habitación esperando conseguir hacer una escapada satisfactoria.
Belinda estaba agradecida a su mentora, quien le había dado la idea de pedirles a los padres de los nuevos alumnos que le rellenaran una hoja informativa diciéndoles algo especial sobre sus hijos. Es fácil tener una pequeña ayudita para dirigir una clase.
Al día siguiente y estando en las oficinas del colegio mientras buscaba que todos sus papeles estuvieran en orden, Belinda sonrió antes de preguntarle a Vivian, la directora, por la información de un nuevo alumno que se suponía llegaría ese día. Y agradeciéndoselo, Belinda acepto la carpeta y leyó toda la información que pudo sobre el pequeño niño de Salem, Oregón, mientras caminaba a su clase.
No esperaba que ese pequeño niño estuviera de pie fuera de su clase cuando llegó.
—Oh, ¡hola! — Belinda le saludo, asombrada de ver a un niño tan pequeño solo tan pronto por la mañana.
Cuando el niño permaneció en silencio, Belinda mentalmente se regañó por no haberse presentado primero. Claro le han dicho que no hable con extraños.
—Soy la Señorita Gardener, la profesora de primer grado de prescolar. ¿Eres Anthony? —
Anthony asintió lentamente.
Belinda miró su reloj y se dio cuenta de que aún faltaba una hora para que empezara el colegio. —Has llegado muy pronto, Anthony. ¿Esta tu mama o tu papá aquí contigo? —
Anthony negó.
—¿Cómo has llegado aquí hoy? — Belinda le preguntó.
—Papá — Anthony dijo, como si la palabra se refiriera a un título y no a una persona.
—Oh. Bueno a lo mejor papá no sabe a qué hora empieza el colegio. Tendremos que hacerle saber que a lo mejor puedes dormir un poquito más por las mañanas en lugar de llegar aquí tan pronto — Belinda sonrió.
Se dio cuenta de lo triste que parecía Anthony mientras estaba ahí quieto mirándola como si fuera un niño perdido.
—Le voy a escribir una carta a tu papá para que sepa a qué hora te tiene que traer al colegio. Mientras lo hago ¿te apetece entrar y colorear? —
Anthony parecía atraído por la idea, así que Belinda abrió su clase y le siguió mientras entraban.
Mientras Anthony coloreaba, Belinda leyó su archivo y vio que su madre había muerto recientemente. Intento disimular el sonido que hizo al quedarse boquiabierta. ¡Sin duda esta tan triste! Y pobre padre, acaba de perder a su esposa, seguro que está hecho un lío y con los horarios descolocados. Inmediatamente Belinda cambio de idea acerca de mandarle una carta a casa, llegando a la conclusión de que probablemente esta era la forma que tenía el padre de Anthony para hacer qué tuviera tiempo de aclimatarse al nuevo colegio.
No, no debía mandar una nota a casa. En lugar de eso, le recordaría a Anthony que le dijera a su padre que él no tenía que estar en el colegio o hasta las nueve.
—¿Te acordarás de decirle a tu papá que te traiga a las nueve? — Belinda le preguntó a Anthony mientras él se ponía en fila con el resto de la clase al terminar el día mientras se preparaban para ir a casa.
Belinda reprimió la necesidad de rodear a Anthony y darle un abrazo y un beso en la mejilla cuando el prometió que le diría a su papá a qué hora empezaba el colegio.
Pero la mañana siguiente, Anthony estaba de nuevo en la puerta de la guardería cuando Belinda llegó.
—Anthony, colega, ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Te acordaste de decirle a tu papá a qué hora tiene que traerte al colegio? — le preguntó Belinda.
—A las nueve en punto — Anthony dijo reiteradamente.
—¿Y qué ha pasado? —
—Tiene que trabajar —
Belinda comprendió y sonrió a Anthony aliviada. —Oh, cariño, creo que tu papá creé que tenemos un programa de ayuda antes del colegio. No es así, pero no te preocupes, se lo diré. ¿Quieres hacerme un dibujo mientras esperamos a que llegue el resto de la clase? —
Anthony le concedió a Belinda una sonrisa que iluminó su mañana por completo.
