PRISIONERA DEL CRUEL REY ALFA DEL NORTE
PRISIONERA DEL CRUEL REY ALFA DEL NORTE
Por: 192
Pesadilla

Punto de vista del autor.

—¿¡QUE DIABLOS ESTA PASANDO AQUÍ!? — Helena Red, única hija del Alfa de la manada Azul, más grande del este, gritó llena de cólera.  Su corazón cayó al túnel más profundo de la desesperación y sus ojos se abrieron con absoluto horror.—. ¿¡Mi prometido y su hermanastra teniendo sexo!?

Su corazón latía tan fuerte en su pecho, cuando miró a las personas desnudas en la cama. Era el hombre con quien tenía tres años de novios y estaban a punto de casarse en un mes, estaba teniendo sexo con su hermanastra ¡LA HABÍA TRAICIONADO! ¿ACASO ERA UNA PESADILLA? Su mente aun no podía procesar aquella escena. Su estómago se revolvió de disgusto y ansiedad cuando sintió ganas de vomitar ante la asquerosa escena.

Dalia se tapó rápidamente el cuerpo con una manta, mientras maldecía la presencia de Helena, una sonrisa maliciosa pasó por sus labios.

 Pedro se puso rápidamente un bóxer nerviosamente y se acercó a Helena.

—Hele, lo puedo explicar, yo… —Pedro quiso tomar la mano de Helene, pero ella se la apartó de un golpe.

—No me toques con tus sucias manos —siseo Helena bruscamente mientras las lágrimas picaban en el fondo de sus ojos, pero se negó a llorar.

Pedro la miró suplicante. —Escucha, Hele, tú eres a quien amo, la traté como a mi hermana, ella solo estaba triste, solo quería consolarla, no sé cómo fueron las cosas así... créeme cariño … ..

La mano de Helena se estrelló en la mejilla derecha de Pedro, antes de que pudiera reaccionar.

—Helena, ¿qué diablos estás haciendo en mi habitación? ¿Y con qué derecho le pegas a mi pareja? —Delia gruño y gritó a todo pulmón—. ¿Acaso creía que te amaría antes que a su verdadera pareja? Solo eres un blanco fácil para ser el Alfa, solo por eso se iba a casar contigo y aguanto tu estúpida actitud mandona, no porque realmente te amaba —se burló Delia.

—¡Suficiente Delia! —Pedro rugió lanzándole una mirada asesina.

Helena se quedó congelada en el acto. Su corazón martilleaba en su pecho con tanta fuerza que saldría de su caja torácica en cualquier segundo.

 Miró a Pedro con una mezcla de sentimientos, dolor, decepción y luego odio. Este era el hombre con quien se suponía que se iban a casar en menos de un mes, con el que habían hecho una promesa de rechazar a sus verdaderos compañeros. Para asi estar juntos para siempre. «Su amor ante que todo» Era lo que Pedro le decía desde que cumplió dieciocho y descubrieron que no eran pareja destinadas, como habían deseado. Ahora se daba cuenta que todo este tiempo estuvo tan ciega.

Siempre fue Delia, por eso Pedro siempre la protegía y mimaba todas sus niñerías y groserías. Era la razón por la que a menudo se los veía juntos, pero ella jamás sospechó de nada porqué siempre pensó que eran porque habían crecido juntos como  hermanos. Nunca supo que las cosas habían llegado a tal punto entre ellos, que incluso eran hasta pareja destinadas.

 Pero, ¿qué pasa con todos esos dulces recuerdos que tuve con él? ¿Simplemente habían sido una dulce mentira que Pedro armó para lograr ser el Alfa a través de ella?

—Vamos, Pedro —Delia le empuja el brazo con el codo—. ¿Por qué no le dices en la cara ahora mismo que soy con quien quieres estar porque soy tu pareja y me amas?

—¡Delia cierra la boca! —gruño Pedro en una clara advertencia y volvió a mirar a Helena—, por favor tienes que escucharme....

—No es necesario más de tu actuación y mentiras. Me enfermas —Helena lo interrumpió rechinando con la mandíbula apretada—. Veo que has hecho tu elección. Felicitaciones.

—Yo... —las palabras de Pedro son interrumpidas por el sonido de pasos apresurados que resuenan por el pasillo.

Todos se voltearon para mirar la puerta y al siguiente segundo una criada toda agitada con la respiración entrecortada y su rostro lleno de horror aparece en la entrada.

—Nuestra manada ha sido atacada. ¡El gran rey Alfa del norte, está a punto de decapitar a nuestro Alfa y Lu….

Helena dejó de escuchar en ese momento y salió corriendo despavorida hacia la casa de la manada que estaba a solo dos cuadras. No se molestó en escuchar a Pedro que le gritaba que tenían que escapar por sus vidas.

—Rey Ares. Por favor, ¿¡qué está pasando!? —Kevin Red, Alfa de la manada azul, que era un hombre de unos sesenta años, preguntó totalmente confundido. No tenía idea de por qué el rey Alfa de Alfas de repente había atacado a su manada con tanta brutalidad.

—¿¡Te atreves a intentar verme la cara!?  —el Rey rugió con furia y todos quedaron conmocionados hasta la médula.

Los sirvientes y guardias de la empacadora de la manada azul estaban de rodillas, temblando y rezando a la diosa de la luna para que preservara sus vidas.

Alfa y Luna todavía estaban de rodillas demasiados confundidos, tratando de descubrir qué habían hecho para ofender a al Rey alfa de alfas del Norte hasta el punto de que estaba a punto de acabar con sus vidas.

El rey enfurecido dio pasos lentos y calculados hasta donde estaban arrodillados y caminó alrededor de ellos, sin abandonar sus cuerpos con su mirada ardiente.

—Enviaste guardias para que mataran a mis padres y hermana junto a sus soldados en su camino de regreso del viaje a la manada del Norte y aquí estás, tratando de actuar como si no hubieras hecho tal cosa.

—Rey, lo juro por mi vida, esa es una acusación falsa formulada contra mí y toda mi familia. No envíe soldados a matar a tu familia. No tengo la audacia de cometer un acto tan bárbaro contra ti.

Los ojos del rey se estaban poniendo rojos y podía sentir todo su cuerpo temblar de furia. Sacó su espada dispuesto a matarlos a ambos en ese instante.

—¡Padre! ¡Madre! —una voz fuerte llamó desde la puerta y todos se giraron para ver quién había entrado al complejo.

Cuando los ojos del rey se posaron en la joven que corría hacia sus padres, su corazón se detuvo.

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