Capítulo veintiuno: Vive peligrosamente—Te quiero a mi lado, Gaby —añadió Alonzo al mismo tiempo que le acariciaba suavemente el labio inferior.—No tienes que…—Permíteme. Permítete permitírmelo. No tienes que tener planes rígidos para tu propia vida, Gaby. Vive peligrosamente —añadió con una perezosa sonrisa—. Es más divertido.Ella se lamió los labios antes de responder. Alonzo la besó. ¿Tal vez para desviar su atención? Posiblemente. En lo que se refería a ellos, había una manera muy rápida para conseguir que se centraran el uno en el otro, y estaba en el dormitorio.—Me prometiste que me invitarías a cenar…—¿Tienes hambre?—Me muero de hambre —replicó ella disculpándose con la mirada—. ¿Qué te parece después de cenar?—¿Acaso tienes que preguntar? —preguntó Alonzo—. Cena. Cámbiate inmediatamente.Gaby se marchó con una alegre sonrisa que hizo que Alonzo fuera casi tan feliz como cuando la tenía contra su cuerpo. Entonces, él miró al papel que Gaby le había entregado antes. Aga
Capítulo veintidós: Reunión con los suegros.—¡Es maravilloso que hayáis venido para quedaros todo el fin de semana! —exclamó Sabrina De Luca con una sonrisa al mismo tiempo que amontonaba filetes adobados crudos y pechugas de pollo en un plato—. Te echamos tanto de menos, cariño.—Y yo a vosotros, mamá —replicó la joven abrazando a sus padres.Darío, el padre de Gabriella, fue a recoger el plato y pareció partir a Alonzo en dos con un seco movimiento de cabeza.Alonzo estaba acostumbrado a las reacciones de sospecha por parte de los padres de las mujeres con las que salía. Las madres lo adoraban, pero los padres eran más duros de pelar. Tomó un sorbo de su botella de cerveza. Tan sólo tenía que encontrar cómo hacerlo.Había decidido utilizar la ropa que se ponía en sus días de Roma, dejando a un lado su faceta de millonario. Por eso llevaba puesto un par de vaqueros y una camiseta gris.Gabriella llevaba puesto un vestido amplio, con el que esperaba ocultar su barriga de emba
Capítulo veintitrés: Reunión con los suegros (Segunda Parte)A Darío no solo le gustaba hablar de casas y de reformas, sino que también era un fan de los Florencia Cowboys. Alonzo terminó charlando y bebiendo cerveza con el padre de Gaby hasta mucho después de la medianoche.—Debería irme a la cama —dijo Darío—. Sabrina siempre me espera levantada.¡Qué bonito! Los padres de Alonzo se llevaban bien, pero él no recordaba que su madre hubiera esperado nunca levantada a su padre o que su padre quisiera interrumpir algo por marcharse con ella.Darío se puso de pie. Alonzo hizo lo mismo.—Gracias por permitir que nos quedáramos.—Sabrina insistió en que siempre tenía que haber una habitación para Gaby desde que se mudó a Florencia. Lo comprenderás mejor cuando nazca el bebé. Verás lo protector que te vuelves.Alonzo se lo imaginaba. Ya le ocurría así con Gabriella. Así se lo confesó a Darío.—A mí me pasa eso con tu hija. Ella nunca pide nada. Nuestro hijo no fue la razón por l
Capítulo veinticuatro: Momento sexiAlonzo se tensó a su lado, pero Gaby le tocó con suavidad la mano para que le permitiera a ella responder.—Comprendo que toda esta información la sorprenda, pero no hay necesidad de ser grosera, señora Varca. Ni soy una cazafortunas ni esperaba quedarme embarazada. Confíe en mí si le digo que no quiere saber la parte de su hijo que más me interesa. Sencillamente vi a alguien que me gustaba —dijo al mismo tiempo que se volvía a mirar a Alonzo. Él la observaba con una orgullosa sonrisa—. Simplemente tuve que quedarme con él.Entonces, volvió a mirar a Ora, que se había quedado boquiabierta. Era evidente que nadie se había atrevido a hablar así a la reina del Petróleo de Florencia tal y como ella lo había hecho.—Mamá…Aurora se volvió a mirar a Alonzo.—No te estamos pidiendo permiso ni aprobación, pero esperamos que te muestres más agradable cuando nazca el bebé —intervino entonces el italiano—. Él o ella será el primer nieto o nieta que