El ligero sonido de las ceras sobre el papel mientras Anthony garabateaba en su pupitre era como música relajante para Belinda mientras consideraba con cuanto tacto debía dirigirse al padre de Anthony por escrito.
Por el archivo, Belinda sabía que su nombre era Edmond White y su fecha de nacimiento reveló que era solo un año mayor que ella.
—Querido Sr. White —
Eso es todo lo que escribió cuando miro y vio que Anthony estaba sentado en silencio con la mano levantada en el aire.
—Oh, Anthony, cuando estemos solo tú y yo, puedes acercarte a mi mesa. No tienes que esperar a que te llame — Belinda sonrió. —¿En qué puedo ayudarte? —
—Señorita Gardener, tengo hambre — dijo Anthony.
—Oh. Bueno, ¿Qué has tomado para desayunar esta mañana? —
Anthony se encogió de hombros. Belinda tomo esto por una mala señal. Debía haber desayunado hace menos de una hora. ¿Cómo no iba a recordar que había tomado? A no ser que no haya tomado nada.
—¿No has comido nada por la mañana? — Belinda preguntó suavemente para que Anthony supiese que no pasaba nada.
—No había leche. No me gustan los cereales sin leche — explico Anthony.
Belinda asintió como si lo entendiera a la perfección. —Bueno no creo que a nadie le importe si coges algo de tu almuerzo. ¿Qué has traído para comer?—
Anthony metió la mano en el bolsillo y saco un arrugado billete de veinte dólares.
¿Un billete? ¿Su padre le ha mandado al colegio con veinte dólares para comer? ¿Y que se supone que va a comprar con eso? En el prescolar no se vendía comida, el padre parecía ser un hombre descuidado, aunque no lo culparía si había recientemente perdido a su esposa.
Claro que Belinda no podía expresarle a Anthony lo que pensaba. En lugar de eso, se acercó a su mesa y saco su almuerzo.
—¿Te gusta el yogurt, Anthony? — preguntó.
Anthony asintió. —Mi mamá me daba yogurt siempre —
El corazón de Belinda se enterneció cuando Anthony mencionó a su mamá. Por lo que había leído, no habían pasado ni seis meses desde que ella había muerto. Belinda buscó por todos los papeles de Anthony buscando algo que indicara si había sido estudiado para ver si estaba emocionalmente preparado para el colegio, pero no encontró nada.
Cuando Belinda puso el yogurt frente a Anthony, este se echó sobre él inmediatamente. Le miró fijamente mientras Vivian llegó a la clase con una caja de libros.
—¿Qué es esto?— Vivian preguntó mientras miraba el reloj.
—Oh, dejan a uno de mis alumnos demasiado pronto — contestó Belinda.
Vivian negó firmemente. —Tienes que solucionar esto, Belinda. Si no tendrás dieciocho niños aquí antes de que amanezca —
Belinda le indico a Vivian que se acercara a su mesa con ella. Lo último que quería era que Anthony se sintiera como una carga. No quería que él escuchara lo que Vivian insinuaba.
—Le voy a mandar una nota a su padre hoy. Al principio lo dejé pasar, creía que él no sabía a qué hora empieza el colegio, pero Anthony dice que se lo ha dicho —
—Y yo también se lo he dicho. Preguntó si teníamos algún programa antes y después del colegio. Le dije que ofrecemos un programa después de las clases, pero también le dije que no podía dejar a su hijo antes de las ocho y cuarto — Explico Vivian.
Sabiendo que el Sr. White estaba bien informado pero que había decidido ignorar la información enfureció a Belinda. ¿Qué clase de padre dejaría a un niño tan pequeño desatendido en un colegio nuevo? El mismo tipo de padre que manda a su hijo al colegio con el estómago vació y con veinte dólares para la comida.
De repente Belinda no tuvo ningún problema para escribir una carta al Sr. Edmond White.
