Sí, es hora.

Era una noche fría en Roma, y las luces de la ciudad iluminaban las calles con un brillo amarillento mientras caminaba hacia el edificio donde Don Antonio me esperaba. La maleta que llevaba parecía pesar una tonelada, no tanto por su contenido, sino por la importancia de lo que contenía. Mis manos estaban frías, y mi corazón latía aceleradamente, pero mi expresión permanecía imperturbable. Había aprendido a ocultar mis emociones desde muy temprano.

Al entrar en el edificio, el portero me dio una mirada curiosa, pero no hizo preguntas. Sabía bien que no debía meterse en los asuntos de personas como yo. Presioné el botón del ascensor y esperé, sintiendo el sudor frío resbalar por mi nuca. Cuando las puertas se abrieron, entré y presioné el botón del piso que necesitaba.

El ascensor subió suavemente, pero cada segundo parecía una eternidad. Las puertas finalmente se abrieron, revelando a dos de los asociados de Don Antonio, que estaban esperando. Uno de ellos, un hombre corpulento con un
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo