18. MI DUEÑO

Capítulo dieciocho: Mi dueño

—¿Se acabó? —Alonzo frunció el entrecejo, sintiendo una repentina inddignación—. De eso nada.

—¡Alonzo! —exclamó Gabriella.

Él la miró de la cabeza a los pies hasta llegar a los zapatos que debería haber tirado en vez de dejar escondidos en su armario.

—Llevas puestos los zapatos que te dije que no te pusieras —gruñó.

—Estamos en un país libre.

—Te vienes a mi casa —reiteró él. No podía arriesgarse a que ella se cayera con aquellos zapatos o se olvidara de comer. No quería ni pensar en que ella estuviera sola si volvía a sentir náuseas cuando llegara la mañana. Quería que Gaby estuviera a salvo. La quería con él—. No hay más discusión.

—No puedes mantenerme prisionera, ¿sabes?

Gaby era muy testaruda. Alonzo dejó caer la bolsa y estrechó a Gabriella contra su cuerpo. La besó profundamente, deslizándole la lengua entre los labios. Le agradó ver que la mano que ella tenía libre pasó de empujarlo a agarrarle con fuerza la camisa para tirar más de él. El gozo
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