Belinda miraba de nuevo a su pequeño alumno, había escrito ya una carta para el señor White esperando a que se presentara con una muy buena explicación sobre lo ocurrido. Cuando dieron las ocho y cuarto, pudo ver a un hombre llegar muy agitado acomodándose la corbata y que llevaba de la mano al inocente Anthony que parecía tener demasiado sueño.—Buenos días — dijo Edmond sin saber que hacer o que decir, realmente le estaba costando demasiado acoplarse a su nueva vida.Belinda observo al hombre, Anthony sin duda alguna se parecía a él, era apuesto, parecía elegante, pero aquella expresión de desconcierto le hablaba de los duros momentos que había estado pasando.—¿Señor White? — Edmond asintió. Belinda decidio seguir hablando. — Me alegra que haya decidido presentarse, como ya se lo hice saber en mi carta, hay algunas cuestiones sobre Anthony que creo que debemos discutir — dijo la joven profesora.Edmond miraba hablar a la joven, seguramente ella alguna trabajadora social, su hijo no
Edmond había recogido a Anthony esa tarde del colegio esperando poder mirar a esa hermosa maestra que tenia su hijo, sin embargo, la encargada de la guardería después de las clases, con su mismo rostro huraño de siempre, era quien le había entregado a su pequeño.—Tengo hambre — dijo Anthony una vez se puso él solo el cinturón en el asiento de atrás del coche de Edmond.Edmond miró el reloj y vio la hora. Definitivamente era casi la hora de cenar, y aun cuando había comida en casa, pensó en todo lo que la profesora de su hijo le había dicho cuando se reunieron. El día de pago había sido el día antes, pero entre el alquiler, el seguro del coche y la factura del teléfono que tenía atrasados dos meses, Edmond sabía que cenar fuera era un lujo que no se podía permitir. Los dólares se aprovecharían más en un supermercado que en la pizzería de la esquina. Ciertamente, sabía que si dejaba de lado el orgullo y tomaba dinero de su herencia todo quedaría resuelto, pero aun no estaba listo para
Los sonidos que hacía Anthony mientras se preparaban para meterse en la cama llenaban el apartamento y Edmond se dio cuenta de que se quedaba sin tiempo para decirle sobre la fiesta que se celebraba en su honor.—Eh, Anthony…mañana vamos a una fiesta — comenzó Edmond.—¿Qué tipo de fiesta? — Anthony dijo mientras sacaba su almohada del armario del pasillo y la ponía en el sofá.—En realidad es una fiesta para ti. Mis amigos quieren conocerte y pensamos que la mejor forma sería en una fiesta — dijo Edmond.—¿Habrá juegos? — Anthony quiso saber.Edmond se relajó cuando vio que a Anthony parecía estar a gusto con la idea. De repente no supo porque se sintió nervioso al respecto. Vagamente recordó las palabras de Ernest, diciéndole que a todos los niños les gustan las fiestas.—Mmm… no lo sé — dijo Edmond, porque realmente no tenía ni idea de que esperar. —¿Qué tipo de juegos te gustan? —Anthony se encogió de hombros. —Me gustan las damas y los puzzles y tambien me gustan los juegos de v
Belinda se desplomó en la silla tras su mesa se pellizco suavemente las mejillas. Sintió como si su cara hubiese estado congelada en una sonrisa durante años, en lugar de durante dos ajetreadas horas. Pero no se podía quejar. La noche de vuelta al colegio había sido un éxito. Los padres habían sido amables, curiosos y muy elogiosos hacía el progreso que ya podían ver en sus hijos. Era agradable saber que los padres de sus alumnos estaban tan ansiosos por conocerla a ella como ella a ellos. Habían venido todos al evento…Los ojos de Belinda se posaron en el impoluto paquete de Anthony White. Casi todos los padres habían venido a conocerla.Una ola de ira inundó el cuerpo de Belinda cuando pensó en las desagradables cosas que el Sr. White había dicho sobre ella. Incluso si él no sabía que era con ella con quien estaba hablando en ese momento, sus palabras eran infundadas y falsas. Ella no había sido nada más que indulgente y paciente con él, y tuvo la osadía de llamarla… ¿Cómo era? Oh s
