Capítulo veintisiete: ¿Cuándo pensabas decirme?¿Marcharse?—Tal vez —murmuró Alonzo—, tal vez no.—Alonzo, terminaré marchándome —afirmó ella—. Espero que no te enfrentes a mí para conseguir la custodia total de nuestro hijo.—No voy a pelearme contigo por nada que tenga que ver con nuestro hijo — dijo él al mismo tiempo que señalaba con la cabeza las bolsas de ropa que ella había colocado junto a la puerta principal—, a excepción de que te quedes las compras que hicimos en la boutique.—Es demasiado…—Gabriella —susurró él al mismo tiempo que le acariciaba suavemente la mandíbula y la observaba con su penetrante mirada verde—, yo también voy a tener un hijo. Comprarle cosas y cuidarte a ti son las dos únicas cosas en las que, de momento, puedo participar. Permítemelo.Gaby suspiró y cerró los ojos. Tal vez estaba mostrándose demasiado emocional sobre… sobre todo. Sacudió la cabeza y dijo:—Lo siento… Me preocupo por todo…—Preocúpate solo por una cosa: sobre lo que quieres para cena
Capítulo veintiocho: La jugada de la suegra—Así es —Alonzo confirmó las palabras de su hermano.—Encontrarás la manera. No eres de los que fracasan.El voto de confianza del hombre al que más admiraba aparte de su padre significó mucho para Alonzo. Se le hizo un nudo en la garganta y murmuró:—Gracias…—¿Cuándo sabréis si lo que estáis esperando es un niño o una niña?Alonzo sonrió. Si no se equivocaba, le parecía que Zackary estaba deseando ser tío.—La semana que viene.—Quiero ser el primero en saberlo.Alonzo terminó la llamada con su hermano porque alguien había llamado a la puerta. Era Sam, que iba acompañado de Mara, la directora de finanzas.—Alonzo —le dijo la mujer, con los ojos brillante de interés. No en él, dado que Alonzo no había conocido nunca antes a nadie que estuviera tan felizmente casada como ella, sino que parecía más bien que supiera algo que él desconociera—. Aquí tienes los informes que has pedido.Ella le entregó unos papeles y permaneció de pie al lado de
Capítulo veintinueve: El sexo del bebéGaby esbozó una débil sonrisa. A menos que fuera en serio o a menos que quisiera escapar de una ex esposa totalmente lunática. —Vas a ser una madre maravillosa, Gabriella, y tendrás un padre y un marido devoto a tu lado. Confía en mí cuando te digo esto.Gaby parpadeó para evitar que las lágrimas que se le estaban formando en los ojos cayeran. Cuando la visión se le aclaró por fin, vio que Ora se estaba metiendo la mano en el bolso para sacar una manta hecha a ganchillo de color blanco y azul.—Esta manta era de Alonzo cuando era niño. Su bisabuela Fabiola se la hizo —le dijo Elle entregándole la delicada mantita—. Me matará si te digo esto, pero no me importa. Durmió con ella hasta que tuvo once años.Gaby se echó a reír, pero perdió la batalla de las lágrimas y unas cuantas le cayeron rodando por las mejillas. Se las secó rápidamente y entonces admiró la manta que tenía entre las manos.Algún día, su bebé sería un hombre o una mujer adulto y
Capítulo treinta: No vamos a romper—Alonzo… —comentó Gaby. Había pósteres de los jugadores por todas partes, un móvil con pelotas de fútbol y gorros de vaquero y, sobre la estantería, una pelota firmada en una vitrina. Había ido a por todas.—Tal vez le gusten los Cowboys.—Evidentemente, a ti sí.—Cielo, soy de Florencia. Claro que soy un fan de los Cowboys. Tal vez podamos retirar algunas cosas…—¿Algunas cosas? —preguntó ella. Si hasta sobre la cuna había una manta que se parecía a un campo de fútbol—. ¿Tú crees?—Quería sorprenderte… y lo estás. Misión cumplida.—Sí, claro que estoy sorprendida. Me alegra que sea una niña después de que tu madre me haya dicho lo grandes que fuisteis los dos chicos.—¿Cuándo te ha dicho eso? —le preguntó Alonzo. No recordaba que Gaby le hubiera dicho que había estado hablando con su madre.—La semana pasada. Vino a verme a mi despacho.Había un par de sillas que flanqueaban una mesita con una lámpara. Gaby se sentó en una y le indicó que se senta
