Capítulo treinta: No vamos a romper—Alonzo… —comentó Gaby. Había pósteres de los jugadores por todas partes, un móvil con pelotas de fútbol y gorros de vaquero y, sobre la estantería, una pelota firmada en una vitrina. Había ido a por todas.—Tal vez le gusten los Cowboys.—Evidentemente, a ti sí.—Cielo, soy de Florencia. Claro que soy un fan de los Cowboys. Tal vez podamos retirar algunas cosas…—¿Algunas cosas? —preguntó ella. Si hasta sobre la cuna había una manta que se parecía a un campo de fútbol—. ¿Tú crees?—Quería sorprenderte… y lo estás. Misión cumplida.—Sí, claro que estoy sorprendida. Me alegra que sea una niña después de que tu madre me haya dicho lo grandes que fuisteis los dos chicos.—¿Cuándo te ha dicho eso? —le preguntó Alonzo. No recordaba que Gaby le hubiera dicho que había estado hablando con su madre.—La semana pasada. Vino a verme a mi despacho.Había un par de sillas que flanqueaban una mesita con una lámpara. Gaby se sentó en una y le indicó que se senta
Capítulo treinta y uno: No quiero que te marchesGaby se untó mantequilla de cacao sobre el vientre decidida a evitar las estrías a cualquier precio. Había leído que esa crema ayudaba y había empezado su rutina nocturna casi inmediatamente después de que descubriera que estaba embarazada.Al mismo tiempo que deslizaba la mano por la redondeada barriga, se paró a pesar en los sentimientos contradictorios que batallaban dentro de ella.Sentía frustración hacia Alonzo. Frustración consigo misma. Divertimento por cómo había decorado la habitación porque esperaba un hijo. Admiración por la determinación que sentía por ser buen padre. Y el más grande de todos: tanto amor por su hija nonata que parecía estar a punto de estallar por ello.Si era sincera consigo misma, ese amor estaba empezando también a dirigirse hacia Alonzo. Sin embargo, no podía confundir el amor que sentía por su hija con el amor romántico hacia él. No eran lo mismo.Cuando le preguntó sobre Orlena, él había confirmado un
Capítulo treinta y dos: Amor—Recuerda fingir estar sorprendido —le dijo Gabriella a Alonzo al mismo tiempo que entraban al hotel.Tenían que subir a la Regal Room, en el último piso, una sala muy popular para fiestas y celebraciones. Gaby nunca había estado, pero había oído hablar al respecto y la había recomendado a sus clientes más elitistas.Subieron en el ascensor. Las cosas habían ido bien entre ellos en las dos semanas que habían transcurrido desde que, después de su discusión, terminaron en la cama. De hecho, se habían acostado varias veces desde entonces, y, en cada una de ellas, Gaby se había sentido cada vez más profundamente enamorada de él. Alonzo había mantenido su postura como amable y cariñoso padre de su hija.Debería ser suficiente, pero no era así. Por eso, al mismo tiempo que el ascensor subía, reunió el valor suficiente para volver a hablar con él.—Voy a anunciar que la boda queda pospuesta cuando diga a todos los presentes que vamos a tener una hija.—Gabriella…
Capítulo treinta y tres: ¿Quieres casarte conmigo?Alonzo vio a Gaby en la terraza y estuvo observándola como la primera vez que la vio. Ella llevaba puesto un vestido blanco que se ceñía a cada centímetro de su cuerpo, desde sus exquisitos senos hasta sus aún esbeltas caderas. El elegante cuello conducía a unos ojos azules que eran capaces de detener a un hombre en seco y a unos gruesos labios que le habían parado el corazón en varias ocasiones.En aquellos momentos, conociéndola como la conocía, aún era capaz de apreciar sus atributos físicos, pero lo que más veía era belleza. Belleza en un vestido que hacía destacar suabdomen ligeramente hinchado de embarazada. Su belleza cubierta de encaje blanco que le arrebataba el primer puesto a la impresionante puesta de sol que había a sus espaldas.Una belleza que era toda suya. Era...Aquella palabra era la clave, porque muy pronto dejaría de serlo. Se había mostrado muy posesivo hacia ella desde el principio y no había querido nunca dejar
