5

Los sonidos que hacía Anthony mientras se preparaban para meterse en la cama llenaban el apartamento y Edmond se dio cuenta de que se quedaba sin tiempo para decirle sobre la fiesta que se celebraba en su honor.

—Eh, Anthony…mañana vamos a una fiesta — comenzó Edmond.

—¿Qué tipo de fiesta? — Anthony dijo mientras sacaba su almohada del armario del pasillo y la ponía en el sofá.

—En realidad es una fiesta para ti. Mis amigos quieren conocerte y pensamos que la mejor forma sería en una fiesta — dijo Edmond.

—¿Habrá juegos? — Anthony quiso saber.

Edmond se relajó cuando vio que a Anthony parecía estar a gusto con la idea. De repente no supo porque se sintió nervioso al respecto. Vagamente recordó las palabras de Ernest, diciéndole que a todos los niños les gustan las fiestas.

—Mmm… no lo sé — dijo Edmond, porque realmente no tenía ni idea de que esperar. —¿Qué tipo de juegos te gustan? —

Anthony se encogió de hombros. —Me gustan las damas y los puzzles y tambien me gustan los juegos de video — respondió.

—¿Qué me dices de los deportes? ¿Te gusta el football o el baseball? —

Anthony negó con la cabeza. —Nunca he jugado a eso —

Nada de deportes. Claro. Su madre, Amanda odiaba los deportes.

—Bueno…quizás te enseñe a jugar un día — Edmond ofreció.

—¿Cuándo? —

—¿Qué te parece el domingo? —

—Pero no tengo un balón de football —

—Oh…claro — Edmond tampoco tenía un balón, ni el tiempo para ir a comprar uno. —Bueno, a lo mejor podemos ir la semana que viene a la tienda y comprar uno —

Anthony miró a Edmond como si no confiara en que su padre fuera a hacer lo que decía, pero no dijo nada. Simplemente aparto la fina manta y se metió debajo. Aquel hombre parecía nunca tener demasiado tiempo para nada.

Edmond se quedó de pie incómodamente ante Anthony, observando el ritual diario de cada noche. Se preguntó en qué consistía el ritual que Anthony tenía cada noche con su madre. ¿Le arroparía? ¿Un beso? ¿Alguna oración? Por favor, Señor, no permitas que mañana sea un infierno.

Anthony cerró los ojos y Edmond camino el pasillo a su propia habitación, apagando las luces mientras lo hacía, justo antes de cerrar su puerta, pudo oír las pisadas de los piececillos de su hijo en el suelo, miró justo a tiempo para ver a Anthony encender la luz de la entrada antes de arrastrase de nuevo al sofá. Claro. Miedo a la oscuridad.

Al día siguiente, en el trayecto en coche a casa de Ariana y Jayden, Anthony le pregunto a Edmond sobre sus amigos.

—¿Cómo se llaman? — preguntó.

—Ariana y Jayden, la fiesta es en su casa. Y mi amigo Ernest también estará, probablemente con su… amiga, Camille — Edmond explicó.

—¿Habrá alguien de mi clase del colegio? —

M****a. ¿Por qué no he pensado en eso? Se pregunto seriamente, lo estaba haciendo fatal como padre, se sentía como un pollo sin cabeza.

—Oh, no lo creo. Solo son unos pocos de mis amigos. Quieren conocerte y no podrán si hay mucha gente — Edmond explicó de nuevo.

Pero cuando aparcó frente a la del pequeño chalet que Jayden compartía con Ariana, Edmond supo inmediatamente que sus amigos acababan de convertirle en un mentiroso.

—¿Quién es toda esta gente? — Edmond preguntó abriendo los ojos cuando Jayden lo recibió en la puerta. No esperaba que hubiese tanta gente desconocida y menos aún con bebidas alcohólicas en mano, ¿En que demonios pensaron? Su idea de fiesta infantil distaba demasiado de lo que estaba viendo.

—Ariana quizás allá invitado a algún compañero de trabajo… que a su vez han invitado a algunos amigos. Hey, todos han traído cerveza, así que todo está bien — Jayden se encogió de hombros. Después miró hacia abajo y vio a Anthony parado al lado de Edmond. — Wow — dijo mirando a Edmond y al chiquillo. —¡Edmond, se parece mucho a ti! —

Ernest vio el intercambio en la puerta de entrada y se acercó rápidamente para echar un ojo a lo que ocurría. Sabiendo que su gran tamaño podría ser intimidante para el niño, Ernest se puso de cuclillas para estar a la altura de los ojos de Anthony y le sonrió. —Es como mirar a un Edmond en miniatura — dijo sonriendo.

—Jayden, Ernest, este es Anthony — Edmond lo presentó. —Anthony, estos son mis amigos Jayden y Ernest — se sentía verdaderamente avergonzado con su hijo, aquello no era lo que el tenia en mente y podía ver claramente la decepción dibujándose en el rostro de su pequeño.

Desde el interior de la casa, se escuchó como si alguien caminara hacia la puerta pellizcando un globo lleno de aire y dejando escapar el aire lentamente. El sonido continuó mientras se acercaba a la puerta, hasta que de repente, Ariana estaba frente a ellos, gritando al ver al pequeño de Edmond.

—¡Edmond, es adorable! — Ariana exclamó mientras le cogía en brazos y le llevaba dentro de la casa, dando por terminada la conversación en el porche.

Edmond observó mientras Ariana abrazaba a Anthony que parecía nervioso. Pero cuando ella le mostró la pila de regalos en una esquina de la sala de estar y le dijo que era todo parar él, Anthony se bajó de sus brazos nervioso y empezó a tomar cosas de su recompensa. Con un suspiro de felicidad, Edmond dejó a Anthony con Ariana y se dirigió en busca de una cerveza. Hacía ya algún tiempo que no había podido tomarse unas cuantas y charlara con sus pocos amigos.

