La verdadera terquedad

Alfa Ace estaba en su oficina intentando trabajar, pero no logra hacer nada. Si las palabras de Soraya no interrumpen sus pensamientos, las de Nicolás sí lo hacen. Esos dos le harán perder la cabeza uno de esos días.

Levanta la vista de sus documentos cuando la puerta se abre, revelando a Dylan, uno de los guardias que están junto a esta.

—¿Sí, Dylan? —dice con voz ronca.

—Alfa Ace, una sirvienta está aquí para verte. Dice que es urgente.

—Déjala entrar.

—Sí, alfa. —Sale, y casi de inmediato una mujer mayor, con uniforme de sirvienta, entra a la oficina con una mirada preocupada en su rostro.

—Alfa Ace, la chica a la que nos pediste que atendiéramos hace un rato rechazó todas las cosas que le llevamos y nos cerró la puerta en las narices. Todavía no se ha duchado ni ha comido nada.

Deja la pluma sobre la mesa y aprieta los dientes, irritado por lo que acaba de decir.

Soraya es tan terca, aunque no es que no se esperara eso.

—¿Qué hacemos, alfa? —pregunta con la cabeza aún agachada.

Pa
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