Capítulo veinticuatro: Momento sexiAlonzo se tensó a su lado, pero Gaby le tocó con suavidad la mano para que le permitiera a ella responder.—Comprendo que toda esta información la sorprenda, pero no hay necesidad de ser grosera, señora Varca. Ni soy una cazafortunas ni esperaba quedarme embarazada. Confíe en mí si le digo que no quiere saber la parte de su hijo que más me interesa. Sencillamente vi a alguien que me gustaba —dijo al mismo tiempo que se volvía a mirar a Alonzo. Él la observaba con una orgullosa sonrisa—. Simplemente tuve que quedarme con él.Entonces, volvió a mirar a Ora, que se había quedado boquiabierta. Era evidente que nadie se había atrevido a hablar así a la reina del Petróleo de Florencia tal y como ella lo había hecho.—Mamá…Aurora se volvió a mirar a Alonzo.—No te estamos pidiendo permiso ni aprobación, pero esperamos que te muestres más agradable cuando nazca el bebé —intervino entonces el italiano—. Él o ella será el primer nieto o nieta que
Capítulo veinticinco: Con las manos en la masaGabriella no se lo podía creer. El éxtasis del orgasmo desapareció con una rapidez impresionante. Abrió los ojos de par en par y se cubrió los senos con las manos.Alonzo soltó una carcajada. Ella lo miró con desaprobación y luego miró hacia atrás. Por suerte, estaban bien escondidos, por lo que lo único que León podía ver era el coche de Alonzo.Él se sentó. Le habría encantado disponer de unos minutos más para poder disfrutar con ella. Le dio un beso, pero sabía que tenían que darse prisa para que su padre no llamara a la policía.—Vístete —le dijo a Gaby—. Yo me ocuparé.No le habían sorprendido con los pantalones bajados desde que tenía dieciséis años y no pensaba volver a repetir. Se levantó y se los subió a la velocidad de la luz. Se abrochó el cinturón y se mesó rápidamente el cabello. Después, recogió la camisa del suelo y ayudó a Gaby a vestirse. Le entregó el vestido y se dio cuenta al mismo tiempo que ella que estaba un poco ma
Capítulo veintiséis: Igual que Cenicienta—Haz que tu asistente devuelva todo menos esto —dijo Gaby al mismo tiempo que mostraba un minúsculo par de zapatitos—. No me puedo desprender de ellos, aunque son carísimos. El resto lo puedo comprar por internet —añadió al mismo tiempo que miraba todas las ropas de bebé que tenía extendidas sobre la enorme cama de Alonzo. Tenía el ceño fruncido, lo que transmitía muy bien su preocupación.—¿Por qué? —le preguntó él al mismo tiempo que colgaba una chaqueta en el vestidor.—Porque un bebé no necesita cosas tan extravagantes —replicó ella al mismo tiempo que señalaba con un gesto el montón de ropa que había sobre la cama.Había ido a la tienda de ropa de bebés el sábado por la tarde y, entonces, hicieron algo que Alonzo jamás se había imaginado haciendo. Compraron ropa para su bebé.Alonzo había comprado las ropas, los zapatos y los juguetes que Gaby y él sacaron en las llamativas bolsas de la boutique, pero él no se contentó con eso. To
Capítulo veintisiete: ¿Cuándo pensabas decirme?¿Marcharse?—Tal vez —murmuró Alonzo—, tal vez no.—Alonzo, terminaré marchándome —afirmó ella—. Espero que no te enfrentes a mí para conseguir la custodia total de nuestro hijo.—No voy a pelearme contigo por nada que tenga que ver con nuestro hijo — dijo él al mismo tiempo que señalaba con la cabeza las bolsas de ropa que ella había colocado junto a la puerta principal—, a excepción de que te quedes las compras que hicimos en la boutique.—Es demasiado…—Gabriella —susurró él al mismo tiempo que le acariciaba suavemente la mandíbula y la observaba con su penetrante mirada verde—, yo también voy a tener un hijo. Comprarle cosas y cuidarte a ti son las dos únicas cosas en las que, de momento, puedo participar. Permítemelo.Gaby suspiró y cerró los ojos. Tal vez estaba mostrándose demasiado emocional sobre… sobre todo. Sacudió la cabeza y dijo:—Lo siento… Me preocupo por todo…—Preocúpate solo por una cosa: sobre lo que quieres para cena