—Hey, Edmond,— Camille dijo mientras caminaba hacía él. Charlaron un poco mientras Camille le ayudaba con el desastre que había provocado al empujar la mesa, pero Belinda no pudo entender lo que decían. Él miró hacía ella unas pocas veces y Belinda supo que él se acordaba de ella.Belinda esperaba que si se quedaba quieta, callada jugando con Anthony, podrían escaparse sin tener que hablar con él. Porque solo con mirarle recordaba las venenosas palabras que le había lanzado y la forma en que había escaqueado de la noche de vuelta al colegio como si el colegio fuese un lugar gratuito donde dejar a su hijo durante el día en lugar de ser la educación de Anthony.—Recuerda, sigues siendo la profesora incluso cuando no estas en el aula,— Belinda susurró a si misma, un recordatoria de que no podía dejar que él Sr. White se saliera con la suya, incluso si no estaba en el trabajo.—¡Gané otra vez!— Anthony dijo triunfante.Su celebración capto la atención de Camille y el Sr. White y Camille e
Belinda se reprochó violentamente en su interior por permitirse el ser tan poco profesional con un padre. Por muy exasperante que fuera el Sr. White, seguía teniendo derecho a ser tratado con tacto y competencia. Y un enfrentamiento en una fiesta ciertamente no entraba en esa categoría.—Lo siento. Esto no es apropiado, — Belinda dijo mientras empezaba a retroceder. —Tengo tutorías hasta las tres y media durante la semana si quieres continuar con esta conversación en otro momento.—Belinda le ofreció a Anthony una última sonrisa y despedida mientras se giraba y se apresuraba a escapar del descomunal desastre que estaba dejan tras ella.—Oh Dios mío…oh Dios mío…oh Dios mío!— Belinda dijo una y otra vez mientras conducía de vuelta a su casa. Pensó en todas las cosas que había hecho mal durante su confrontación, para empezar el hecho de que había tenido una confrontación.—Voy a perder mi empleo,— Belinda dijo mientras se paraba en un semáforo en rojo. —Mi primer trabajo como maestra y m
Edmond sentado en la mesa en el patio de Ariana y Jayden, su barbilla descansando en la palma de su mano.—¿Así que la conoces muy bien?— se giró hacia Camille.—Lo suficiente como para saber que no se merecía que le hablaras como lo hiciste, eres un tonto — Camille dijo mientras entrecerraba los ojos en dirección a Edmond.—Por última vez, no quise ofenderla, realmente no sé qué es lo que estoy haciendo, toda esta situación me tiene desesperado, además, me frustra tener que encontrar la manera de que alguien más cuide de Anthony — Edmond explicó.—¿Y porque no te decides usar el dinero de la herencia de tus padres de una buena vez? Creo que tener un hijo es un buen motivo, además, creo que es una pasada que no dejen que el niño se quede más temprano, esa maestra no es comprensiva contigo — Ernest interrumpió.Edmond guardo silencio, eso ni pensarlo, no pensaba usar un solo dólar de ese dinero, su orgullo no se lo permitiría jamás.—Em, ella no hace las reglas. Es bastante normal que
Cuando ella entró, miraba hacía abajo, leyendo un papel que sostenía en la mano. Edmond se quedo maravillado por la habilidad con la que maniobraba por la habitación sin tan siquiera mirar. Se sentó y murmuró algo irritada.—¿Es horrible, eh?—La Señorita Gardener casi salió disparada del susto cuando vio a Edmond allí. Sus ojos buscaron sus manos y cuando no las vió, su ansiedad se hizo evidente.—¿En que puedo ayudarle, Sr. White?— preguntó después de disculparse por su nerviosismo.Queriendo dejar las cosas claras, Edmond puso ambas, la manzana y la rosa delante de ella. —No sabía cual es una ofrenda de paz es apropiada para una profesora…—Ella dijo que no tenía que darle nada, pero se fijo en como sus hombros se relajaron un poco y su sonrisa ahora parecía sincera en lugar de forzada.Después de las disculpas y el impulso de Edmond para que se dirigiera a él por su nombre, Edmond observó como la conversación cambia hacía una seria conversación de negocios. La Señorita Gardener le