Capítulo treinta y cuatro: No es realPasó un segundo, luego dos. Gaby tan solo lo miraba con fijeza. Entonces, tensó los labios y las lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas. Apartó secamente la mano de la de él.Gaby se secó las lágrimas casi con furia. Aspiró el aire y esperó que su fuerte constitución la ayudara a resistirlo todo. Tenía el corazón partido cuando llegó a la fiesta.Y ahora... Alonzo acababa de hacerlo pedazos.Él la rodeó con sus brazos para reconfortarla.—Gaby, sé cómo suena todo esto. Sé que crees que es demasiado tarde…Sin embargo, no era así. No tenía nada que ver con el tiempo.«Amo a nuestra hija… Siento algo por ti». Alonzo no podía haber sido más claro sobre la división de sus sentimientos. Cuando empezó aquel discurso, Gaby había creído que el milagro era posible. Que, durante aquella fiesta, Alonzo había terminado viendo la luz. Sin embargo, en aquellos momentos, al mismo tiempo que lo miraba, el corazón se retorcía de dolor y por fin había compr
Capítulo treinta y cinco: No es suficienteAlonzo trató de superar a sus hermanos, pero entonces Zackary le empujó y le rodeó con sus brazos. Podría parecer que lo estaba consolado, aunque en realidad era más como si estuviera intentando aplastarle las costillas.—Espera un momento —le ordenó Pietro—. Vamos a tener una conversación de hermanos.Cuando Alonzo se calmó por fin, Zackary le soltó. En el interior de la sala, familia y ambos observaban la escena con preocupación para luego mirar en la dirección en la que Gabriella se había marchado.—Tenéis treinta segundos. No pienso estar aquí mucho tiempo cuando debería ir corriendo detrás de ella.—Ya ha ido Fiona. ¿No lo has visto? —intervino Pietro—. Además, si Gaby quisiera estar hablando contigo en estos momentos, estaría en esta terraza. Todos los que hay ahí dentro están esperando una noticia. Efectivamente, ya se la habéis dado, aunque no precisamente la que estabais esperando.Alonzo se mesó el cabello con las manos. Por supuest
Capitulo uno: La invitación a la fiestaGabriella De Luca estaba sentada en la cafetería, una de las más famosas de Florencia, esperando una reunión con un cliente importante, pero Gaby no tenía ningún deseo de admirar la decoración o la hermosa arquitectura que había fuera de la ventana, puesto que era una mujer profesional.En el año que llevaba en la ciudad, rara vez había tenido la oportunidad de tomarse un momento para admirar la vista, a pesar del ritmo pausado de la vida en Florencia, y siempre se había sumergido deliberadamente en su trabajo, eligiendo, por alguna razón, evitar recordar al hombre de su pasado que siempre había rondado por su mente.Sus ojos, que repasaban los datos del cliente, abandonaron la pantalla al darse cuenta de que la cita estaba a punto de terminar.Pronto, una hermosa joven se acercó a ella.—¡Usted debe ser la famosa directora de relaciones públicas, señorita Gabriella! La recién llegada de enfrente vio la cara de Gaby y sus ojos se iluminaron al i
Capítulo dos: ¡No puedo creer que seas tú!Gaby se puso delante del espejo y se miró con un vestido blanco que perfilaba sus curvas perfectas, un regalo que se merecía por haber sudado en el gimnasio.Sus rizos rubios cayeron sobre su pecho y jugueteó con sus accesorios, de manera distraída escudriñó el vestido que tenía una abertura que dejaba al descubierto sus muslos.Estaba claro que iba a acaparar toda la atención de la sala, para conseguir más clientes posibles, sin embargo, ella misma no tenía la menor consideración por el tipo de persona que cuidaba su aspecto sin enriquecer su corazón. Pero por mucho que trabajara, por mucho que se ocupara deliberadamente del trabajo, siempre podía sentir que había una parte de sí misma que no se realizaba del todo, que se sentía solitaria y en ocasiones... frustrada. Un año después de llegar a Florencia, se había ido integrando poco a poco en los círculos de la ciudad, tanto políticos como empresariales y se comunicaba entre aquella gente