El tiempo pasó, sin que Edmond se diera cuenta, hasta que Ariana vino al porche trasero y ofreciendo un plato de hamburguesas y perritos calientes a su mesa.

—Gracias por dejarme hacer toda la comida, chicos — protestó. Jayden le guiñó un ojo y le dio un suave pellizco en el trasero mientras cogía un perrito caliente.

—Yo me encargo de limpiar — se comprometió.

—Que amable — sonrió Ariana.

Edmond se levantó para buscar a Anthony. Si Ariana estaba fuera, significaba que nadie estaba vigilando al niño.

Mientras esquivaba a la gente, Edmond se tensó intentando oír algún sonido que pudiera estar producido por un niño. Pero todo lo que oía era la música de fondo en la distancia, risas, voces femeninas y masculinas entremezcladas y el sonido de los cubiertos de plástico y botellas de cristal chocando.

Observando que Anthony no se separaría mucho del lote de obsequios que había recibido, Edmond se dirigió a la sala de estar hacía la esquina llena de regalos. Aunque Anthony no estaba allí, no estaba muy lejos.

Estaba de pie cerca de una chica donde una mujer de pelo oscuro se sentaba frente a él con su brazo despreocupadamente alrededor de él. Otra mujer, a la que Edmond inmediatamente identifico como la novia de Ernest, Camille, estaba de pie ligeramente detrás de ellos observando lo que hacían, su expresión era una mezcla entre aburrimiento y distracción.

Edmond levantó las cejas sorprendido cuando una burbujeante risa escapó de los labios de Anthony. Era un sonido de felicidad, un sonido infantil… un sonido que Edmond no había oído nunca antes. Su hijo parecía estar demasiado feliz de estar con aquella desconocida.

La mujer de pelo oscuro parecía un poco familiar con Anthony, pero desde donde estaba, Edmond no podía entender por qué ya que no alcanzaba a distinguir quien era ella. A hurtadillas, se acercó, queriendo resolver quien era esta mujer que estaba interactuando con su hijo, pero no queriendo aun terminar con el agradable momento que Anthony claramente estaba disfrutando.

Cuando estuvo lo suficientemente como para oír que hablaban, la mujer levantó la vista y Edmond pudo verle la cara. Era nada más y nada menos que su bonita profesora del prescolar. La mujer que le había dicho que ambos no estaban necesariamente solos.

El estómago de Edmond se retorció al recordar que le debía una disculpa a esta mujer por su pésimo comportamiento la última vez que la vio.

Decidió que una disculpa debería ser en un momento más apropiado, cuando no hubiese testigos, en caso de que ella quisiera hacerle saber lo inapropiadamente que él se había comportado. Un pie tras otro, Edmond comenzó lentamente a caminar de espaldas, dejando al trío disfrutar de su momento sin él.

Aunque su intención era salir desapercibido, Edmond dio con el pie a una mesilla empujándola ruidosamente contra la pared, tirando lo que tenía encima al suelo.

Camille y la profesora Belinda dirigieron sus ojos hacia la intrusión para acabar en Edmond.

—Hey, Edmond — Camille sonrió mientras caminaba hacia él para ayudarle a recoger lo que se había caído. — ¿Cómo te está tratando la paternidad? —

—Oh, ya sabes…— Edmond dejó de hablar cuando se dio cuenta de que la hermosa profesora de pelo oscuro estaba escuchando su respuesta.

—Bueno tu hijo es demasiado precioso — Camille dijo. —Pero Ernest no me explico muy bien cuantos años tenía Anthony, así que el regalo que le traje no es en realidad suficiente — Camille dijo mientras sujetaba un pequeño b**e de goma y una pelota.

—Oh, eso está bien — Edmond dijo, aunque estaba seguro de que eran en realidad juguetes para perro, y no para un niño.

Anthony rió de nuevo y Edmond vio que él estaba tirando de su maestra hacia él y Camille. Edmond le ofreció una sonrisa disimulada, esperando que ella comprendiera su silencioso ruego de perdón.

—Si, bueno no pareció importarle que no le trajéramos nada — Camille siguió hablando. —Esta bastante contento por tener a su profesora aquí —

Edmond se atraganto con las palabras de Camille, aunque ya sabía que la hermosa mujer era la profesora de su pequeño hijo, aun se sentía mal por las cosas que le había dicho.

Miro para ver a la mujer de pelo oscuro ahora frente a él, tendiéndole la mano en forma de saludo.

—Hola, Sr. White, veo que esta haciendo el intento de convivir más con su hijo, pero permítame recordarle que un lugar con licor no es bueno para un niño tan pequeño, quizás deberé de seguir dándole lecciones privadas de como ser un buen padre — dijo Belinda con algo de reproche marcado en su voz.

Un grito ahogado escapo de la garganta de Edmond cuando recordó todas y cada una de las recomendaciones de la mujer para la sana convivencia con Anthony, llevar una cerveza en la mano cuando claramente había perdido de vista a su pequeño, realmente hablaba pésimo de él y su labor.

—Yo…lo siento mucho, señorita Gardener, e-esto no v-volverá a repetirse— el tartamudeó mientras le estrecho la mano solo un momento.

Una sonrisa conspiratoria cruzó su cara antes de desperecer mientras hablaba. —Señorita Gardener, Belinda…una simple maestra que solo necesita cuidar de pocos niños para ganar dinero, usted ya sabe, respondo a varios títulos — dijo Belinda sin olvidar lo que el señor White le había dicho.

Joder… bienvenido al infierno…pensó Edmond al mirar a aquella mujer tan hermosa sosteniendo a su hijo con aquella mueca de reproche marcada en su rostro.

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