Capítulo veintiocho: La jugada de la suegra—Así es —Alonzo confirmó las palabras de su hermano.—Encontrarás la manera. No eres de los que fracasan.El voto de confianza del hombre al que más admiraba aparte de su padre significó mucho para Alonzo. Se le hizo un nudo en la garganta y murmuró:—Gracias…—¿Cuándo sabréis si lo que estáis esperando es un niño o una niña?Alonzo sonrió. Si no se equivocaba, le parecía que Zackary estaba deseando ser tío.—La semana que viene.—Quiero ser el primero en saberlo.Alonzo terminó la llamada con su hermano porque alguien había llamado a la puerta. Era Sam, que iba acompañado de Mara, la directora de finanzas.—Alonzo —le dijo la mujer, con los ojos brillante de interés. No en él, dado que Alonzo no había conocido nunca antes a nadie que estuviera tan felizmente casada como ella, sino que parecía más bien que supiera algo que él desconociera—. Aquí tienes los informes que has pedido.Ella le entregó unos papeles y permaneció de pie al lado de
Capítulo veintinueve: El sexo del bebéGaby esbozó una débil sonrisa. A menos que fuera en serio o a menos que quisiera escapar de una ex esposa totalmente lunática. —Vas a ser una madre maravillosa, Gabriella, y tendrás un padre y un marido devoto a tu lado. Confía en mí cuando te digo esto.Gaby parpadeó para evitar que las lágrimas que se le estaban formando en los ojos cayeran. Cuando la visión se le aclaró por fin, vio que Ora se estaba metiendo la mano en el bolso para sacar una manta hecha a ganchillo de color blanco y azul.—Esta manta era de Alonzo cuando era niño. Su bisabuela Fabiola se la hizo —le dijo Elle entregándole la delicada mantita—. Me matará si te digo esto, pero no me importa. Durmió con ella hasta que tuvo once años.Gaby se echó a reír, pero perdió la batalla de las lágrimas y unas cuantas le cayeron rodando por las mejillas. Se las secó rápidamente y entonces admiró la manta que tenía entre las manos.Algún día, su bebé sería un hombre o una mujer adulto y
Capítulo treinta: No vamos a romper—Alonzo… —comentó Gaby. Había pósteres de los jugadores por todas partes, un móvil con pelotas de fútbol y gorros de vaquero y, sobre la estantería, una pelota firmada en una vitrina. Había ido a por todas.—Tal vez le gusten los Cowboys.—Evidentemente, a ti sí.—Cielo, soy de Florencia. Claro que soy un fan de los Cowboys. Tal vez podamos retirar algunas cosas…—¿Algunas cosas? —preguntó ella. Si hasta sobre la cuna había una manta que se parecía a un campo de fútbol—. ¿Tú crees?—Quería sorprenderte… y lo estás. Misión cumplida.—Sí, claro que estoy sorprendida. Me alegra que sea una niña después de que tu madre me haya dicho lo grandes que fuisteis los dos chicos.—¿Cuándo te ha dicho eso? —le preguntó Alonzo. No recordaba que Gaby le hubiera dicho que había estado hablando con su madre.—La semana pasada. Vino a verme a mi despacho.Había un par de sillas que flanqueaban una mesita con una lámpara. Gaby se sentó en una y le indicó que se senta
Capítulo treinta y uno: No quiero que te marchesGaby se untó mantequilla de cacao sobre el vientre decidida a evitar las estrías a cualquier precio. Había leído que esa crema ayudaba y había empezado su rutina nocturna casi inmediatamente después de que descubriera que estaba embarazada.Al mismo tiempo que deslizaba la mano por la redondeada barriga, se paró a pesar en los sentimientos contradictorios que batallaban dentro de ella.Sentía frustración hacia Alonzo. Frustración consigo misma. Divertimento por cómo había decorado la habitación porque esperaba un hijo. Admiración por la determinación que sentía por ser buen padre. Y el más grande de todos: tanto amor por su hija nonata que parecía estar a punto de estallar por ello.Si era sincera consigo misma, ese amor estaba empezando también a dirigirse hacia Alonzo. Sin embargo, no podía confundir el amor que sentía por su hija con el amor romántico hacia él. No eran lo mismo.Cuando le preguntó sobre Orlena, él había confirmado un