Los días en el pueblo continuaban fluyendo con un equilibrio casi perfecto. La galería de arte de Bianca se había convertido en un referente no solo para los lugareños, sino también para turistas que llegaban curiosos por su encanto y originalidad. Su colección combinaba el arte contemporáneo con piezas inspiradas en el paisaje local, lo que le daba un carácter único.
Una tarde, mientras organizaba una pequeña exposición, Bianca fue abordada por dos hombres elegantes, de aspecto profesional. Se presentaron como inversores de una reconocida empresa internacional de arte y cultura.
—Señora Bianca, —comenzó uno de ellos—, hemos estado siguiendo su trabajo. Creemos que tiene un potencial increíble y quisiéram
Las noches en la nueva casa de las colinas habían sido tranquilas desde su mudanza, pero últimamente la oscuridad traía consigo una inquietud que ni siquiera el cálido abrazo de Bianca podía disipar. Luca, quien había encontrado un equilibrio entre su pasado y su presente, comenzaba a luchar contra algo que no podía controlar: las pesadillas.En ellas, rostros conocidos de su antigua vida lo acechaban, miradas de reproche y dolor que lo hacían despertar empapado en sudor. A veces soñaba con Matteo en peligro, atrapado en un mundo que Luca había jurado dejar atrás. Bianca lo notó de inmediato, aunque Luca intentaba disimular.—Luca, amor, ¿qué está pasando? —preguntó una mañana mientras serví
Era una mañana tranquila en el taller de Luca, el sonido del martillo contra el metal llenaba el aire. Luca trabajaba en el motor de un viejo coche mientras Matteo jugaba en el patio con sus juguetes. Bianca estaba en la galería, preparando una nueva exposición. La vida parecía estar en un equilibrio perfecto.Entonces, un coche desconocido se detuvo frente al taller. Luca levantó la vista, limpiándose las manos con un trapo, mientras observaba a un hombre que bajaba del vehículo. Lo reconoció de inmediato. Era Alessandro, un antiguo aliado de su vida pasada. El tiempo había pasado, pero los años no habían borrado los recuerdos de sus días juntos en un mundo que Luca prefería olvidar.Alessandro, vestido con ropa sencilla pero elegante,
Era una tarde soleada cuando el coche de los padres de Bianca se detuvo frente a la nueva casa en las colinas. Bianca, con Matteo en brazos, salió a recibirlos. Aunque las relaciones con sus padres habían mejorado desde la reconciliación, esta era la primera vez que visitaban el hogar que ella y Luca habían construido juntos.—¡Mamá! ¡Papá! —dijo Bianca con una sonrisa nerviosa mientras ellos bajaban del coche.—Es hermosa la casa, Bianca —comentó su madre, admirando el entorno.Su padre, sin embargo, parecía más reservado. Aunque había dado su bendición tiempo atrás, aún guardaba cierta cautela hacia Luca.
El verano había llegado al pequeño pueblo, trayendo consigo días largos y cálidos. Una tarde, mientras Bianca regaba las flores en el jardín, vio un camión de mudanza detenerse frente a la casa vecina, que había estado deshabitada por años. Una pareja bajó del vehículo, seguidos por una niña de rizos oscuros y una gran sonrisa.—¡Mamá, papá! ¡Miren! —gritó Matteo desde el columpio, señalando a la recién llegada.Bianca sonrió y, tomando de la mano a Matteo, se acercó para saludar.—¡Hola! Soy Bianca, y este es Matteo. Vivimos aquí al lado.La mujer,
La música flotaba en el aire, un vals elegante que llenaba el gran salón iluminado por candelabros de cristal. Las paredes del palacio estaban decoradas con frescos del Renacimiento, y los invitados se movían como piezas en un tablero de ajedrez perfectamente orquestado. Hombres con trajes de diseñador discutían negocios en voz baja, mientras las mujeres lucían vestidos largos que parecían flotar con cada paso. Entre ellos estaba Bianca Mancini, el reflejo de la perfección que todos esperaban de una hija de la alta sociedad romana.A sus veintisiete años, Bianca lo tenía todo: belleza, dinero, conexiones sociales. Su cabello castaño, recogido en un moño elegante, dejaba al descubierto unos ojos verde esmeralda que siempre parecían mirar más allá de lo evidente. Pero esta noche, como tantas otras, el peso de su mundo perfecto la aplastaba.—Bianca, querida, ven a conocer al hijo del embajador francés —dijo su madre, tomándola del brazo con una sonrisa calculada. Bianca suspiró. Sabía l
El humo del cigarro flotaba en el aire pesado de la habitación. Luca Romano, sentado en el borde de una mesa de roble, miraba fijamente a los hombres que tenía frente a él. La sala era amplia, pero las paredes grises y desnudas la hacían parecer más pequeña. A un lado, una ventana ofrecía una vista parcial de las luces nocturnas de Roma, la ciudad que había sido su aliada y enemiga durante años.Luca apagó el cigarro en un cenicero de cristal sin apartar la mirada del hombre que acababa de hablar. La negociación había llegado a un punto crítico, y todos esperaban su respuesta. Con un movimiento lento pero calculado, se puso de pie. Su presencia llenaba la habitación; no necesitaba gritar ni levantar la voz para imponer respeto.—Si no puedes cumplir tu parte del trato, entonces no hay trato —dijo con calma, pero con una dureza que no admitía réplica.El hombre frente a él tragó saliva, intentando mantener la compostura. Sabía quién era Luca Romano: el líder de una de las bandas más pe
La sala de baile del Palazzo Mancini brillaba con el resplandor de cientos de luces. Los candelabros colgaban majestuosamente del techo alto, reflejando un brillo dorado sobre las mesas decoradas con flores frescas y copas de cristal. Era la noche del evento benéfico organizado por la familia Mancini, un espectáculo de lujo destinado a recaudar fondos para causas nobles... o al menos, así lo presentaban. Para Bianca, esta noche era como todas las demás: otra ocasión para fingir interés en un mundo que cada vez le parecía más ajeno.Vestía un elegante vestido de seda color marfil, que caía suavemente sobre su figura, destacando su aire de sofisticación. Su madre había insistido en que fuera "impecable", y aunque Bianca había cumplido, sentía que cada prenda era una capa más que ocultaba quién era realmente. Mientras los invitados se movían entre conversaciones banales y risas superficiales, ella permanecía cerca de una mesa, sosteniendo una copa de champán que apenas había probado.Sus
La luz del sol se filtraba a través de las ventanas del apartamento de Bianca, pero su calor no llegaba a su interior. Sentada en su cama, con una taza de café que apenas había tocado, Bianca miraba el horizonte de Roma, la ciudad que tanto amaba y que, al mismo tiempo, sentía que la mantenía atrapada. Desde el evento benéfico, su mente no había podido desprenderse de Luca Romano.No lo entendía. Había sido un encuentro breve, casi insignificante, pero algo en él había dejado una marca en ella. Su mirada, su voz, su forma de estar presente pero, al mismo tiempo, ocultar tanto. Luca no era como los hombres a los que estaba acostumbrada. Él no se esforzaba por impresionar; simplemente era.Con un suspiro, Bianca dejó la taza en la mesilla y trató de concentrarse en el libro que tenía en las manos, pero las palabras se mezclaban. Su vida, llena de lujos y eventos exclusivos, le parecía más vacía que nunca. Las conversaciones superficiales, las expectativas de su familia, todo comenzaba a