Capítulo veinticinco: Con las manos en la masaGabriella no se lo podía creer. El éxtasis del orgasmo desapareció con una rapidez impresionante. Abrió los ojos de par en par y se cubrió los senos con las manos.Alonzo soltó una carcajada. Ella lo miró con desaprobación y luego miró hacia atrás. Por suerte, estaban bien escondidos, por lo que lo único que León podía ver era el coche de Alonzo.Él se sentó. Le habría encantado disponer de unos minutos más para poder disfrutar con ella. Le dio un beso, pero sabía que tenían que darse prisa para que su padre no llamara a la policía.—Vístete —le dijo a Gaby—. Yo me ocuparé.No le habían sorprendido con los pantalones bajados desde que tenía dieciséis años y no pensaba volver a repetir. Se levantó y se los subió a la velocidad de la luz. Se abrochó el cinturón y se mesó rápidamente el cabello. Después, recogió la camisa del suelo y ayudó a Gaby a vestirse. Le entregó el vestido y se dio cuenta al mismo tiempo que ella que estaba un poco ma
Capítulo veintiséis: Igual que Cenicienta—Haz que tu asistente devuelva todo menos esto —dijo Gaby al mismo tiempo que mostraba un minúsculo par de zapatitos—. No me puedo desprender de ellos, aunque son carísimos. El resto lo puedo comprar por internet —añadió al mismo tiempo que miraba todas las ropas de bebé que tenía extendidas sobre la enorme cama de Alonzo. Tenía el ceño fruncido, lo que transmitía muy bien su preocupación.—¿Por qué? —le preguntó él al mismo tiempo que colgaba una chaqueta en el vestidor.—Porque un bebé no necesita cosas tan extravagantes —replicó ella al mismo tiempo que señalaba con un gesto el montón de ropa que había sobre la cama.Había ido a la tienda de ropa de bebés el sábado por la tarde y, entonces, hicieron algo que Alonzo jamás se había imaginado haciendo. Compraron ropa para su bebé.Alonzo había comprado las ropas, los zapatos y los juguetes que Gaby y él sacaron en las llamativas bolsas de la boutique, pero él no se contentó con eso. To
Capítulo veintisiete: ¿Cuándo pensabas decirme?¿Marcharse?—Tal vez —murmuró Alonzo—, tal vez no.—Alonzo, terminaré marchándome —afirmó ella—. Espero que no te enfrentes a mí para conseguir la custodia total de nuestro hijo.—No voy a pelearme contigo por nada que tenga que ver con nuestro hijo — dijo él al mismo tiempo que señalaba con la cabeza las bolsas de ropa que ella había colocado junto a la puerta principal—, a excepción de que te quedes las compras que hicimos en la boutique.—Es demasiado…—Gabriella —susurró él al mismo tiempo que le acariciaba suavemente la mandíbula y la observaba con su penetrante mirada verde—, yo también voy a tener un hijo. Comprarle cosas y cuidarte a ti son las dos únicas cosas en las que, de momento, puedo participar. Permítemelo.Gaby suspiró y cerró los ojos. Tal vez estaba mostrándose demasiado emocional sobre… sobre todo. Sacudió la cabeza y dijo:—Lo siento… Me preocupo por todo…—Preocúpate solo por una cosa: sobre lo que quieres para cena
Capítulo veintiocho: La jugada de la suegra—Así es —Alonzo confirmó las palabras de su hermano.—Encontrarás la manera. No eres de los que fracasan.El voto de confianza del hombre al que más admiraba aparte de su padre significó mucho para Alonzo. Se le hizo un nudo en la garganta y murmuró:—Gracias…—¿Cuándo sabréis si lo que estáis esperando es un niño o una niña?Alonzo sonrió. Si no se equivocaba, le parecía que Zackary estaba deseando ser tío.—La semana que viene.—Quiero ser el primero en saberlo.Alonzo terminó la llamada con su hermano porque alguien había llamado a la puerta. Era Sam, que iba acompañado de Mara, la directora de finanzas.—Alonzo —le dijo la mujer, con los ojos brillante de interés. No en él, dado que Alonzo no había conocido nunca antes a nadie que estuviera tan felizmente casada como ella, sino que parecía más bien que supiera algo que él desconociera—. Aquí tienes los informes que has pedido.Ella le entregó unos papeles y permaneció de pie al lado de