XI Suya

Sheily siempre se consideró una mujer intelectualmente por sobre el promedio. Buenas calificaciones en la escuela, lo mismo en la universidad y excelente desempeño en el trabajo. No era inteligente per se, pero aprendía rápido y se esforzaba bastante.

Arrodillada frente a la cruz de madera, se dio la vuelta lentamente y, sin mirar a su amo en ningún momento, llevó la frente hasta el suelo.

Ella había aprendido desde la última vez. No iba a la iglesia a luchar, tampoco a jugar, menos a gozar del placer perverso. Iba porque se había rendido y deseaba que su cuerpo y su alma dejaran de pertenecerle y fueran de alguien más, al menos por un instante.

—Le ofrezco mis humildes disculpas, amo. Soy la zorra más inútil de este lugar y lo lamento mucho por usted porque no se lo merece. Por favor, perdone a esta tosca, poco atractiva, sin gracia y aburrida perra inservible.

Una sonrisa torcida apareció en la boca del amo.

—Es una patética disculpa, pero tampoco esperaba mucho de ti. Levanta la
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