Capítulo dieciocho: Mi dueño—¿Se acabó? —Alonzo frunció el entrecejo, sintiendo una repentina inddignación—. De eso nada.—¡Alonzo! —exclamó Gabriella.Él la miró de la cabeza a los pies hasta llegar a los zapatos que debería haber tirado en vez de dejar escondidos en su armario.—Llevas puestos los zapatos que te dije que no te pusieras —gruñó.—Estamos en un país libre.—Te vienes a mi casa —reiteró él. No podía arriesgarse a que ella se cayera con aquellos zapatos o se olvidara de comer. No quería ni pensar en que ella estuviera sola si volvía a sentir náuseas cuando llegara la mañana. Quería que Gaby estuviera a salvo. La quería con él—. No hay más discusión.—No puedes mantenerme prisionera, ¿sabes?Gaby era muy testaruda. Alonzo dejó caer la bolsa y estrechó a Gabriella contra su cuerpo. La besó profundamente, deslizándole la lengua entre los labios. Le agradó ver que la mano que ella tenía libre pasó de empujarlo a agarrarle con fuerza la camisa para tirar más de él. El gozo
Capítulo diecinueve: En la calleAsher Serra y Marieta Longo estaban sentados a una mesa redonda que había junto a la piscina. Gaby estaba frente a ellos en una silla de mimbre a juego con las demás. Los había conocido en la mansión de Asher, a petición de este, y estaba tan agradecida por lo que él le estaba ofreciendo como por la calidez del sol de verano.Estaban buscando en aquellos momentos a un especialista en relaciones públicas para que se ocupara de un incidente que había ocurrido durante una fiesta particularmente alocada en la que Marieta, que estaba comprometida con Miguel Leone, su jefe, había sido fotografiada besándose con Asher.¿Quién podía culparla? Marieta y Asher tenían poco más de veinte años y Miguel estaba ya cerca de los cuarenta.En realidad, Marieta y Asher parecían pareja, no solo por las gafas de aviador idénticas que llevaban puestas, sino también porque tenían las manos entrelazadas sobre la mesa, en la que descansaban tres vasos de limonada helada.—Quer
Capítulo veinte: Mi cama, mi casa y mi mundo—De eso nada —replicó Alonzo de inmediato y Gaby en cambio rezongó. Ya sabía por dónde iban los tejos.—No me pienso mudar a tu apartamento, Alonzo.—No, claro que no.Ella parpadeó al mismo tiempo que apretaba el botón del ascensor.—¿Cómo has dicho?—Estoy buscando una casa en estos momentos. En mi casa no hay suficiente espacio para un bebé. Sí, creo que me voy a quedar —añadió, como si estuviera hablando con otras personas.—¿Alonzo?—Tengo que dejarte, preciosa. Tengo que ocuparme del papeleo.—Alonzo…Con una mirada a su teléfono móvil, comprobó que él ya había dado por finalizada la llamada.Alonzo volvió a llamar al teléfono de Gaby, pero, una vez más, le saltó el buzón de voz. Tocó la pantalla que tenía en el salpicadero del coche para dar por terminada la llamada y salió de la autopista para poder cambiar de dirección y dirigirse al apartamento de Gaby. Si no estaba allí, la buscaría en su despacho. Si tampoco estaba all
Capítulo veintiuno: Vive peligrosamente—Te quiero a mi lado, Gaby —añadió Alonzo al mismo tiempo que le acariciaba suavemente el labio inferior.—No tienes que…—Permíteme. Permítete permitírmelo. No tienes que tener planes rígidos para tu propia vida, Gaby. Vive peligrosamente —añadió con una perezosa sonrisa—. Es más divertido.Ella se lamió los labios antes de responder. Alonzo la besó. ¿Tal vez para desviar su atención? Posiblemente. En lo que se refería a ellos, había una manera muy rápida para conseguir que se centraran el uno en el otro, y estaba en el dormitorio.—Me prometiste que me invitarías a cenar…—¿Tienes hambre?—Me muero de hambre —replicó ella disculpándose con la mirada—. ¿Qué te parece después de cenar?—¿Acaso tienes que preguntar? —preguntó Alonzo—. Cena. Cámbiate inmediatamente.Gaby se marchó con una alegre sonrisa que hizo que Alonzo fuera casi tan feliz como cuando la tenía contra su cuerpo. Entonces, él miró al papel que Gaby le había entregado antes. Aga
