Obsequio

Soraya sacudió la cabeza, abrio la puerta de su nueva habitación y puso la caja en su cama.

No puede evitar apreciar la estancia, que es mucho más elegante que la de la torre. El suelo es de madera en lugar de piedra y una alfombra mullida cubre la mitad. La cama es más grande y el colchón, más cómodo. La vista da al jardín interior, por lo que, sin duda, es agradable.

Allí hay un baño y un vestidor, aunque ni siquiera tiene suficiente ropa y zapatos para llenar un armario, mucho menos todo el conjunto. Hay un espejo de cuerpo entero en el vestidor junto con un tocador —«¿Por qué? ¿Por qué hay dos espejos? Con uno basta»— y un armario con sábanas, toallas y calcetines adicionales. El camino al baño pasa por el vestidor.

Hay otro tocador enorme en el baño y luego más toallas, jabones y básicamente todo lo que uno esperaría encontrar en un pasillo de cuidado personal en lugar de un baño, además de una linda tina de baño.

—Bueno, en realidad no salgo mucho. Tengo el pequeño inconveniente
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