Capítulo treinta y uno: No quiero que te marchesGaby se untó mantequilla de cacao sobre el vientre decidida a evitar las estrías a cualquier precio. Había leído que esa crema ayudaba y había empezado su rutina nocturna casi inmediatamente después de que descubriera que estaba embarazada.Al mismo tiempo que deslizaba la mano por la redondeada barriga, se paró a pesar en los sentimientos contradictorios que batallaban dentro de ella.Sentía frustración hacia Alonzo. Frustración consigo misma. Divertimento por cómo había decorado la habitación porque esperaba un hijo. Admiración por la determinación que sentía por ser buen padre. Y el más grande de todos: tanto amor por su hija nonata que parecía estar a punto de estallar por ello.Si era sincera consigo misma, ese amor estaba empezando también a dirigirse hacia Alonzo. Sin embargo, no podía confundir el amor que sentía por su hija con el amor romántico hacia él. No eran lo mismo.Cuando le preguntó sobre Orlena, él había confirmado un
Capítulo treinta y dos: Amor—Recuerda fingir estar sorprendido —le dijo Gabriella a Alonzo al mismo tiempo que entraban al hotel.Tenían que subir a la Regal Room, en el último piso, una sala muy popular para fiestas y celebraciones. Gaby nunca había estado, pero había oído hablar al respecto y la había recomendado a sus clientes más elitistas.Subieron en el ascensor. Las cosas habían ido bien entre ellos en las dos semanas que habían transcurrido desde que, después de su discusión, terminaron en la cama. De hecho, se habían acostado varias veces desde entonces, y, en cada una de ellas, Gaby se había sentido cada vez más profundamente enamorada de él. Alonzo había mantenido su postura como amable y cariñoso padre de su hija.Debería ser suficiente, pero no era así. Por eso, al mismo tiempo que el ascensor subía, reunió el valor suficiente para volver a hablar con él.—Voy a anunciar que la boda queda pospuesta cuando diga a todos los presentes que vamos a tener una hija.—Gabriella…
Capítulo treinta y tres: ¿Quieres casarte conmigo?Alonzo vio a Gaby en la terraza y estuvo observándola como la primera vez que la vio. Ella llevaba puesto un vestido blanco que se ceñía a cada centímetro de su cuerpo, desde sus exquisitos senos hasta sus aún esbeltas caderas. El elegante cuello conducía a unos ojos azules que eran capaces de detener a un hombre en seco y a unos gruesos labios que le habían parado el corazón en varias ocasiones.En aquellos momentos, conociéndola como la conocía, aún era capaz de apreciar sus atributos físicos, pero lo que más veía era belleza. Belleza en un vestido que hacía destacar suabdomen ligeramente hinchado de embarazada. Su belleza cubierta de encaje blanco que le arrebataba el primer puesto a la impresionante puesta de sol que había a sus espaldas.Una belleza que era toda suya. Era...Aquella palabra era la clave, porque muy pronto dejaría de serlo. Se había mostrado muy posesivo hacia ella desde el principio y no había querido nunca dejar
Capítulo treinta y cuatro: No es realPasó un segundo, luego dos. Gaby tan solo lo miraba con fijeza. Entonces, tensó los labios y las lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas. Apartó secamente la mano de la de él.Gaby se secó las lágrimas casi con furia. Aspiró el aire y esperó que su fuerte constitución la ayudara a resistirlo todo. Tenía el corazón partido cuando llegó a la fiesta.Y ahora... Alonzo acababa de hacerlo pedazos.Él la rodeó con sus brazos para reconfortarla.—Gaby, sé cómo suena todo esto. Sé que crees que es demasiado tarde…Sin embargo, no era así. No tenía nada que ver con el tiempo.«Amo a nuestra hija… Siento algo por ti». Alonzo no podía haber sido más claro sobre la división de sus sentimientos. Cuando empezó aquel discurso, Gaby había creído que el milagro era posible. Que, durante aquella fiesta, Alonzo había terminado viendo la luz. Sin embargo, en aquellos momentos, al mismo tiempo que lo miraba, el corazón se retorcía de dolor y por fin había compr