Capítulo veintidós: Reunión con los suegros.—¡Es maravilloso que hayáis venido para quedaros todo el fin de semana! —exclamó Sabrina De Luca con una sonrisa al mismo tiempo que amontonaba filetes adobados crudos y pechugas de pollo en un plato—. Te echamos tanto de menos, cariño.—Y yo a vosotros, mamá —replicó la joven abrazando a sus padres.Darío, el padre de Gabriella, fue a recoger el plato y pareció partir a Alonzo en dos con un seco movimiento de cabeza.Alonzo estaba acostumbrado a las reacciones de sospecha por parte de los padres de las mujeres con las que salía. Las madres lo adoraban, pero los padres eran más duros de pelar. Tomó un sorbo de su botella de cerveza. Tan sólo tenía que encontrar cómo hacerlo.Había decidido utilizar la ropa que se ponía en sus días de Roma, dejando a un lado su faceta de millonario. Por eso llevaba puesto un par de vaqueros y una camiseta gris.Gabriella llevaba puesto un vestido amplio, con el que esperaba ocultar su barriga de emba
Capítulo veintitrés: Reunión con los suegros (Segunda Parte)A Darío no solo le gustaba hablar de casas y de reformas, sino que también era un fan de los Florencia Cowboys. Alonzo terminó charlando y bebiendo cerveza con el padre de Gaby hasta mucho después de la medianoche.—Debería irme a la cama —dijo Darío—. Sabrina siempre me espera levantada.¡Qué bonito! Los padres de Alonzo se llevaban bien, pero él no recordaba que su madre hubiera esperado nunca levantada a su padre o que su padre quisiera interrumpir algo por marcharse con ella.Darío se puso de pie. Alonzo hizo lo mismo.—Gracias por permitir que nos quedáramos.—Sabrina insistió en que siempre tenía que haber una habitación para Gaby desde que se mudó a Florencia. Lo comprenderás mejor cuando nazca el bebé. Verás lo protector que te vuelves.Alonzo se lo imaginaba. Ya le ocurría así con Gabriella. Así se lo confesó a Darío.—A mí me pasa eso con tu hija. Ella nunca pide nada. Nuestro hijo no fue la razón por l
Capítulo veinticuatro: Momento sexiAlonzo se tensó a su lado, pero Gaby le tocó con suavidad la mano para que le permitiera a ella responder.—Comprendo que toda esta información la sorprenda, pero no hay necesidad de ser grosera, señora Varca. Ni soy una cazafortunas ni esperaba quedarme embarazada. Confíe en mí si le digo que no quiere saber la parte de su hijo que más me interesa. Sencillamente vi a alguien que me gustaba —dijo al mismo tiempo que se volvía a mirar a Alonzo. Él la observaba con una orgullosa sonrisa—. Simplemente tuve que quedarme con él.Entonces, volvió a mirar a Ora, que se había quedado boquiabierta. Era evidente que nadie se había atrevido a hablar así a la reina del Petróleo de Florencia tal y como ella lo había hecho.—Mamá…Aurora se volvió a mirar a Alonzo.—No te estamos pidiendo permiso ni aprobación, pero esperamos que te muestres más agradable cuando nazca el bebé —intervino entonces el italiano—. Él o ella será el primer nieto o nieta que
Capítulo veinticinco: Con las manos en la masaGabriella no se lo podía creer. El éxtasis del orgasmo desapareció con una rapidez impresionante. Abrió los ojos de par en par y se cubrió los senos con las manos.Alonzo soltó una carcajada. Ella lo miró con desaprobación y luego miró hacia atrás. Por suerte, estaban bien escondidos, por lo que lo único que León podía ver era el coche de Alonzo.Él se sentó. Le habría encantado disponer de unos minutos más para poder disfrutar con ella. Le dio un beso, pero sabía que tenían que darse prisa para que su padre no llamara a la policía.—Vístete —le dijo a Gaby—. Yo me ocuparé.No le habían sorprendido con los pantalones bajados desde que tenía dieciséis años y no pensaba volver a repetir. Se levantó y se los subió a la velocidad de la luz. Se abrochó el cinturón y se mesó rápidamente el cabello. Después, recogió la camisa del suelo y ayudó a Gaby a vestirse. Le entregó el vestido y se dio cuenta al mismo tiempo que ella que estaba un poco ma